En la antigua Roma había dos fechas clave: las “calendas”, primer día de cada mes y término del que deriva la palabra calendario y los “idus” que marcaban la mitad de cada mes.
La inflación en el "Idus de Marzo"
En ausencia de políticas económicas consistentes, es esperable que los futuros “idus” no traigan buenos augurios.
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Milei y Caputo siguen vendiendo humo
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Inflación: tras conocerse el dato de febrero, los economistas de la city pronostican cuál será el IPC para marzo

Luis Caputo, ministro de Economía.
En la cultura romana los idus eran una festividad de “buenos augurios”. El idus (15) de marzo del año 44 antes de Cristo terminó mal, con Julio César asesinado en el Senado.
Los “idus” de los últimos meses de 2024 y enero de 2025 venían con buenos augurios en temas de inflación, por fuera de la crisis institucional que entronca la situación argentina con el final de la democracia de la República Romana, y el inicio del Imperio, una degradación que en su fase actual combina el nombramiento de jueces por Decreto, el escándalo Libra, un “acuerdo” con el FMI por DNU que viola la ley, la represión a jubilados, la violencia en un Congreso que no puede sesionar y diversos lamentables etcéteras.
Pero el “idus” de marzo trajo malas nuevas. Una suba de la inflación, a pesar de la apertura de las importaciones, el ajuste económico y social y las “anclas” cambiaria, tarifaria y salarial. Veamos que pasó y porque no baja la inflación.
Los hechos
El INDEC informó el pasado viernes el dato de inflación de febrero. La inflación se aceleró al 2,4% en el segundo mes del año desde 2,2% en enero.
El dato se vio influenciado por la carne, que aumentó 7,6%, casi igualando el último salto de diciembre pasado. Esto hizo que los alimentos crezcan 3,3% frente al 1,9% de enero.
El Presidente afirmó que si se excluye la carne la inflación de alimentos habría sido cercana al 1,8%. No es un argumento válido. Si excluyéramos las verduras que cayeron 2,3%, la inflación de alimentos habría ascendido a 4,2%. En época de otra “tablita” la de Martínez de Hoz, el Gobierno elaboró un índice sin incluir la carne. Nada nuevo.
En febrero, tanto los bienes (2,1%) como los servicios (3,1%) se alejan de la convergencia al “crawling peg” o sea la devaluación, reducida el mes pasado al 1% mensual, con la idea de presionar los precios a la baja. Cosa que no sucedió.
El Gobierno siempre destacó como variable clave el descenso del componente núcleo de la inflación (que excluye precios regulados y estacionales) que fue en febrero 2,9%, 0,5% puntos porcentuales más que en enero (2,4%). No se dijo nada de la inflación núcleo este mes.
Lo cierto es que la inflación encontró un piso del 2%, piso que no se puede perforar desde 2018 salvo tres meses de 2020 en la pandemia.
Efectos de la política oficial y ¿por qué no baja la inflación?
No hay dudas que es necesario bajar la inflación. Uno de los temas que erosionó la credibilidad del Gobierno anterior. En mayo de 2022, señalé que “no se ganan elecciones con una inflación superior al 30% anual”. El Gobierno anterior no pudo hacerlo y perdió. En julio de ese año sostuve que era necesario un plan de estabilización integral. No lo hizo el Gobierno anterior y terminó con una inflación que en 2023 duplicó (211,4% incluyendo el 25% de diciembre post devaluación de Milei) la inflación de 2022 (94,8%).
El Gobierno actual ha reducido la inflación, luego de subirla fuertemente en el primer trimestre de 2024., Pero el nivel actual es aún muy elevado, más si se lo pone en perspectiva (caída de la actividad, empleo y salarios en 2024).
Pero una parte de la sociedad valora la baja de estos meses, porque el Gobierno pone la reducción como objetivo, más allá de la carencia de un plan de estabilización integral que permita una baja sostenible de la inflación. Sin un plan consistente que ataque todas las causas de la inflación, será difícil perforar el piso de 2% mensual.
Para el discurso oficial, la inflación es un fenómeno exclusivamente monetario. La base monetaria creció menos del 2% en 5 de los últimos siete meses y cayó (-0,8%) en febrero. No obstante, como se vio en 2019 la inflación no baja.
Curiosamente (o no) en un Gobierno que declama esa teoría monetarista, el Gobierno apela a las “anclas” cambiaria y tarifaria que aplicó el “heterodoxo” Gobierno anterior y le suma un ancla salarial, no homologando paritarias con incrementos salariales superiores al 2% mensual. ¿Por qué usar las denostadas anclas si la inflación es solo un fenómeno monetario?
Es claro que la inflación es un fenómeno complejo y multicausal y si bien los equilibrios macro y las anclas son necesarias, si se emplean correctamente para estabilizar, el gobierno subestima tres factores que retroalimentan los precios.
- La inflación no baja porque el Gobierno no frena la “inercia inflacionaria” de bienes y servicios que indexan por inflación pasada, como los alquileres. Como dijimos en una nota en esta columna el año pasado los planes de estabilización relativamente exitosos para bajar la inflación (Austral, Convertibilidad) incluyeron medidas para frenar la inercia.
- El aumento de los precios tiene un componente estructural que el Gobierno no enfrenta. Cuestiones que incluyen desde prácticas reñidas con la competencia, además de cuellos de botella en una oferta de bienes y servicios insuficientes para atender una demanda que se recompone muy parcialmente, luego de la fuerte caía del primer semestre de 2024. Así no aumenta la inversión por falta de credibilidad, excesivos costos, incertidumbre, un consumo reducido y la competencia desleal de importaciones para amplios sectores de la producción nacional, fuera de las citadas prácticas oligopólicas o monopólicas de algunos sectores.
- Un plan antiinflacionario integral sostenible requiere tener precios “sincerados” y es claro que este tipo de cambio solo es sostenible con “cepo” e intervención. “Herejías libertarias” como las anclas. Con reservas insuficientes y un tipo de cambio atrasado, las expectativas de devaluación alimentan remarcaciones por expectativas de reposición de precios.
Además, el atraso cambiario se agrava por una inflación que sigue alta y por encima de la tasa de devaluación. El Gobierno trata de bajar precios abriendo importaciones. Fuera del grave daño que eso conlleva al tejido productivo, no solo que la inflación no baja y se agrava la escasez de dólares, por la suba fenomenal de turismo, viajes e importaciones, que aumenta el déficit externo, presiona sobre las reservas e incrementa las expectativas de devaluación, generando un círculo vicioso en el sector cambiario y de los precios.
Un tema a recordar (que revisamos acá) es que las cifras de inflación no representan el costo de vida real, porque el índice actual usa una canasta desactualizada de 2004, teniendo listo desde hace meses el INDEC, un nuevo índice con una canasta que surge de la encuesta de hogares 2017.
La inflación bien medida con una canasta actualizada, es al menos 10 puntos porcentuales superior al índice oficial, donde el tema más evidente es que los servicios pesaban poco en 2004 y ahora son un drenaje en el bolsillo ciudadano. Lo grave es que el IPC que es un “techo” para las paritarias y el ajuste en la fórmula de movilidad jubilatoria, subestima la inflación real y agrava la caída de ingresos.
A modo de conclusión
Por ahora el gobierno tiene crédito en ciertos sectores de la población, por la citada baja de la inflación estos meses, en comparación a la fuerte suba del primer trimestre de 2024. Esto remite a los primeros años de la convertibilidad, cuando luego de la “hiper” de 1989 a 1991, la población valoró tal descenso, fuera del deterioro productivo y social.
Análogamente a Roma, mientras haya algo de pan y mucho de circo se tolera a los Calígulas y los Nerones. Hasta que el “pan” empieza a faltar, o más modernamente expresado, cuando crece el desempleo y la pobreza, sobreviene el desencanto y se concientizan los temas institucionales, minimizados por la “estabilidad”.
Cuenta Plutarco que Julio César se encontró en los idus de marzo con un vidente que le había augurado al célebre general que el 15 de marzo sería peligroso. César lo encuentra ese día y le dice sarcásticamente al vidente al verlo, “El idus de marzo ha llegado”, pero este le respondió “pero aún no ha terminado”. César “no la vio” terminó y mal.
En ausencia de políticas económicas consistentes, es esperable que los futuros “idus” no traigan buenos augurios. En tal sentido y mucho más cuando hay crisis institucionales, no hay que ser vidente para afirmar que más allá o acá en el calendario “El idus no ha terminado”.
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