Será el Gran Día de la Liberación. Con bombos y platillos, el miércoles el presidente Trump revelará su opera magna arancelaria -el régimen de reciprocidad- que promete una estricta correspondencia bilateral en materia de gravámenes a la importación. “Esto no es contra Canadá ni contra México, es contra todos -dijo el secretario de Estado, Marco Rubio-, es (un esquema) global”. Es decir, algo así como aplicar la política del ojo por ojo, país por país, arancel por arancel. Tosco, se diría, pero salomónico. Y al menos una plataforma decente -desactivada la OMC y sus mecanismos de solución de controversias- para sentarse a negociar una solución ulterior más conveniente para las partes, que podría contemplar hasta rebajas de impuestos y restricciones al comercio.
Donald Trump y su gran festival de aranceles: entre el camino para la liberación y la crónica de una recesión anunciada
¿Acaso la reciprocidad le pondrá un candado al desequilibrio comercial crónico de los EEUU? En la próxima década, los impuestos se reducirían en 4,5 billones de dólares y el gasto público, solo 1,7 billones. No solo Wall Street precisa certezas. Main Street, también.
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Ojo por ojo, país por país, arancel por arancel. Trump hará anuncios para todos.
“Se acerca el Día de la Liberación en América. Durante años hemos sido estafados por virtualmente todos los países del mundo, tanto amigos como enemigos”, posteó el presidente, para quien todo déficit de la balanza comercial bilateral constituye un abuso. ¿Acaso la reciprocidad le pondrá un candado al desequilibrio comercial crónico de los EEUU? No lo hará. Eso no es culpa de los aranceles, ni de su asimetría. Es un exceso permanente de gasto sobre el ingreso nacional, que la motosierra Doge de Elon Musk apenas rasguña. Y que se ampliará sustancialmente si el paquete legislativo que impulsan los republicanos en el Congreso -a través de un proceso simplificado de reconciliación- se aprueba tal como se presentó. En la próxima década, los impuestos se reducirían en 4,5 billones de dólares y el gasto público, solo 1,7 billones. Así no habrá liberación, sino más “opresión”. Aunque la recaudación aumente por la exuberancia de los gravámenes en frontera.
Entiéndase bien: si el régimen de reciprocidad fuera la última palabra de Trump en materia de aranceles, sin importar lo que dijese, Wall Street festejaría su propia liberación. Pero la saga continúa. No se agota con la igualación. México y Canadá mantienen un trato recíproco con los EEUU desde hace más de treinta años. Primero, a través del Nafta firmado en 1994. Luego, a instancias del propio Trump, en su primera presidencia, con otro acuerdo de libre comercio que lo reemplazó, “el mejor de la historia”, el USMCA de 2018. Ello no impide, sin embargo, que el presidente los persiga a ambos con una tarifa de 25% que hasta ahora no logró ejecutar. Y si entre ellos osaran unir fuerzas, Trump amenaza con más aranceles todavía.
Esta semana, se conocieron las gabelas que regirán sobre la importación de autos y autopartes (25%). Quizás esta, o la que viene, les tocará a los productos farmacéuticos y a la madera. Un país sin acero, no es un país, dijo Trump alguna vez. De ahí, el cargo de 25% al acero y el aluminio. Y por eso preventivamente se dispara el cobre, aunque no sea ya la edad de bronce. Resta definir el régimen especial para la Unión Europea. Y Trump prometió en campaña subir los aranceles a China a 60%. Y los aumentó en “apenas” 20 puntos porcentuales. Eso sí, avisó que podría concederle una rebaja si cede una participación en el negocio de Tik Tok en EEUU. Hoy por hoy, el tema principal de la agenda bilateral. Beijing se rehúsa. Sabe que tiene la figurita difícil.
Aranceles: daña más la volatilidad de los anuncios de Trump
Los aranceles son dañinos, pero mucho menos que la incertidumbre que Trump provoca con la volatilidad de sus anuncios. “No se puede predecir la política arancelaria”, dice el informe de una compañía de servicios petroleros, un sector que Trump y el secretario del Tesoro quieren promover para que EEUU adquiera “dominancia” en la energía. “Perfora, Baby, perfora”, es un enunciado “populista (sic)” hoy inalcanzable. Y el gobierno quiere aumentar la producción diaria de crudo en 3 millones de barriles. “La palabra clave para definir 2025 es incertidumbre y nuestros inversores odian la incertidumbre”. “No se pueden hacer planes así”. “Los precios internos del acero han subido 30% en un mes en anticipación a los aranceles”. No solo Wall Street precisa certezas. Main Street, también. Mientras, paraliza la toma de decisiones de riesgo.
La economía todavía resiste en pie. La confianza del consumidor se hundió a niveles de 2022, las expectativas económicas son las peores en 32 años. Pero el consumo privado, que cayó 0,6% en enero, se recuperó en febrero: +0,1% real. Tibio, aunque con el trasfondo sólido de un aumento de 0,5% del ingreso disponible. El PBI avanza a un ritmo cercano al 1,5% en el primer trimestre. Las expectativas de inflación del consumidor a un año de plazo se duplicaron: saltaron de 2,6% a 5% desde que empezó la guerra comercial. La inflación observada -según el deflactor del consumo- subió levemente en febrero (y su mediana se mantiene estable desde octubre). Pero los mayores aranceles comenzaron a regir recién en marzo y su universo se ampliará en abril. Las lecturas venideras serán más altas, incluso si la inflación fuese transitoria como concedió la FeD con suma cortesía.
¿Quién, o qué, hará entrar en razones a Trump?
Lejos de abrir un camino para la liberación, esta es la crónica de una muerte anunciada. Tanto que el instituto Anderson Forecast de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) ha realizado su primer pronóstico de recesión en 70 años. La contracción, dice, es completamente evitable. No obstante, si las políticas delineadas por Trump no se acotan, o se implementan de forma más gradual, el desenlace que prometen es recesivo. Y bien podría ser una estanflación.
Urge desensillar, pero no es la intención de Trump quien cabalga a contramano con entusiasmo. No hay peor ciego que el que no quiere ver. ¿Quién, o qué, lo hará entrar en razones? El choque con la realidad llegará, pero quizás demasiado tarde. Su equipo económico, extraído del mundo de las finanzas, debiera acortarle las riendas, pero lo alienta. La oposición demócrata lo deja hacer. Se relame con la visión de una catástrofe que le conceda revancha en 2026. Wall Street, que ya corrigió 10%, confía en que la sangre no llegará al río. Las Bolsas del mundo que prosperan mientras Manhattan corta clavos, también. El S&P 500 abandonó la pretensión de los récords y ya no viaja por encima de los 6 mil puntos. Pero tampoco se deprime con la pesadilla de una recesión autoinfligida. De ahí que no cava trincheras debajo de los 5000. El viernes cerró a mitad de camino: 5580. Su apuesta es modesta: que Trump reduzca pronto los niveles tóxicos de incertidumbre en aras de su propia supervivencia. Que instale una política mediocre, sí, pero estable y previsible.
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