La Carpa Revolució, así en catalán, sin ene final, está instalada en Sant Pere de Ribes, San Pedro de Ribas, a cinco minutos de Sitges. Tiene 1000 butacas, y 400 en un espacio anexo, donde se representan y enseñan artes circenses y también se ofrecen recitales de toda clase. A su cargo está Isaac Domínguez, último representante de los Dalton. Por ahí cerca en Olivella vive el mayor, Luis Dalton, cuando no está trabajando en cruceros de alta mar. Lo suyo es entretener a los pasajeros con cositas sencillas, como pararse de cabeza sobre una botella y una vez en posición bien vertical ponerse a hacer malabares, ya dijimos, cosas sencillas. Las viene haciendo desde niño.
Atractiva historia sobre una familia de artistas de circo
"Dalton Revolució", de Alex Jablonsky, narra la trayectoria de una especie en extinción a través de la genealogía de unos chilenos, afincados en Cataluña, que maravillan a su público
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![Daltòn Revolució, de Alex Jablonkis, examina la intimidad de una familia de artistas circenses.](https://media.ambito.com/p/d57d053394a344db3d8bd14d4dcdba7d/adjuntos/239/imagenes/042/184/0042184404/655x368/smart/daltonjpg.jpg)
"Daltòn Revolució", de Alex Jablonkis, examina la intimidad de una familia de artistas circenses.
Dalton es el nombre artístico. Valenzuela es el real. Los primeros Valenzuela llegaron de Chile allá por el año del Centenario. Algunas mujeres de la familia fueron ecuyeres del circo de Frank Brown y también trabajaron con el sainetista Alberto Vacarezza. Otras se agregaron, como una chica de 15 años que escapó del colegio de monjas para hacerse bailarina de circo y a poco se casó con uno de los equilibristas. Otro se hizo conocido en los cines, cuando la época del “número vivo”. Y otra generación ya pasó a llamarse Dalton, fue contratada por el prestigioso Shangri-la y de ahí partió al mundo, cuatro hermanos trabajando juntos o separados: Grecia, Japón, el Congo (“40 grados afuera y 60 bajo la lona”), con ocasionales regresos a Lanús, donde había quedado el padre, que cuando ya no pudo bailar en la cuerda floja pasó a trabajar de payaso.
Terrible figura la del padre, que enseñaba a sus hijos con el viejo método didáctico del bife limpio y a la cama sin comer. Los narradores de esta historia, los hermanos Luis, Marcela, Cristina y Mónica Dalton, le agradecen haber aprendido desde chiquitos malabarismo, salto, acrobacia, contorsionismo (“los niños son flexibles”, dice una) pero no olvidan el miedo que le tenían. De los golpes solo se salvaba una hermana que tenía problemas cardíacos. De las caídas y las contorsiones una tiene “ocho ganchos en la columna”. Más tranquilo fue dedicarse a conducir perritos amaestrados, como hizo Tina cuando grande. Ahora las niñas de la familia se prenden a los malabares con platos y varillas, pero solo como juego. Nadie les pega ni les exige.
Estas anécdotas y reflexiones, y muchas más, van y vienen a lo largo del documental “Dalton Revolució”, de Alex Jablonsky, interesante registro de historias, personajes y habilidades muy singulares, que se agrega a otros dos títulos de buen rescate: “Cirquera”, de Andrés Habegger y Diana Rutkus, que cuenta la vida de esta última, y “La última pirueta”, de Gabriel Rosas, ingenioso y emotivo retrato de una movediza viejita de 94 años, Salomé Carpenzano, que supo trabajar en el circo criollo y mantuvo frescos en su memoria los versos de las obras con que entonces culminaban los espectáculos. De haberla visto, Fellini, Favio y Birri la hubieran amado. Pero se fueron antes. No importa, ella, que en diciembre cumplió 100, seguro que piensa hacer como promete Luis Dalton: “cuando me vaya, pongo todo en el cajón y sigo haciendo el show en el otro lado”.
“Dalton Revolució” (Argentina, 2025); Dir.: Alex Jablonkis; documental.
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