El exdirector del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI) Alejandro Werner fue quién supervisó el préstamo por u$s45.000 millones otorgado por el organismo a la argentina. Actualmente reconoce que debieron “haber insistido mucho más” en la imposición de controles de capitales a medida que se acercaban las elecciones en 2019.
Alejandro Werner: “El FMI tiene la visión de un retiro del cepo con reservas netas positivas”
El exintegrante del organismo sostiene que el FMI reconoce los esfuerzos de la administración de Milei, pero la política cambiaria es el escollo en la negociación por un nuevo acuerdo. ¿Qué efectos tendrá la llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU?
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Sobre la negociación actual para un tercer acuerdo entre el país y el FMI, considera que sus nueve años dentro del organismo son suficientes para determinar que la principal objeción del Fondo es la política cambiaria que sostiene Santiago Bausili, titular del BCRA, amparada por el ministro de Economía, Luis Caputo. En ese sentido, ve difícil que, aún con la victoria de Donald Trump, el "FMI ceda en un programa en el que cree que se están dando ciertos riesgos por mantener una política cambiaria que en el mediano plazo no es sostenible”.
Periodista: ¿Qué implicancias tiene a nivel internacional la victoria de Donald Trump en Estados Unidos?
Alejandro Werner: Los analistas macroeconómicos dicen que la presidencia de Trump tendrá presiones de precios y será recesiva por la política de deportaciones y tarifas que difícilmente puedan ser compensadas con el impulso fiscal. Los mercados financieros piensan que el efecto no va a ser este, ya sea porque las políticas se implementarán de manera más gradual, y que la continuación del crecimiento económico y la baja inflación serán restricciones para estas políticas.
Trump aumentará aranceles y deportaciones en la medida que no afecte al crecimiento económico. Es probable que China tome políticas en respuesta al aumento de los aranceles en Estados Unidos y que la Unión Europea también lo haga. La posibilidad de una guerra arancelaria sería muy compleja.
Si eso llegara a darse, el impacto de una desaceleración le pegaría a todo el mundo con especial impacto en los productos agropecuarios y energéticos. Hoy los mercados están esperando una reducción regulatoria e impositiva que genere un aumento en la inversión y, por tanto, un escenario de crecimiento económico con menor regulación.
P: Elon Musk, reconocido empresario y público activista de Trump, mantuvo una participación clave durante la campaña del nuevo Presidente. ¿Debemos prepararnos para una segunda administración marcada por los intereses de los magnates del sector privado?
A.W: Con Donald Trump siendo un empresario vamos a ver varias cosas. Su círculo de asesores y miembros del gabinete serán empresarios o vendrán del sector financiero. Para el Tesoro se están mencionando ciertos nombres de personajes que han hecho su carrera en el sector financiero, y su intención de hacer al gobierno más fácil y eficiente, lleva a querer tener gente con esta visión. Yo creo que el ciclo que tradicionalmente se ve entre republicanos y demócratas, donde los republicanos están a favor de la desregulación y baja de impuestos, se verá más acentuado con la presencia mucho más contundente de empresarios, junto con la reducción del Estado y achicamiento del sector público.
P: ¿Cuáles podrían ser los efectos de la victoria de Trump sobre Argentina?
A.W: Para la argentina, el único impacto que puedo visualizar es que una política de reversión parcial del impulso a las energías renovables y mayor apertura a las energías tradicionales probablemente lleve a que los precios del petróleo y gas caigan, porque va a haber mayor licencia para explorar y exportar. Eso sería lo más inminente.
Por otro lado, un entorno de menores tasas impositivas puede estimular la inversión extranjera de Estados Unidos en Argentina, que en los próximos años tendrá un claro régimen de apertura.
Obviamente la cercanía ideológica con el gobierno de Donald Trump debería de ayudar en términos de créditos concesionales, tipos de acuerdo de facilidad de inversión entre dos países, y términos de financiamiento a través de las posiciones que los Estados Unidos tome en organismos multilaterales, principalmente el Fondo Monetario Internacional.
P.: ¿Qué espacio puede ocupar la negociación de Argentina y el FMI en la agenda de Trump?
A.W: Puede ser que la discusión se postergue un poco desde Estados Unidos. Claramente el tema argentino es un tema de menor envergadura y entra en una agenda muy compleja donde se están negociando temas muy importantes para el gobierno del presidente Trump.
Todas las estrategias y decisiones dentro del Fondo implican negociaciones con los socios principales de Estados Unidos. Si Estados Unidos replantea su posición entre Ucrania y Rusia, pone en una situación compleja a sus socios europeos. Lo mismo si decide ponerle aranceles a Europa. Son los mismos socios a los cuales luego va a tener que pedirles el apoyo para la argentina en el FMI.
P.: ¿A qué nivel Trump puede interceder para facilitar las negociaciones entre el organismo y Argentina?
A.W.: Donald Trump no habla con la directora del FMI -Kristalina Georgieva- y le dice que le preste a la argentina. Al menos yo nunca lo vi. Tampoco pasó eso cuando le otorgaron el crédito a Macri. La influencia se da a través de llamadas, consultas, formas de expresar su opinión. En esas opciones queda expresado que el gobierno de Estados Unidos está interesado en que el programa salga.
Esa insistencia se puede dar en distintos niveles. A mi nivel se podía dar con David Lipton y Christine Lagarde. Cuando a mí me pidieron ciertas cosas desde la administración de Estados Unidos, mi respuesta fue que estos temas se deben tratar con mis jefes, no conmigo. Cuando tuvimos ese tipo de diálogo, nunca volví a recibir una instrucción de Lagarde o Lipton de hacer algo. No hay una intervención o injerencia directa para que el FMI trabaje en un crédito de, por ejemplo, u$s 15 mil millones, más bien una influencia importante de los Estados Unidos mostrando interés en el país para que el caso argentino se mueva.
Si es cierto que, si pensaban hacer una concesión del 15%, con la influencia de Estados Unidos la pueden hacer del 20% o del 25%. Si pensaban que el gap de financiamiento es de u$s 12 billones, se podría estirar el escenario de estrés a u$s 15 billones. Pero se trata más de una presión tácita que una respuesta a una instrucción más específica.
P: ¿Cuáles son los incentivos del Fondo para responder a los intereses del próximo mandatario?
A.W: El único factor por el cual se puede notar mayor insistencia es que es el segundo período de Donald Trump, quién conoce el tema del crédito con Argentina, y además puede haber cierto nerviosismo del FMI respecto de la posición de Trump al interior del organismo.
En un contexto donde inicia un gobierno republicano como el de Trump, que no suele apoyar a estos organismos multilaterales y mantiene cierto escepticismo de la cooperación internacional, para el FMI el caso argentino es un incentivo para mostrarle a Estados Unidos la utilidad del organismo.
P: ¿Hay una revisión constructiva dentro del Fondo Monetario respecto del crédito otorgado a la argentina con Mauricio Macri? ¿No cree que fue desproporcionado para los parámetros financieros del país?
A.W: El crédito no fue desproporcionado para los parámetros y problemas de la economía argentina. Dado los parámetros de economías como Grecia, Portugal e Irlanda, los créditos fueron más grandes, proporcionalmente hablando. Cuando las economías del G20 entran en problemas, son muy grandes los créditos.
Las lecciones que yo saco del crédito en la etapa de Mauricio Macri es que debimos haber insistido mucho más en la imposición de controles de capitales probablemente en febrero, marzo del año 2019, en la medida que veíamos que entrábamos en período electoral.
En medio de las elecciones, aparecía la otra opción política que favorecía el cierre importante de la cuenta de capitales y una reestructura de la deuda. Una vez que ese esquema de políticas públicas apareció en el escenario, fue muy difícil controlar al dólar con movimientos cambiarios, intervención cambiaria o aumento de la tasa de interés.
En ese sentido, la imposición de un tipo de cepo de una manera mucho más temprana fue el instrumento que yo creo que faltó en esa combinación.
Luego vino el segundo crédito del segundo programa, donde ahí sí el Fondo decidió que tenía dos alternativas. Una era que Argentina estuviese en default con el Fondo, y además que Argentina se distanciara todavía más de la comunidad internacional.
La otra opción era hacer el programa menos malo posible, para que el país pudiera mantener la relación con la comunidad financiera internacional y lograr dos cosas. La primera, que geopolíticamente no se alineara de manera más clara con actores complejos, y la segunda, que se lograra que el paquete económico de la administración Fernández-Fernández fuera un poco menos malo de lo que iba a ser en ausencia del Fondo.
P: Entonces, ¿qué lecciones cree que derivan del Fondo para entrar en un tercer programa?
A.W.: El análisis político es igual o más importante que el económico. Podemos tener un análisis económico excepcional pero si el análisis político falla y en dos años regresa a la argentina un gobierno con falta de voluntad de integrar a la comunidad financiera internacional, prioriza la discreción de la política económica por encima del establecimiento de reglas claras y aplica políticas de corto plazo generando altos costos en la inflación y las inversiones del sector privado, no hay programa económico en el presente que pueda ayudar a corregir los problemas de la argentina.
Por eso, creo que el Fondo va a hacer un análisis de qué tan sostenible es una visión de disciplina monetaria y fiscal de argentina en el mediano plazo antes de otorgar un crédito. Cómo hacer para que el país desarrolle esta visión sin que necesariamente sea reelecto Javier Milei.
Luego,conociendo la poca tolerancia a la volatilidad cambiaria que han tenido los hacedores de la política económica en Argentina en el pasado, hay que ser cuidadoso con una liberalización de la cuenta de capital en un contexto en el que las reservas netas son negativas. El Fondo sabe que podemos vivir cuatro meses con estabilidad cambiaria, pero cuando aparecen las fuentes de turbulencia y la tentación de intervenir de manera discrecional, la posibilidad de perder reservas de manera acelerada es muy alta.
En ese sentido, el FMI tiene la visión de que el retiro del cepo se tiene que dar cuando la inflación esté en un nivel bastante más bajo, el nivel de reservas internacionales netas sea positivo e importante y tengan un marco de política cambiaria mucho menos discrecional. Yo creo que el diseño de un nuevo programa apuntará a fortalecer esa parte antes de retirar el cepo.
P: ¿Qué tan cierto es que la discusión por la política cambiaria es el principal escollo para avanzar hacia un acuerdo entre la argentina y el Fondo?
A.W.: Creo que bastante. El FMI ha tenido sorpresas positivas respecto de lo que el presidente Milei ha hecho en estos diez meses. La parte fiscal, de desregulación, limpieza del BCRA, etcétera. Pero una economía en proceso de estabilización y recuperación no puede continuar con el resto del proceso de manera sostenible con un atraso cambiario importante, y el régimen actual ha llevado a que se perdiera la depreciación real del tipo de cambio que se tuvo a principios del gobierno de Milei, y mes a mes se va acumulando mayor atraso cambiario.
El punto más complejo de la negociación es ese. El segundo problema seguro es que, si bien el Fondo está positivamente sorprendido del ajuste fiscal que han hecho, le gustaría que el ajuste fiscal del año 2025 se refrende en una aprobación del presupuesto, y que no sea solo el gobierno la única fuerza política que apoye esta trayectoria de consolidación fiscal.
Estos son dos temas importantes en la negociación. Creo que el primero es el más importante. Yo creo que ahí va a ser más difícil, aún con la administración del presidente Trump, que el Fondo ceda en un programa en el que cree que se están dando ciertos riesgos por mantener una política cambiaria que en el mediano plazo no es sostenible.
P: El Gobierno pareciera sostener su política cambiaria como una cuestión inamovible. ¿Existe una tercera opción?
A.W: Un escenario que se puede abrir, que puede facilitar la negociación, es que el programa se posponga hasta después de la elección de medio período en Argentina. En ese interín, el país debería conseguir ciertos financiamientos caros en el mercado, que le permitan continuar con su política cambiaria.
Con un resultado favorable en la elección intermedia, basado en los éxitos que se tuvo en el proceso desinflacionario, algo de acumulación de reservas que se pueda tener, más desembolsos del fondo que vengan en noviembre-diciembre de este año y en 2025, ya se puede pensar en una liberalización del cepo, donde solo quede por discutir las reglas de intervención cambiaria en un mercado totalmente abierto a los flujos de capitales, con flotación cambiaria.
P: Considerando los condicionamientos del organismo en cada programa y su rol geopolítico, ¿las deudas con el Fondo están para pagarse o para incrementarse?
A.W.: Para pagarse. Los incentivos están para que un país salga lo más rápido posible, tanto para que no se perciba que la condicionalidad es una imposición de política pública, la condicionalidad es un componente de las políticas macrofinancieras que está implementando un país para poder regresar a una situación de normalidad macrofinanciera.
El Fondo no es exitoso si tiene que estar en un país quince años poniendo condicionalidades, demuestra que ni las políticas del país son exitosas ni la condicionalidad logra que el país avance a normalizar su situación. Y desde el punto de vista financiero, nunca he visto que haya un incentivo a cobrar tasas de interés para financiar nuestro presupuesto, no entra dentro del set de variables a considerar dentro de un programa.
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