28 de octubre 2024 - 00:00

Diálogos de Wall Street

La elección se vino encima. Y la señal de las tasas largas al nuevo presidente es que lo que hay que hacer es no hacer nada. ¿Podrá?

Gordon-Gekko Diálogos

EEUU elegirá un nuevo presidente en una semana, el martes 5. Se sabe, la reelección de Joe Biden fracasó. Murió antes de la convención partidaria, tras el primer debate mano a mano. Simplemente, no le dio el pignet. Ni los reflejos. Hombre terco, no consiguió mantener su aspiración por mucho que se aferró a ella. En cambio, su Administración discurre plácida en su tramo final, sin peligros ni sobresaltos. Visto así, la paradoja es notable, ser candidato es mucho más exigente que ser presidente. Biden zozobró en el intento, pero no debió ceder por ello las riendas de la Casa Blanca. De su función oficial se alejará recién en enero. Nadie lo apura.

¿Cuál es el legado del presidente Biden? La economía opera en pleno empleo y crece rozagante. Avanzó 3% anualizado en el segundo trimestre y habría repetido en el tercero. O quizás un poco más. Goldman Sachs predice 3,1%. La FED de Atlanta, con su pronóstico en tiempo real, se estira a 3,3%. Nada mal tratándose de la foja de servicios de un ex candidato relevado por incompetencia. La inflación recula. No es mérito directo suyo, esa es la tarea de la FED. Pero una inflación que se encamina al corral del 2% forma parte central de la herencia. Medida por el deflactor del consumo personal, aumentó 2,2% los últimos doce meses a agosto. Y en el paquete se suma el mapa de puntos del banco central, una hoja de ruta tentativa que reduce las tasas de interés un punto y medio hasta diciembre de 2025. La faena está en ejecución. No es una mera promesa. Comenzó el 18 de septiembre con medio punto de recorte. Es una alfombra roja que extiende una cálida bienvenida. La Casa Blanca está en orden. Cómodamente habitable para sus próximos inquilinos.

¿Kamala Harris o Donald Trump? ¿Quién ganará la elección? Es una contienda peleadísima, dicen los que saben. En otros tiempos, la respuesta era cantada. “Es la economía, estúpido”. James Carville, estratega electoral de Bill Clinton, acuñó la consigna en 1992. Hoy, en la era de las redes sociales, hasta la estupidez es más compleja. La inflación descendió de 7% en junio de 2022 a 2,2% en agosto, pero la gente resiente que los precios no vuelvan a ser los de antes de la pandemia. No importa la millonaria creación de empleos ni la suba de los salarios reales, más fuerte cuánto más bajo el decil de ingresos. Para el votante medio la economía de Biden no estuvo buena. Es la envidia del mundo, The Economist dixit. Sí, pero no es profeta en su tierra. La inflación acumulada en su gestión – 20% desde que asumió en 2021, más del doble de la registrada en los cuatro años anteriores – le pasó una factura letal al presidente. Y su endoso simple maltrata a su reemplazo en el ticket oficial.

Las encuestas señalan que los postulantes están igualados, y que la luz de ventaja que llevaba Harris ya no es visible. En los mercados de apuestas vence Trump. Un inversor francés inclinó la balanza con cuatro posturas que suman 28,6 millones de dólares en Polymarket: allí sus chances superan 63%. Dicen los que saben de política que la puja está para cualquiera, pero hay signos que no son propicios para Kamala. Que conceda entrevistas por doquier después de negarse sistemáticamente cuando lideraba los sondeos es uno. La aparición del ex presidente Obama en actos de campaña se asemeja a un recurso de emergencia. Aunque puede funcionar, los reportajes no salieron nada bien. En las encuestas recientes, no importa cuáles, en todas, se detecta un crecimiento compacto de los números de Trump. Por último, nadie olvida el voto vergonzante. El magnate inmobiliario consiguió siempre – en 2016 y en 2020 – más sufragios que su intención de voto.

¿Qué tiene Harris a su favor? Prevalece entre las mujeres y en el tema del aborto, que según la encuesta de NBC es el tópico que más motiva en la elección. Esa es la clave para Kamala: cuánto más se movilice la sociedad y concurra a las urnas, mayores sus probabilidades de éxito.

¿Y qué dicen los mercados? Los “bond vigilantes” y las tasas largas ya votaron por anticipado. La FED bajó medio punto sus tasas. Ellas treparon eso mismo, y, esta semana, añadieron un extra – 0,10% / 0,13% - que puede atribuirse a la sensibilidad política. La tasa de diez años alcanzó 4,25%. Llegará a 4,5% o 5%, especulan distintos oráculos. ¿Por qué? La plataforma de Harris aumentaría el déficit en 3,5 billones de dólares en diez años, según el think tank CRFB. La de Trump, 7,5 billones. “Vamos a la bancarrota”, sentenció un trader exitoso, Paul Tudor Jones, a viva voz. James Carville decía que si él pudiera le gustaría reencarnar, no en un presidente o en el Papa, sino en el mercado de bonos. Porque su voluntad es capaz de hundir cualquier plan económico que ose contradecirla. Estamos avisados. Los bonos, esta semana, transmitieron su irritación.

Lo que las tasas largas le dicen al nuevo gobierno es que lo único que debe hacer es no hacer nada. Que aproveche la herencia de Biden. La economía crece saludable. La inflación se dirige, ella solita, hacia el garaje de 2%. Y la FED está convencida de que debe bajar las tasas todo el año que viene.

¿Qué pueden agregar Harris o Trump? El bull market cumplió dos años así. La bonanza está ampliamente distribuida. Un gobierno inocuo permitirá que la FED baje las tasas pacíficamente y asegure el aterrizaje suave. ¿Será demasiado pedir que conduzca el piloto automático, y no un piloto de tormentas con la peregrina idea de fabricar un temporal para destacarse?

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