“Mientras hacemos la obra, comemos y tomamos vermut, somos muy del método.. de mofar y chupar. Todo lo que decimos a velocidad y en verso lo hacemos con la boca llena, pero estamos muy fogueadas”, dice Alejandra Flechner sobre la desopilante “Tarascones”, que vuelve el domingo a El Picadero para presentarse los domingos a la hora del té, las 17.
Alejandra Flechner: "Tenemos una adicción tremenda a Tarascones"
“Tarascones” vuelve el domingo a El Picadero para presentarse los domingos a la hora del té, las 17. Con Alejandra Flechner, Paola Barrientos, Eugenia Guerty y Susana Pampín.
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Guerty, Pampín, Barrientos y Flechner: lenguas filosas de "Tarascones"
Junto con Paola Barrientos, Eugenia Guerty y Susana Pampín, protagonizan esta comedia negra dirigida por Ciro Zorzoli escrita por Gonzalo Demaría que bate récords de público con más de 400 mil espectadores y va por más. Las señoras de lenguas filosas son Zulma, Martita y Estela, que se reúnen en casa de Raquel para tomar el té, charlar y jugar a las cartas. Pero un suceso inesperado transformará la reunión en una hoguera en la que la hechicera culpable deberá ser ejecutada.
“La obra habla sobre las personas de bien y sus hipocresías, prejuicios, clasismos, se mete mucho con el desprecio a una clase que no es la propia, alta o semialta. Con una cantidad de creencias respecto de lo que significa tener dinero, pensar que existe una superioridad de toda índole, moral, ética, por ser guituda. Estas amigas no dudan en arrancarse el cuero a lonjas entre ellas si lo consideran necesario”, sintetiza Flechner, con quien conversamos sobre el placer de hacer esta obra.
Periodista: ¿Por qué crees que “Tarascones” se convirtió en el clásico imbatible que es?
Alejandra Flechner: Es un clásico, es un festín de teatralidad, es todo lo que yo y la gente puede esperar y desear de lo que es el hecho teatral. El hechizo que generan las actrices en el público, ese texto en verso, los cuerpos que no pueden moverse de un modo realista, la cantidad de cosas que suceden en el escenario simultáneamente, la explosión de colores y texturas en textos, movimientos y las cosas que se dicen, que son políticamente incorrectas, monstruosas. Todo eso genera una especie de espejo de todo lo que hasta algún momento del país parecía que no podía decirse. Pero en los tiempos que corren, a estos personajes desaforados los vemos circular en los medios de comunicación y en los gobiernos. Hasta un momento se decían cosas que parecían imposibles de escuchar y no debían ser dichas, eso es muy festejado por el público. Hace reír desde un lugar muy incisivo e inteligente.
P.: ¿Cómo logran que las cuatro protagonistas vuelvan a reunirse cada año?
A.F.: La obra la hacemos todos los años porque tenemos una adicción tremenda a Tarascones. Amamos hacer la obra de una manera que no tiene nombre, el nivel de satisfacción que produce hacerla es inenarrable y entonces la queremos hacer siempre. Ponemos con común agendas, funciones de otras obras, filmaciones, viajes, festivales pero logramos ponernos de acuerdo aunque no es tan sencillo, pero lo buscamos denodadamente. Creemos que con los años en algún momento no vamos a tener que maquillarnos tanto porque seremos esas viejas, lo terminaremos haciendo en el geriátrico comiendo sanguchitos y tomando bebidas espirituosas para el té de las 5 de la tarde.
P.: ¿Qué ingredientes tiene esta comedia negra que oscila entre la charla, el té, el policial, el crimen y la bruja?
A.F.: Los primeros ingredientes son el té o vermut, es característico de esta obra, y los sanguchitos y masas. Este humor brutal, cruento muestra ciertas hipocresías, prejuicios, homofobias y racismos en cuatro mujeres de bien. Y algo se torna descabellado. Empieza como comedia de living de tomar el té y se va a otro lado, no esperás que la obra despegue pero se va al cuerno. Entra en una zona delirante y se transporta geográficamente.
P.: ¿Qué temas toca la obra? Va desde prejuicios y paranoias hasta la amistad
A.F.: Estas amigas se terminan despellejando de manera cruenta. No dudan en arrancarse el cuero a lonjas entre ellas si lo consideran necesario. Hay algo del material que contiene una zona de crueldad por tener algún poder y esconder los trapitos debajo de la alfombra. La hipocresía, decir una cosa y hacer otra, hoy día está más en vigencia que nunca.
P.: ¿Cómo recibe el público la métrica del verso?
A.F.: En teatro hay que entrar en la convención, todos jugamos, público y actores, a que lo que ocurre es verdad. Parte de esa convención es que esta gente habla raro, rápido, suceden muchas cosas, el público tiene una tarea muy activa, está exigido pero la pasa lindo, tiene que parar la oreja hasta que tiene que acostumbrarse a ese modo de hablar, no solo en verso, sino con canciones. Es un lenguaje que mezcla géneros, muy popular y erudito, muy interesante y erudito, se ríe todo el tiempo. Su propia risa no deja escuchar lo que viene, a la vez grita, se contiene y tiene que seguir la velocidad como una metralleta de risas. Es una dinámica muy buena, el público no termina de poder descargarse y sobre el final, la gente está a los gritos de la tensión que acumula. Descarrila como en una bajada de montaña rusa. Es una obra barroca, con mucho para ver, escuchar y asimilar, es muy estimulante, es como un parque de diversiones.
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