El 16 de octubre de 1996, el fútbol guatemalteco vivió una de las mayores tragedias de su historia. Durante un partido clasificatorio entre Guatemala y Costa Rica, el estadio Mateo Flores fue escenario de un desastre que dejó 84 muertos y más de 200 heridos. Hoy, 28 años después, los ecos de aquella noche aún resuenan en la memoria colectiva.
Entradas falsas, tribunas saturadas de hinchas y una tragedia que pudo haberse evitado: el partido que terminó con más de 80 muertos
El fútbol guatemalteco aún recuerda la tragedia de 1996, cuando un partido terminó en caos y dolor, dejando 84 muertos y más de 200 heridos.
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Las entradas falsificadas, la sobreventa y la falta de control policial fueron algunas de las causas que desencadenaron la tragedia. A pesar de que la capacidad oficial del estadio era de poco más de 47 mil personas, la presión de miles de aficionados en las tribunas desbordó cualquier previsión. Una celebración que debía ser una fiesta futbolística, terminó en una de las mayores catástrofes deportivas de Centroamérica.
La tragedia de Guatemala: el evento deportivo que terminó de la peor manera
El partido en cuestión, que enfrentaba a las selecciones de Guatemala y Costa Rica, formaba parte de las Eliminatorias Centroamericanas rumbo al Mundial de Francia 1998. El Estadio Nacional Mateo Flores se vistió de fiesta para celebrar un encuentro que, en la previa parecía sencillo de ganar para los locales, por lo que antes de comenzado el encuentro las tribunas ya se veían completas. Sin embargo, una multitud todavía esperaba entrar, con boletos en mano, incluso cuando las tribunas ya estaban colmadas.
A las 19:30, media hora antes del inicio del encuentro, la situación se volvió caótica. En la puerta 14 de la tribuna sur, la más económica y concurrida, la presión de la gente se convirtió en una avalancha humana. Decenas de personas fueron aplastadas contra las vallas. Héctor René Monroe, un fotógrafo y bombero voluntario presente en el lugar, recordó: "Vi a un niño de unos 10 años con convulsiones... traté de salvarlo, pero era demasiado tarde".
La mayoría de las victimas fatales murieron por asfixia y fracturas causadas por la estampida. A pesar de los gritos de auxilio, los agentes de seguridad se mostraron incapaces de controlar la situación. Solo la rápida intervención de un teniente de la Guardia Civil, quien forzó la apertura de la puerta 14, evitó que la tragedia fuera aún mayor.
Los cadáveres comenzaron a alinearse en la pista atlética del estadio, cubiertos por las chaquetas de los bomberos. Mientras tanto, en otras partes del estadio, los hinchas que no eran conscientes de la gravedad de los hechos seguían con sus cánticos. Pero a medida que el número de cuerpos aumentaba, el silencio reemplazó al bullicio de la multitud.
El presidente de la Federación Nacional de Fútbol de Guatemala, Edgar Rolando Pineda Lam, insistió en que la tragedia fue un "accidente", minimizando las fallas organizativas. "No hubo error en la venta de entradas", afirmó, a pesar de las denuncias de boletos falsificados y la sobreventa. Para él, la tragedia fue solo una desafortunada coincidencia, pero los 84 muertos y 229 heridos que dejó aquella noche cuentan una historia mucho más oscura y trágica.
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