El acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, cuyas negociaciones comenzaron en 1999 y atravesaron más de dos décadas de avances y retrocesos, representa uno de los tratados más ambiciosos a nivel global. Su cierre técnico en 2024 responde a un nuevo escenario geopolítico, marcado por el ascenso de China como potencia comercial, la tendencia al proteccionismo en Estados Unidos y la necesidad de Europa de consolidar alianzas estratégicas con América Latina.
La Argentina frente al acuerdo Mercosur–Unión Europea: quien golpee primero se quedará con el mercado
El agro podría redefinir su perfil exportador si se aprueba pronto el acuerdo con Europa. Productores y gobiernos provinciales se juegan una carta clave.
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El pacto contempla la eliminación progresiva de aranceles para más del 90% de los productos exportados e importados, y establece mecanismos de cooperación en normas ambientales, laborales y de comercio sostenible.
El pacto contempla la eliminación progresiva de aranceles para más del 90% de los productos exportados e importados, y establece mecanismos de cooperación en normas ambientales, laborales y de comercio sostenible. Para los países del Mercosur, la posibilidad de acceder con condiciones preferenciales a un mercado de 450 millones de consumidores abre una oportunidad histórica, pero también plantea un desafío: quien ratifique primero el acuerdo podrá aprovechar en soledad las ventajas iniciales que este brinda.
Es decir, si el Congreso argentino ratifica antes que sus socios del Mercosur el acuerdo comercial con la Unión Europea, el agro nacional podrá aprovechar una de las ventanas más favorables de las últimas décadas para reposicionar sus exportaciones. El tratado, cuyas negociaciones concluyeron hace menos de un año, solo necesita el aval legislativo de uno de los países del bloque sudamericano para comenzar a operar bilateralmente. Y en ese escenario, el primero que lo active podrá colocar sus productos sin barreras arancelarias, mientras los demás aguardan.
Maximiliano Díaz, socio de la consultora Endógena, explicó a Ámbito que "si Argentina refrenda el acuerdo antes que Brasil, por ejemplo, será el único país del bloque que podrá acceder inmediatamente a cuotas como la del millón de toneladas de maíz sin arancel. Eso puede marcar la diferencia entre liderar o perder el mercado europeo".
Su equipo elaboró una serie de estudios que miden el impacto económico del tratado, desde la rentabilidad hasta las condiciones técnicas necesarias para competir. Las conclusiones de esos informes revelan que el acuerdo representa una oportunidad concreta para sectores clave como la soja, el maíz, el arroz, la miel y hasta el sorgo, un cultivo con escasa tradición exportadora hacia Europa pero con alto potencial por volumen y adaptabilidad.
El peso específico de la soja y la posibilidad de liderar
Argentina exportó más de 13.900 millones de dólares en productos del complejo soja durante 2023, lo que representó un 21% de su comercio exterior total. Dentro de ese paquete, la harina y los pellets ya abastecen el 20% de la demanda de la Unión Europea. A ese volumen consolidado, el acuerdo le suma una ventaja decisiva: el compromiso de bajar las retenciones al 14% en los embarques con destino europeo, una reducción sustancial frente al 33% que entró en vigencia en junio de este año.
Para Díaz, esa rebaja "inyecta una rentabilidad inmediata al sector, que podría reinvertirse en mejorar calidad, logística y certificaciones". El informe de Endógena calcula que el precio percibido por tonelada de harina de soja podría aumentar un 19% bajo estas condiciones. Además, el país tiene capacidad para multiplicar su oferta de aceite de soja, ya que apenas el 1,3% de sus exportaciones actuales se dirige a Europa, mientras que el bloque importa mayormente desde otros orígenes.
El documento destaca que, a diferencia del poroto de soja que se exporta masivamente a China, Europa ofrece un arancel aún más bajo dentro del nuevo marco, lo que permite redireccionar parte de ese flujo a un mercado de alta demanda con mayor valor por tonelada.
Maíz y sorgo: la estrategia de redireccionamiento
El escenario para el maíz argentino resulta aún más desafiante pero lleno de posibilidades. Hoy, solo el 0,5% del grano producido en el país llega a Europa, mientras que Brasil cubre cerca del 11,5% de esa demanda. El acuerdo Mercosur–UE introduce una cuota progresiva, que parte en 166.667 toneladas sin aranceles y alcanza el millón en un plazo de cinco años.
Según una simulación incluida en el informe de Endógena, si Argentina accediera apenas a un tercio de esa cuota, sus ingresos por exportaciones de maíz a la UE crecerían un 13%. Para Díaz, este es uno de los casos donde “actuar rápido significa ganar mercado y marcar territorio”.
El sorgo, por su parte, nunca tuvo destino europeo en los últimos años, pero la estructura del acuerdo lo convierte en un candidato ideal para aprovechar las cuotas sin competencia interna. Argentina es prácticamente el único productor significativo dentro del Mercosur, lo que le permitiría capturar la totalidad del cupo y reconvertir destinos de exportación sin aumentar la superficie cultivada.
Pero la oportunidad no se limita a las producciones tradicionales. El arroz, con fuerte presencia en provincias como Entre Ríos y Corrientes, verá una mejora directa del 4% en el precio percibido, gracias a la eliminación del arancel del 14% en un 25% del volumen exportado. Esto podría transformar un negocio que hoy ronda los 40 millones de dólares anuales en una fuente de ingresos más estable y competitiva.
En la cadena de la miel, donde Argentina exporta unos 46 millones de dólares a la UE, el beneficio es aún más directo. Más de la mitad de ese flujo ingresará sin aranceles una vez en marcha el acuerdo. Endógena destaca que la baja de costos y la mejora en el acceso al mercado podrían consolidar a la miel argentina como una de las más valoradas del mundo.
Para competir en Europa hay que actuar sin demoras
Una de las dudas habituales es si el país está en condiciones de cumplir con los estándares ambientales y fitosanitarios de la UE. Según aseguró Díaz a Ámbito, esa preocupación hoy resulta menor ya que “las pretensiones originales de Europa se redujeron mucho. Ya no hay cláusulas que dejen afuera a la producción argentina. El acuerdo solo establece principios generales y crea comités técnicos para discutir diferencias”.
Los estándares del Acuerdo de París siguen presentes, pero como directrices. Y la cuestión de la deforestación, si bien sensible, se resolverá dentro de esos espacios técnicos. Para el consultor, “los productores argentinos ya tienen incorporada la lógica de la sustentabilidad. Lo que hace falta es estar listos para negociar técnicamente cada punto, desde el sector público y privado”.
El mensaje es claro: la Argentina necesita moverse rápido. Las ventajas arancelarias, las cuotas exclusivas y la estructura comercial del tratado representan una oportunidad que no se repetirá fácilmente. En estos tiempos, queda claro que Europa necesita de este acuerdo, ya que la presión de China y el cierre de otros mercados llevó a países como Alemania y Países Bajos a empujar su concreción. Por eso la Argentina debe estar preparada para jugar esta carta con inteligencia y rapidez.
El agro argentino tiene la producción, los mercados y ahora la chance de acceder en condiciones preferenciales a uno de los bloques más exigentes y mejor remunerados del mundo. Quien actúe primero no solo ganará mercados: definirá su lugar en el comercio global de la próxima década.
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