Periodista: ¿Quién gana la elección el próximo martes? Los expertos dicen que no saben y que no puede saberse de antemano. Que es una moneda al aire. Las encuestas no se definen. La diferencia que se sacan los candidatos en el Colegio Electoral es ínfima, menor que el error de medición. Y en algunos casos favorece a Trump y en otros a Harris. Wall Street es el único oráculo que parece tener opinión formada. A esta altura, los precios incorporan una victoria de Trump. ¿O no es así?
Diálogos de Wall Street
¿Qué piensa Wall Street sobre la elección presidencial, Gekko? Está clara su preferencia por Trump, pero cómo imagina que serán sus primeros pasos. ¿Cumplirá con su agenda de campaña si triunfa? ¿Qué pasa si Kamala Harris da el batacazo?
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Gordon Gekko: Wall Street y los mercados de apuestas comparten la misma visión. No saben a ciencia cierta quién será el vencedor, pero aun así tomaron partido. Claramente, su dinero está puesto en un triunfo republicano.
P.: Trump presidente es bueno para la Bolsa y muy dañino para los bonos del Tesoro.
G.G.: Así parece. Sin embargo, la experiencia nos enseña que los distintos gobiernos son más semejantes entre sí que lo que se piensa cuando los candidatos hacen campaña. Por lo menos, en lo que tiene que ver con sus efectos en materia de inversiones. Cuán dañino para los bonos dependerá mucho de lo que ocurra en el Congreso, si alguien se lleva todo lo que hay en juego o si subsiste un Congreso repartido, que es lo más probable.
P.: Las plataformas electorales no proveen una buena guía sobre lo que pasará en la Casa Blanca.
G.G.: En campaña urge diferenciarse. La gestión es otra cosa. Está más condicionada por la realidad. Obama, Trump, Biden. Para Wall Street, que tiene su corazoncito republicano, fueron esencialmente lo mismo. Muy rentables los tres. Lo importante fue la continuidad del mercado alcista secular, más allá de pequeños matices y sobre todo de los shocks adversos, como la pandemia, con los que ellos debieron lidiar como un meteorito caído del cielo, sin haberlo propiciado.
P.: Convengamos que Trump es muy disruptivo. Y Kamala Harris alienta un discurso más previsible y convencional.
G.G.: Correcto. Pero lo que se dice en campaña es relativo. Nadie está obligado a declarar en su contra. Y si lo hizo, no está obligado a persistir en el error cuando asume.
P.: No cree que Trump haga lo que promete.
G.G.: No va a hacer todo lo que promete. En parte, porque resulta contradictorio. Así que no va a poder concretarlo, aunque quiera.
P.: ¿No cree que suba los aranceles, por ejemplo? Parece difícil que no lo intente con todo lo que insiste. ¿O es una estrategia de negociación comercial?
G.G.: Va a subir aranceles. Aunque sea, efectivamente, una herramienta de negociación para arrancar concesiones a cambio de moderarse. Pero vamos sí hacia aranceles más elevados. Eso creo que sí se concretará, porque Trump está convencido. Pero él quiere que el dólar baje, y eso lo haría subir contra las principales divisas.
P.: De hecho, el dólar está apreciándose a contramano con la reducción de tasas que realizó la FED. ¿Cómo conciliar estas contradicciones?
G.G.: Wall Street toma elementos de su discurso, los que tienen visos de poder ser ejecutados. Menos impuestos. Menos celo con la regulación. De ahí, los récords del Nasdaq, justo ahora en un momento de máxima incertidumbre. O el muy buen desempeño de los bancos regionales.
P.: La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, hoy insiste con la importancia de los requerimientos de capital para los bancos. No parece casual.
G.G.: Tal vez lo sea. Es un tema que le importa a la Bolsa, pero no creo que a los votantes. El mercado de cambios entiende que Trump se va a mover agresivamente con los aranceles, aunque después se modere. Y por eso el dólar se repliega. Si Trump es sensible a esa apreciación, si efectivamente quiere también un dólar en baja, habrá que corregir. Pero las monedas se están preparando para lidiar con un dólar fuerte, quizá buscando la paridad contra el euro en no mucho tiempo.
P.: Y volviendo a apretar fuerte al yen para dolor de cabeza del Banco de Japón.
G.G.: Eso es también visible, pero no es un efecto Trump puro. El partido del gobierno japonés perdió su mayoría parlamentaria, y contribuye a debilitar aún más la posición del yen. Es bueno recordarlo. No es solamente Trump quien juega.
P.: ¿Qué decir de la suba de tasas largas, que no se detiene? Un día antes que la FED recortara sus tasas, estaban en 3,62%. Hoy cruzaron el umbral de 4,30%. ¿Cuál es el mensaje? ¿Puede Trump ejecutar su agenda de suba de aranceles, deportación de inmigrantes (que son también trabajadores) y recortes impositivos si las tasas largas se resisten?
G.G.: Hay un trade-off donde antes no lo había. Trump puede hacer lo que quiera llegado el caso, pero, ¿le conviene una agenda inflacionaria? ¿Cuánto tiempo le llevaría darse cuenta de que no es un buen negocio? ¿Hará falta que la FED se lo diga, retaceando la baja de tasas? En su primer gobierno, lo entendió desde el día uno. O más bien, de antes, la noche misma en que consumó la sorpresa de derrotar a Hillary Clinton. Wall Street, a su modo, confía en que Trump no perdió esos reflejos.
P.: ¿Qué pasa si esta vez los demócratas, con Kamala, dan el batacazo?
G.G.: Sería business as usual, y un rally de alivio en los bonos.
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