41.900.000.000.000.000%. Ese es el punto máximo que alcanzó la hiperinflación en Hungría en 1946, donde los precios se duplicaban aproximadamente cada 15 horas. La gente solo diferenciaba los billetes por colores, y estos se pesaban a la hora de pagar, ya que su valor quedaba obsoleto.
El país europeo que sufrió una de las peores inflaciones de la historia: los productos duplicaban su precio cada 15 horas
Hungría registró unas cifras insólitas y una devaluación constante de su moneda. Cómo llegaron a ese punto y de qué forma se solucionó.
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La hiperinflación más feroz de la historia sucedió en Hungría, en 1946.
Las empresas comenzaron a pagar con sus bienes, como centímetros de textil o en especie, y el mercado negro creció como nunca. Los trabajadores podían exigir su pago antes de las 2 de la tarde, teniendo en cuenta que si lo recibían después de esa hora debía ajustarse a la inflación del día siguiente. Los salarios reales cayeron más del 80% y solo quienes contaban con oro y joyas podían acceder a lujos y bienes básicos.
Causas y consecuencias de la hiperinflación en Hungría
Hungría, al igual que muchos países, atravesaba las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Cercana al Eje -Alemania, Italia y Japón-, participó en un ataque a la Unión Soviética e 1941, aunque un año más tarde, previendo la caída alemana, intentó negociar con los Aliados. Esto provocó a Adolf Hitler quien en marzo de 1944 invadió e instaló una administración pronazi.
437.000 judíos húngaros fueron deportados a Auschwitz, y luego Budapest se convirtió en un campo de batalla entre Alemania y la URSS. Al final del gran enfrentamiento, la economía se desplomó como nunca antes; los alemanes habían sacado alrededor de US$1.000 millones en bienes y productos básicos del país, la mitad de su capacidad industrial quedó destruida, la producción agrícola cayó casi un 60%. y el 70% de los edificios resultaron en escombros.
El Gobierno húngaro decidió estimular la economía a través de la impresión de billetes, préstamos a bancos y consumidores y contratación de trabajadores. Esto llevó a que el país esté inundado de pengos, una moneda que había sido adoptada como una de las medidas para controlar la primera hiperinflación que sufrió Hungría en el siglo XX. Ante la inminente escalada inflacionaria, apareció el milpengo, equivalente a un millón de pengos, a modo de simplificación. Más adelante, nació el B-pengo, equivalente a un billón.
El Banco Nacional Húngaro también imprimió billetes por mil millones de B-pengos (10²¹ = 1.000.000.000.000.000.000.000), aunque nunca entraron en circulación. También se creó una moneda especial, el adópengo para los pagos postales y de impuestos. Ante las denominaciones absurdas, el 1 de agosto de 1946, Hungría introdujo el florín y redujo 29 ceros de la moneda anterior.
Y en un increíble preparativo, Hungría convenció a su pueblo de que esta moneda sería estable. La confianza, producto en parte del regreso de la reserva de oro del Banco Nacional Húngaro, sirvió para fomentar la credibilidad en la gente. El florín terminó siendo una de las monedas más estables del mundo hasta la década del 60'.
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