Existen tanto en Argentina como en el mundo discrepancias significativas entre el índice de precios al consumidor y el costo de vida de cada ciudadano.
La diferencia entre el índice de precios y el costo de vida
Durante 2024 el Índice de Precios al Consumidor subestima la inflación “real” que reflejan ponderadores más actualizados
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Stefanie Stantcheva, profesora de economía política en Harvard, y fundadora del Laboratorio de Economía Social de la Universidad, publicó este año un estudio que confirma que la percepción de inflación de los ciudadanos supera, con mucho, las cifras oficiales difundidas por el Gobierno de los EE.UU.
Stancheva señala que cuando se pregunta a la gente por la inflación anual la percepción promedio es del 7% anual, la mediana es del 5% anual, cuando el IPC refleja 3,4%. Lo mismo han medido otros estudios en Europa.
Así en el plano internacional como en Argentina se verifican serias dificultades metodológicas para hacer canastas representativas de los consumos actuales de diferentes grupos de la población, más allá que en los últimos 50 años en Argentina hubo numerosas situaciones donde se sacaron productos (ej. la carne) de los índices para que los “números dieran mejor” o se controlaban precios de las canastas vía precios máximos o acuerdos de precios para que los IPC dieran más bajos que la inflación.
Una de las primeras cosas a decir es que el índice (IPC) incluye una ponderación fija de gastos de consumo separado por regiones del país. Claramente personas según su edad, núcleo familiar y condición socio económica tienen diferentes canastas de consumo. Incluso dichas canasta varían en el tiempo, en función de preferencias, cambios tecnológicos y situación económica.
Volviendo al ejemplo de Estados Unidos existen diversos consumos que han aumentado significativamente en los últimos años, pero que no forman parte de la canasta oficial del IPC de dicho país.
Por ejemplo, los intereses sobre diversas deudas incluyendo tarjetas de crédito, que pesan muy fuerte en los gastos de los estadounidenses. También la compra de coches usados, los seguros de hogar, los pagos de servicios de cuidado de ancianos y niños, incluso otros servicios que han crecido significativamente como el costo de paseadores de perros y gastos en mascotas.
Esto es relevante porque, en el caso de Argentina, el IPC que mide el INDEC tiene como año base a 2016 y toma datos de la encuesta de gastos de hogares (ENGHO) de 2004 y 2005. Ciertamente en 20 años hubo numerosos cambios de consumos por razones de precio, y como dijimos cambios tecnológicos y estilos de vida que afectan el consumo de las familias.
El índice nacional vigente toma solo consumos de áreas urbanas y especialmente desde la pandemia existen cambios significativos en los lugares de residencia a partir del trabajo remoto, cambios en el tipo de trabajo en general y en el estilo de vida elegido y no solamente en las personas jóvenes.
El Indec está desarrollando una nueva metodología a implementarse desde fin de año que debiera capturar parte de los citados cambios económicos y sociales tomando la encuesta de hogares de 2018, más representativa que 2004 pero también desactualizada pandemia mediante. Supuestamente el nuevo índice relevaría cerca de 500 mil productos, en relación a cerca de 320 mil de la actualidad y aumentaría también los canales de venta relevados.
Esperemos que antes de establecer la nueva metodología el INDEC haga consultas con diversos especialistas para que la nueva metodología acerque más la inflación difundida con lo que percibe el bolsillo.
El actual índice incluye gastos de telefonía fija y servicios postales, pero excluye o da un ponderador inferior al peso vigente en el gasto ciudadano a otros servicios como banda ancha y telefonía celular, (toma el tráfico de 2015) y de contenidos audiovisuales (Netflix, Spotify, etc.).
Hay otras cuestiones sensibles como los ajustes por calidad. En algunos casos pueden sobrestimar la inflación. Por ejemplo, nuevos modelos de autos que tienen mayores prestaciones y donde la encuesta de precios compara con un modelo más viejo. También que se hace cuando hay faltantes de productos y los consumidores deben optar por sustitutos más caros.
El índice actual, medido por el INDEC incluye que en el GBA un 23,44% corresponde a alimentos y bebidas lo que es un valor promedio, que ciertamente subestima el peso de la alimentación en los sectores populares. Gran parte de la población (más del 50% por debajo de la linea de la pobreza) debe suprimir consumos, consumir alimentos de segundas o terceras marcas o resignar alguna de las comidas diarias, cuando los ingresos apenas alcanzan para subsistir como ocurre con un 18% de la población en situación de indigencia.
El alquiler de una vivienda incluyendo gastos conexos es de 5,8% en el índice. Ciertamente el costo de un alquiler ha aumentado significativamente en el año por impacto de la retracción de la oferta por la incertidumbre macro en 2023-2024 y la elevada inflación y supera holgadamente dicho porcentaje, lo que afecta especialmente a sectores medios. Así el IPC tiene dificultades para capturar el costo de vida real en todos los sectores sociales.
De hecho, como vemos en el índice siguiente, el costo real en diversos servicios como electricidad y gas aumentó fuertemente en el año, tanto en valores corrientes como en proporción al salario.
Una persona que destinaba menos de $ 15.000 a afrontar gastos de electricidad, gas y transporte ahora debe emplear el triple, pasando de menos del 2% del salario neto a más del 8% en el promedio de la población. Claramente en sectores de menores ingresos el peso de estos servicios es mucho mayor.
De hecho, como vemos en el siguiente gráfico si se toma en cuenta la brecha entre el IPC Nacional, con las ponderaciones de 2004 (linea violeta claro) y el IPC tomando la ENGHO de 2017-2018 (línea violeta punteada) ambas con referencia en el eje vertical de la izquierda- puede verse que, así como el índice de inflación fue más alto de 2019 a enero de 2024 empleando la metodología vigente, durante 2024 el IPC subestima la inflación “real” que reflejan ponderadores más actualizados como los 2017-2018.
La diferencia entre ambas líneas se ve claramente en las barras de color (diferencia entre ambas líneas) cuyos valores se reflejan en el eje vertical de la derecha, que marca como la inflación en los últimos meses sería 6% anual superior si se tomara la canasta actualizada de 2017/2018 en lugar que la de 2004.
Esto se debe especialmente al impacto de las tarifas. Obviamente como vimos la diferencia en la inflación de bolsillo es aún mayor con los aumentos ya aplicados. Habrá que ver qué pasa en 2025 con la relación inflación y ajustes de tarifas para ver como impactará en la lectura la nueva metodología. ¿Corregir las tarifas cuando hay bajos ponderadores como ahora y frenarlas en el año electoral con los ponderadores actualizados? Quizás.
Uno puede ver parte de este efecto si se toma en cuenta el índice de precios de CABA que es sistemáticamente más elevado que el IPC Nacional para el GBA (que incluye a CABA mas 24 partidos del GBA).
También incide en el costo real de vida la pérdida de beneficios, no solo en subsidios, sino también en descuentos como medicamentos en jubilados. De esta manera, cuando uno trata de explicar por qué el consumo viene muy por detrás del nivel de actividad estos puntos son cruciales.
La confianza de la población en los índices es un tema crítico y será más plena cuando reflejen más cabalmente el costo de vida. Cuando la sensación térmica se acerque a la temperatura.
Pero tenga en cuenta amigo lector que en todo el mundo es un tema de difícil solución y no hay mejor indicador de que cada familia mida la evolución de sus gastos. Mucho más si el salario, especialmente en sectores como el sector público, trabajadores informales y jubilados como se proyecta no recuperará lo perdido desde 2018.
El tema de fondo más allá de cuestiones metodológicas es que la baja de la inflación objetivo loable, vaya acompañada de una mejora en la actividad y en la recuperación de ingresos, especialmente en sectores que ingresaron en la pobreza y la indigencia. Una baja inflación no asegura por si misma que haya trabajo, ni que el sueldo alcance para cuestiones esenciales.
No se observa que haya un conjunto de políticas macro ni mucho menos políticas integrales en trabajo, salud, educación, vivienda popular que garanticen una vida digna para los argentinos.
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