10 de marzo 2025 - 00:00

Donald Trump y los aranceles: el que a hierro mata, a hierro muere; o huye y sirve para otra guerra

El Presidente cerró a nivel comercial la Guerra de los Dos Días, una campaña de largo aliento que no pasó de una escaramuza relámpago. Avance firme con China. Del soberbio Trump rally que motivó su triunfo en las urnas en noviembre, ya no queda nada.

Wall Street pensó siempre que la bravuconada arancelaria de Trump era un bluff, un engaño. 

Wall Street pensó siempre que la bravuconada arancelaria de Trump era un bluff, un engaño. 

¿Quo vadis, Trump? Esta es la crónica de una guerra largamente anunciada (y velozmente suspendida en la frontera). El presidente cumplió su palabra, después de una prórroga evasiva de un mes. Y fue a la guerra de aranceles con sus dos principales socios comerciales, México y Canadá. Atacó con munición gruesa: una alícuota de 25%. No respetó así la letra del tratado de libre comercio -el USMCA- que él mismo escribió en 2020 como reemplazo del Nafta. Para cumplir su palabra reciente, ignoró olímpicamente su solemne compromiso anterior (“el mejor tratado comercial de toda la historia”, según su autor). No hay más espacio para la negociación, dijo el lunes, implacable. A la hora señalada, el martes, los nuevos aranceles entraron en vigor. Y los mercados crujieron. Los angustia que su implementación provoque un choque frontal de la economía.

Ese mismo día, por la tarde, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, ya veía algún resquicio para conversar. Los tributos podían bajar, quizás a la mitad, si los países le demostraban a Trump una merma en los flujos de drogas prohibidas. “Esta es la guerra del fentanilo, aclaró, no la guerra de comercio”. El miércoles, sin prueba mediante, Washington dispuso que los gravámenes a la industria automotriz se suspendan por otro mes. Más tarde se extendió la iniciativa a México que, con perspicacia, había demorado la difusión de represalias hasta el domingo. Canadá, que respondió de inmediato con un paquete de contramedidas, no quiso saber nada. O Trump desistía de los aranceles definitivamente, o la retaliación seguía en su sitio. El jueves, el presidente -de forma unilateral- decidió exceptuar también a Canadá, por un mes.

El comercio en la era Trump: la Guerra de los Dos Días

Y así se cerró la Guerra de los Dos Días, una campaña de largo aliento que no pasó de una escaramuza relámpago. Culminó dando pena y sin gloria. Eso sí, la importación de los productos de los vecinos que no están cubiertos por el tratado USMCA quedaron gravados al 25%. Y el viernes Trump, inoxidable, prometió embestir contra los lácteos y la madera provenientes de Canadá. Hoy, por último, en represalia, la provincia de Ontario cobrará un sobrecargo de 25% a la electricidad que exporta a tres estados de EEUU: Michigan, Nueva York y Minnesota.

Wall Street pensó siempre que la bravuconada arancelaria de Trump era un bluff, un engaño. El presidente le demostró esta semana que es su intención real. Y también que no logra ejecutarla sin zozobrar en la maniobra. No es un bluff, Trump no miente; sino una gaffe. Quiere, pero no puede. Carece de la capacidad. Y no lo sabía, por eso lo intentó y fracasó con estrépito. Pero soldado que huye, sirve para otra guerra. Trump no se rindió, insistirá. Wall Street anticipaba el bluff tres miércoles atrás cuando el S&P 500 clavó su último récord. Meter en precios la impericia y la tozudez ya facturó una corrección -una caída de 10% desde los máximos- en el Russell 2000, el Nasdaq 100 y el Nasdaq Combinado. El S&P 500 se zambulló 3,1% en la semana -la peor desde septiembre- y 6% desde los máximos. Cruza los dedos para que la Administración aprenda algo de la lección. Pero, en todo caso, del soberbio Trump rally que motivó su triunfo en las urnas en noviembre, ya no queda nada. Todo terminó de devolverse el jueves. Los animal spirits tiraron la toalla.

Titubeos en el vecindario y avance con China

La guerra comercial empezó en febrero, y se profundiza, en otro frente que hoy no despierta tanta atención. Trump titubea en el vecindario, pero avanza firme con China. En febrero, le aplicó un arancel extra de 10%. Y la semana pasada, sumó otro 10%. A diferencia de México y Canadá, las importaciones chinas ya estaban sujetas a un impuesto promedio de 13% (por iniciativas de Trump en su primer mandato que el presidente Biden mantuvo o en algunos casos reforzó, como en el de los vehículos eléctricos, que cuadruplicaron el tributo a 100% en mayo de 2024). Beijing contestó con su propia suba de aranceles -de 10 a 15 puntos porcentuales- en productos agrícolas, carbón, camionetas y ciertos autos deportivos. También anunció el inicio de una investigación anti-monopolio a Google. Pero lo más molesto para Trump es que Tik Tok sea refrectaria al desembarco de capital de EEUU para compartir su propiedad. China hace saber, en público y en privado, que está lista para todo tipo de guerra.

En campaña, Trump prometió un arancel general de 10%; y para China, de 60%. Se diría que hoy está a mitad de camino. Esta semana deberían aplicarse los nuevos tributos al acero y el aluminio. El 2 de abril, se definiría el esquema de aranceles recíprocos que apunta a nivelar el tratamiento comercial bilateral, país por país. Como se aprecia, Trump no desiste en su cruzada. Quiere acrecentar la recaudación para extender la vigencia de la rebaja impositiva que el Congreso le concedió en 2018, y que no se desborde el déficit de las cuentas públicas. Unos, los que suben, son impuestos que pagan los extranjeros, Trump dixit (aunque no es cierto). Los otros, los que van a bajar, son los que pagan los residentes. ¿Con gente así al timón, qué puede salir mal? Lo que debiera quedar claro es que el tercer riel que no tiene que pisar es el del comercio con México y Canadá bajo la órbita del USMCA. La industria automotriz integrada regionalmente, por caso, no puede funcionar en un mes, ni en tres, ni en seis, si ahora se le interponen barreras. Y Trump sueña con recuperar esos puestos de trabajo transfronterizos. Con tiempo, con una renegociación del tratado, y aranceles bajos, quizás sea una operación inconveniente, pero factible. ¿Lo entenderá? ¿O volverá a meter los dedos en el enchufe? De la respuesta también dependen las chances de una recesión en los EEUU. Hoy todavía distante, no importa lo que sugieran el pronóstico negativo de la Fed de Atlanta o el salto brusco en los mercados de apuestas. Pero si Trump se obstina podrá conseguir lo que no pudo Biden: una recesión como Dios manda. Y así lograría lo que ningún presidente de EEUU: dos recesiones consecutivas, una en cada mandato.

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