“En mi obra hay conocimientos vastos y microscópicos del mundo de la política, en el que trabajé muchos años, al igual que mi padre y mi madre”, dice Francisco Estrada, autor y director de “La era del olvido”, unipersonal que debuta el 18 de enero en el Camarín de las Musas, con actuación de Germán Rodríguez. Conversamos sobre este lanzamiento.
Boom de unipersonales: cómo es esa relación ancestral y arcaica entre el actor y el público
El unipersonal escrito y dirigido por Francisco Estrada debuta el 18 de enero en el Camarín de las Musas con actuación de Germán Rodríguez.
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Periodista: ¿Cómo apareció la obra? ¿Cuáles fueron los disparadores?
Francisco Estrada: Tiene que ver con todo lo que conozco del mundo de la política ya que trabajé muchísimos años en el Congreso de la Nación por haber acompañado a mi padre en su desempeño como secretario parlamentario, mi madre también trabajó en la función pública así que tengo muchas anécdotas y experiencias, también he militado. A la vez en el taller de Ariel Barchilón dejé que cierta poética se fuera desarrollando por su propia cuenta, le fui quitando intenciones a la obra y dejé que la escritura fluyera. No hay una experiencia estrictamente personal sino conocimientos vastos y microscópicos del mundo político.
P.: Hay algo del heredero que solo administra lo que recibe, ¿a qué apuntas?
F.E.: Hay múltiples lecturas, una está en la relación del hijo con el padre, con esa tensión permanente entre rechazar todo lo heredado y honrarlo. El hijo busca hacer algo con todo lo que el padre forjó en él.
P.: ¿Por qué “La era del olvido”, por la pérdida de memoria, de tiempo fugaz que se esfuma, de amnesia colectiva, de laberinto de cada ser, de tecnología que apabulla y anula?
F.E.: Hay un poco de todo eso, hay algo, sin que queramos subrayarlo, sobre el vértigo contemporáneo y cotidiano, la cantidad extraordinaria de información que hace que las experiencias se sucedan una tras otra y la acumulación hace que el registro en la memoria se complique. Convergen todos esos aspectos, en la era del presente perpetuo, tan condicionados todos a la saturación de información.
P.: ¿Qué historia cuenta y cómo es su personaje?
F.E.: Cuenta la expectativa de un dirigente político que está esperando ser confirmado en un cargo muy importante y en esa espera ansiosa dialoga con su padre muerto, enrostrándole su logro ya que su padre nunca creyó mucho en él. El personaje fue variando bastante durante los ensayos, porque hay una reescritura que apareció con la puesta en escena, hay una dramaturgia escénica. El personaje se delineó con el trabajo de Germán Rodríguez, su actuación es lo mejor de la obra. El personaje tiene resentimientos y ambiciones pero descubre que ese resentimiento es un profundo amor que no ha sido correspondido por su padre.
P.: ¿Cuáles son los temas de la obra?
F.E.: Hay un tema central que es esta relación padre hijo, cómo un hijo tramita lo que un padre le dejó. También está la idea de qué tipo de representaciones son hoy posibles, qué tipo de humanidad es la que asume el riesgo y compromiso de acceder a los ámbitos de poder, también hay algo de como se construyen los discursos, como se estructuran y se puede armar la palabra de alguien que quiere representar y hablar en nombre de un pueblo.
P.: Hay muchos unipersonales excelentes, ¿qué da y qué quita el unipersonal al actor y al público?
F.E.: Se extrema la teatralidad como pacto lúdico entre el actor y el público, que acepta las convenciones y se involucra en el juego teatral. Hay una economía de recursos que requiere un público activo y sensible, la variedad y diversidad de estímulos que ofrece una obra con distintos personajes y decorados entretienen y proponen una diversidad que en el unipersonal no están y el público participa más en tanto atención y el compromiso que entabla con el espectáculo. Uno no dispone de una gama de recursos, voces y cuerpos y están todos concentrados en el actor. Pero a la vez es intensa la relación entre actor y público, es ancestral, arcaica.
P.: ¿Cómo ves el teatro y la cultura?
F.E.: El teatro no merma, no es fácil convocar en tiempos de crisis y escasez económica pero la vitalidad del teatro no tiene que ver con el negocio sino con una fuerza artística imparable, con una voluntad y empuje incesante, tanto en Caba como en el Gran Buenos Aires y el interior. En cuanto a la cultura hay una situación muy compleja porque el INCAA está siendo objeto de desfinanciamiento por parte del Gobierno Nacional con imputaciones que son desmedidas e injustas. Nadie se niega a implementar criterios de transparencia y eficiencia pero eso no es vaciar por completo a un organismo clave en la industria del cine. En la literatura, artes plásticas, la cultura toda, el vigor siempre está al frente pese a los vaivenes socioeconómicos.
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