20 de diciembre 2022 - 00:01

Escenas de otro Mundial: Karpov vs. Korchnoi durante la Guerra Fría

History y Flow acaban de estrenar un impecable documental de Alan Byron sobre los ajedrecistas rusos.

Victor Korchnoi. El maestro disidente que buscó asilo en Suiza.

Victor Korchnoi. El maestro disidente que buscó asilo en Suiza.

El canal History ofrece un formidable largometraje documental sobre otro Mundial: el del ajedrez. “Korchnoi vs. Karpov - Jaque al comunismo” (“Closing Gambit, 1978, Korchnoi vs Karpov and the Kremlin”) muestra el tenso duelo entre dos maestros ajedrecistas, el disidente ruso Victor Korchnoi, compitiendo por Suiza, contra el ultimo gran paladín soviético, Anatoly Karpov. La final del “juego-ciencia” ya atraía la atención mundial cuando, por primera vez en décadas, un occidental, el estadounidense Bobby Fisher, habìa derrotado al ruso Boris Spassky, lo cual a nivel propaganda era un auténtico insulto para la URSS, que vio con alivio la extraña desaparición de Fisher (que ha generado varios largometrajes de ficción). En una parte del documental se asegura que Brezhnev odiaba especialmente la derrota de Spassky porque había perdido no sólo contra un americano, sino que encima medio hippie. Por eso, por cualquier medio había que evitar el triunfo de un traidor, ya que demolería todos los principios de las ideas de la superioridad comunista sobre la decadencia capitalista.

En medio de ese clima derrotista, el campeón soviético, aunque nunca bien adaptado al régimen, Victor Korchnoi, se hartó de cómo lo presionaba la KGB -máxima autoridad en temas relacionados con cualquier campeonato de disciplinas consideradas patrióticas y esenciales por el Kremlin- sobre la forma como debía comportarse públicamente y elegir a sus asesores y maestros por factores políticos y no exclusivamente profesionales. Korchnoi era un tipo temperamental, y la ira lo llevó a abandonar a su suerte a su esposa y su hijo para pedir asilo político: no sólo abandonó al equipo de ajedrez, sino que se enfrentó a él en todos los certámenes internacionales.

El experto documentalista británico Alan Byron, autor de films sobre David Bowie, John Lennon y la reina Isabel, utilizó un generoso presupuesto y mucha paciencia para encontrar el material importante de archivo y noticieros televisivos de la época, además de revisar horas de entrevistas nuevas y viejos programas televisivos con testigos importantes, incluyendo al mismo Karpov y los maestros y colegas de los dos oponentes, además de periodistas especializados, detalle importante dado que el Mundial de Ajedrez de 1978, además de enfrentar en un tablero a dos sistemas políticos siempre al borde de una guerra, para colmo se iba a llevar a cabo en una tierra extraña donde todo podía suceder, las Filipinas del dictador Ferdinando Marcos. La ex colonia española y luego norteamericana, en el medio invadida por los japoneses, era un paraíso no solo para la CIA, sino también para espías y grupos extremistas. A lo largo de los años se tejieron muchas historias, incluyendo algunas de corte paranormal, algo especialmente absurdo teniendo en cuenta la supuesta racionalidad y alto nivel de inteligencia de los involucrados. Mientras la KGB contrató a un celebre parapsicólogo para estar sentado en primera fila y mirar fijo al campeón disidente -que para colmo había sido terapeuta de Korchnoi y conocía sus secretos-; éste se defendió llevando a gurúes de una secta orientalista que huían de la India donde eran buscados como sospechosos de homicidio. También hubo un gran debate sobre un yogur que le llevaban a Karpov, ya que la gente de Korchnoi aseguraba que según la posición de la cucharita, el color del frasco o la hora para comerlo implicaba un código con consejos claves para la partida. El asunto fue tan serio que se crearon reglas para cómo y cuándo Karpov podía comerse su yogur. La tensión era tal que los jugadores se negaban a estrecharse la mano antes de cada partida.

El director hace un gran trabajo no sólo en estos momentos sino que también da un riguroso vistazo al ambiente y la ideología de los ajedrecistas en la Unión Soviética, que consideraba a este juego como una disciplina sagrada al mismo nivel que las otras grandes elegidas desde inicios de la revolución, es decir la poesía y el ballet. Y realmente contagia aquello que Pudovkin describía en su antológico cortometraje cómico de 1925 “La fiebre del ajedrez” (1925) sobre la locura popular soviética por el maestro cubano José Raúl Capablanca.

Curiosamente también hay dos momentos argentinos: uno cuando comparan cuánto más cobraba el campeón del ajedrez de 1978, nada menos que 350 mil dólares, mucho mas que lo que entonces ganaba uno de los deportistas más famosos de ese año, Guillermo Vilas, sólo 60 mil para triunfar en Wimbledon. Y una secuencia en las Olimpiadas de Ajedrez en Buenos Aires en la que Korchnoi jugó varias simultáneas apenas dos semanas más tarde de perder ante Karpov, del que con el tiempo llegó a ser asesor y amigo, con la condición de que jamás se mencionara el Mundial 1978.

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