El Fondo Monetario Internacional (FMI) volvió a meter presión en el tablero económico argentino. En las últimas horas, trascendió que el organismo multilateral estaría insistiendo en que el gobierno de Javier Milei adopte una flotación cambiaria como parte de las negociaciones por un nuevo acuerdo. La recomendación, que no es nueva en la historia de las recetas fondomonetaristas, encendió luces de alerta en la city porteña y entre los economistas que orbitan cerca de la Casa Rosada. ¿Solución para desarmar el cepo o un salto al vacío en una economía bimonetaria?
Flotación, dólar y volatilidad: la peligrosa pulseada subterránea que intranquiliza a Barron's y al Gobierno
El FMI exigiría un cambio en la política del dólar para llevar todo a una flotación con bandas. La experiencia reciente lo desaconseja. Qué dicen Ricardo Arriazu, Domingo Cavallo, Emmanuel Álvarez Agis y Marina Dal Poggetto.
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La receta del FMI para dólar despierta advertencias de los consultores de la city.
La idea del FMI es clara: dejar que el dólar flote libremente, o al menos dentro de una banda administrada, para corregir lo que consideran un atraso cambiario que amenaza la acumulación de reservas. En Washington creen que el esquema actual, con un "crawling peg" del 1% mensual y un cepo férreo, no es sostenible en el mediano plazo. Sin embargo, la propuesta choca de frente con las advertencias de figuras como Ricardo Arriazu, uno de los economistas favoritos de Milei, quien disparó: "El FMI no entiende nuestra economía bimonetaria; una flotación ahora sería un problema serio".
En la City, la trituradora de especulaciones es incesante. Operadores y analistas especulan con un acuerdo inminente que podría incluir un préstamo de entre u$s10.000 y 20.000 millones, pero con condicionalidades que no todos ven con buenos ojos. La flotación, ya sea libre o con bandas entre $1.000 y $1.300, implicaría un ajuste cambiario que muchos temen como el preludio de una disparada inflacionaria.
"Si el dólar se va al techo de la banda, el BCRA va a tener que quemar reservas para contenerlo, y eso en un año electoral es dinamita", señaló un operador que prefirió el off the record. El viernes pasado, esa presión sobre el dólar se hizo evidente: el Banco Central vendió u$s474 millones en el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC), la mayor venta en lo que va del año, en un día de operaciones que superó los u$s1.100 millones, reflejando una demanda feroz de divisas.
Dólar: devaluar o flotar sin rumbo fijo
El Gobierno, por su parte, juega al misterio. Luis Caputo, desde el Ministerio de Economía, insiste en que no habrá devaluación abrupta, pero la presión del FMI y los movimientos del mercado podrían forzar una corrección antes de lo previsto. Milei, fiel a su discurso libertario, ha coqueteado con la idea de una flotación, aunque siempre con la estabilidad como bandera. Sin embargo, el viernes pasado el mercado dio una señal inequívoca: la especulación con el dólar futuro se disparó, con contratos en el Rofex que alcanzaron casi 2 millones de operaciones y tasas que se acercaron al 30%, un salto que prendió alarmas en el Gobierno. Las reservas, tras la venta del BCRA, quedaron en u$s28.088 millones, un nivel que no tranquiliza a nadie.
Los fantasmas del pasado no ayudan. La experiencia de 2018, con una banda cambiaria que terminó en corrida y crisis, está fresca en la memoria colectiva. "Argentina no es Perú ni Uruguay; acá el dólar no es solo una moneda, es una obsesión", graficó un analista de una consultora local. La economía bimonetaria, donde el peso convive con el billete verde como unidad de cuenta para casi todo, hace que cualquier movimiento brusco en el tipo de cambio se traslade rápido a los precios. El viernes, los bancos aprovecharon el MULC para dolarizar posiciones, forzando al BCRA a intervenir con fuerza y dejando en claro que la presión cambiaria no da tregua.
Desde el FMI, la postura es inflexible: sin mayor flexibilidad cambiaria, no hay desembolso fresco. El organismo ve en la flotación una forma de destrabar el cepo y atraer inversiones, pero subestima, según los críticos, el riesgo de una desestabilización social. "Soy enemigo del cepo, pero más enemigo del colapso", sentenció Arriazu, resumiendo el dilema que enfrenta el gobierno. La venta masiva de dólares del viernes, que algunos atribuyen a un "reacomodamiento" de bancos ante un posible acuerdo con el FMI, no hace más que alimentar las dudas sobre cuánto puede resistir el esquema actual.
La ofensiva de Carlos Rodríguez: sobran pesos
En este contexto, el economista Carlos Rodríguez, exasesor de Milei, salió con los tapones de punta a desmentir la narrativa oficial sobre la cantidad de pesos en la economía. "El día 7 de marzo, la Base Monetaria llegó a $30,8 billones de pesos. Además, el Tesoro debía un stock de LEFI (Letras de Financiamiento) por $10,7 billones. Las LEFI reemplazan a los Pases, las emite el Tesoro exclusivamente para los bancos, pero son redimibles en todo momento a cambio de pesos en el BCRA", señaló Rodríguez en los últimos días.
Y no se quedó ahí: "El Tesoro tiene 9,2 billones depositados en el BCRA, gastables en cualquier momento, y permanece el pasivo de bonos Bopreal, emitidos por el BCRA para canjear a importadores, que llega a casi $11 billones, incluidas algunas Lebac remanentes. Parece que el viernes 14 se redimieron muchos Bopreales". Rodríguez calcula que, "sumando LEFI, depósitos del Tesoro y Bopreales, existe una emisión potencial de $30,9 billones de pesos, exactamente igual al monto de la Base Monetaria de ese día. O sea, en deudas exigibles hay un 100% de la Base Monetaria en emisión potencial al 7 de marzo de 2025".
Para él, este 100% de emisión potencial, combinado con un crecimiento anual de la Base del 186% –muy por encima del 67% anual de los precios–, "sugiere la existencia de un fuerte desequilibrio monetario, sostenido por el cepo y altas tasas de interés". "Si no va a haber pesos en el mercado, ¿qué van a hacer los que no tienen canutos para blanquear y vender al dólar oficial al BCRA?", disparó, comparando la situación con una hiperinflación alemana con impuestos desmedidos.
Domingo Cavallo, Emmanuel Álvarez Agis y Marina Dal Poggetto
La discusión sobre el dólar también sumó voces de peso en los últimos días. Domingo Cavallo, exministro de Economía, advirtió a principios de enero que el tipo de cambio está atrasado un 20%, una apreciación "parecida" a la de los años finales de la Convertibilidad, que terminó en crisis. En su blog, Cavallo sostuvo que esta situación desalienta exportaciones y fomenta importaciones, deteriorando la balanza de pagos, y sugirió que una salida del cepo con ajuste cambiario no interrumpiría la desinflación, aunque el gobierno lo posterga por temor a la volatilidad.
Por su parte, Emanuel Álvarez Agis, exviceministro y titular de PxQ, señaló a mediados de febrero que el dólar atrasado no es un éxito automático, criticando la idea de Milei de que la caída del tipo de cambio real garantiza estabilidad. "No toda baja del TCR es un triunfo; puede ser una señal de problemas futuros", afirmó en Radio Con Vos, alertando que la escasez de reservas sigue siendo el talón de Aquiles del esquema actual.
A esto se suma la opinión de Marina Dal Poggetto, directora de EcoGo, quien en una reciente entrevista planteó dos escenarios posibles: uno donde el gobierno sostiene el crawling peg al 1% mensual esperando financiamiento externo –"siga siga, Trump nos salva", ironizó– y otro donde el FMI fuerza un cambio antes, aunque cuestionó cómo salir del cepo sin devaluar o bajar retenciones, dado que "te faltan dólares el año que viene, sobre todo para financiar importaciones". "Es una fiesta mientras todo se mantenga quieto", advirtió sobre las tasas actuales, sugiriendo que el equilibrio es frágil.
El debate sobre la flotación también se coló en las páginas de los informes económicos recientes. Un análisis publicado esta semana por la consultora Analytica, titulado "Flotación: ¿panacea o precipicio?", plantea que el FMI estaría evaluando una flotación administrada como paso previo a la unificación cambiaria, pero advierte que sin un colchón de reservas robusto –estimado en al menos 40.000 millones de dólares–, el experimento podría derivar en una corrida cambiaria similar a la de 2019. "Argentina no tiene las condiciones macro para una flotación limpia; el BCRA necesitaría intervenir constantemente, y con las reservas actuales, eso es un lujo imposible", sentencia el reporte, que coincide con las críticas de Rodríguez sobre el desequilibrio monetario y pone en duda la viabilidad de la receta del Fondo en el corto plazo.
La sorpresa de Barron’s, lo único que faltaba al debate
Desde el otro lado del Atlántico, la revista Barron’s puso la lupa sobre el experimento económico de Milei en un artículo reciente. Según la publicación, los mercados financieros están aplaudiendo la caída de la inflación –de un pico de casi 300% anual a menos de 85% en enero–, pero la presión cambiaria sigue siendo demasiado grande para no verla. "Milei ha cortado la inflación con una motosierra, pero el próximo desafío es el tipo de cambio", señala Barron’s, destacando que los bonos soberanos en dólares subieron un 10% en lo que va del año, reflejando optimismo inversor. Sin embargo, advierte que una flotación sin reservas suficientes podría desatar una "tormenta perfecta" en un país donde el dólar paralelo ya cotiza a más del doble del oficial, un guiño a la fragilidad del esquema que el FMI parece ignorar.
Barron’s también subraya que el éxito de Milei depende de mantener el delicado equilibrio entre austeridad y crecimiento. "Argentina ha sorprendido a los escépticos con su disciplina fiscal, pero el verdadero test será liberalizar el mercado cambiario sin que todo se desmadre", apunta el artículo. La publicación destaca que, aunque Milei ha logrado reducir la inflación a niveles impensados hace un año, el costo social –con un consumo en caída libre y una recesión que no afloja– podría minar su apoyo político si la flotación recomendada por el FMI termina en una devaluación descontrolada. En Wall Street, dice Barron’s, hay quienes ven a Argentina como una apuesta arriesgada pero con potencial, siempre que el gobierno consiga dólares frescos para respaldar cualquier aventura cambiaria.
En el mercado, las apuestas ya están sobre la mesa. Algunos ven un dólar oficial trepando a $1.400 para fin de año si se concreta la unificación cambiaria, mientras otros creen que Milei resistirá hasta después de las elecciones de medio término. Lo cierto es que el BCRA, con reservas netas escasas, no tiene demasiado margen para improvisar. La presión del dólar, que el viernes se tradujo en una intervención récord y una suba en los futuros, podría ser el anticipo de un ajuste inevitable. La flotación, con o sin bandas, sigue siendo un salvavidas en teoría, pero también una bomba de tiempo si las expectativas se desbordan.
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