10 de octubre 2024 - 13:05

Daniel Burman: "Mi cine son fábulas, como me gustaría que fuera el mundo"

Diálogo con el celebrado director argentino que hoy estrena "Transmitzvah", su nueva comedia, en la que un adolescente transiciona a mujer poco antes de celebrarse su Bar Mitzvah.

El director Daniel Burman durante el rodaje de Transmitzvah, que se estrena hoy.

El director Daniel Burman durante el rodaje de "Transmitzvah", que se estrena hoy.

Hoy se estrena “Transmitzvah”, la nueva comedia de Daniel Burman, donde Rubencito, el hijo menor de una familia del Once, decide transicionar a Mumy Singer justo en vísperas de su Bar Mitzvah. Le va bien, años después triunfa en Europa como La Diva Kosher que canta pop en idish, pero algo le falta: la ceremonia del Bar Mitzvah. Ya no es un varoncito, pero tampoco puede hacer un Bat Mitzvah como las mujeres. ¿Entonces?

Intérpretes, Milo Burgess-Webb, que viene de “Matilda, el musical”, la española Penélope Guerrero, vista aquí en la serie “Sky Rojo”, Alejandro Awada y Alejandra Flechner (los padres), Franco Quercia y Juan Minujin (el hermano según pasan los años), Gustavo Bassani, protagonista de “Iosi, el espía arrepentido”, Carlos Belloso y Carla Quevedo, entre otros.

Hay canciones, fotografía gustosamente irreal de Rodrigo Pulpeiro, una oveja merina, un novio lacaniano (y un Lacan bien aplicado), el recuento de unos números de la cábala, varios personajes singulares, cada uno con su modo de ver las cosas, una moto con sidecar, todo rosado, por las afueras de Toledo, y, como si nunca se hubiera ido, el místico Abraham ben Samuel Abulafia que viene del Medioevo para arreglar todo con una sonrisa. Dialogamos con Daniel Burman:

Periodista: “Transmitzvah” se exhibió fuera de concurso en la playa de Cannes. ¿Hay algún festival grande al que usted no haya sido invitado? Porque a lo largo de su carrera estuvo, y ganó los principales premios, en Berlín, Chicago, el Sundance, La Habana, Tribeca, Venecia. Además, con solo 27 años fue miembro del jurado en Mar del Plata 2001, junto a Cipe Lincovsky, Julie Delpy, José Luis Borau, Humberto Solás, y la directora africana Fanta Regina Nacro.

Daniel Burman: ¡Hace tantos años! De Julie Delpy me acuerdo, y no mucho más.

P.: Quizá recuerde mejor el premio Robert Bresson que le entregó el Vaticano “por los valores humanos y espirituales que hay en su obra”.

D.B.: Una verdadera sorpresa, de pronto llega un fax a mi oficina diciendo que me lo iban a entregar en Venecia y yo ni sabía de la existencia de ese premio. Ahí supe que ya se lo habían dado a Wim Wenders, Alexander Sokurov y Manoel de Oliveira. Frente a esos nombres, lo sentí como un honor excesivo.

P.: Pero usted ya había hecho, entre otras, “Esperando al Mesías”, “El abrazo partido”, “Derecho de familia”, obras que lo hacían acreedor a ese homenaje.

D.B.: Los temas que he tratado tienen mucho que ver con lo espiritual. Después tuvieron otra atención: monseñor Claudio María Celli, presidente del Consejo Pontificio, me invitó a conocer la Filmoteca Vaticana, ¡una especie de nave enorme con miles de registros de actividades eclesiásticas conservadas casi desde el nacimiento del cine! No religiosas, sino eclesiásticas.

P.: Hablando de religión, ¿usted es practicante?

D.B.: No. No voy a la sinagoga, tampoco uso kipá, nada de eso. Como dice alguien en mi nueva película, Dios no está en los detalles, no elige cómo debo vestirme. Creo que cada uno puede vivir su identidad a su manera.

P.: La identidad, un tema varias veces desarrollado en sus obras, pegado a los asuntos de la tradición, los valores, la familia (¡cómo sobresale esa delicia de “Dos hermanos”, con Graciela Borges y Carlos Gasalla!) y el barrio del Once.

D.B.: No tengo muchos temas, simplemente uno va cambiando y los va mirando de modo distinto. Lo fantástico, siempre, es que dentro de esa caja de carne que nos contiene, y que se va desgastando, hay algo inasible, lo más verdadero que tenemos. Eso me interesa encontrar en mis historias.

P.: La búsqueda es, generalmente, a través de comedias con un trasfondo inesperado.

D.B.: Es interesante cuando algo se propone de modo inesperado. Ese corrimiento permite que las cosas puedan verse de modo distinto.

P.: En “Transmitzvah”, por ejemplo, se presenta un personaje que daba para drama, o grotesco a la italiana, o denuncia sobre la intolerancia sexual, pero ocurre algo distinto: la diva kosher no lucha por ser aceptada, al contrario, es toda una triunfadora. Su problema es que ahora quiere aceptar, más bien recuperar, algo de su vida anterior.

D.B.: La “moda” (lo digo entre comillas) ha reducido el conflicto de identidad a identidad de género. No niego su importancia, pero esa es una faceta más de la persona. Hay otras facetas, de igual o mayor importancia, y eso es lo que desarrollamos en esta comedia.

P.: Que además tiene unas frases memorables, como “Para mamá hogar y comercio son lo mismo, solo cambian los precios”, o “No necesito ser tolerada. No soy gluten ni lactosa”. O eso, que deja pensando, “El camino es para adelante, pero el recorrido es para atrás, porque se termina donde se empieza”.

D.B.: En los diálogos me ayudó muchísimo Ariel Gurevich, un dramaturgo joven que trabajó con Santiago Loza y hoy vive en Paris.

P.: ¿Es ésta, o “El rey del Once”, su película más madura? ¿O “El misterio de la felicidad”, con Guillermo Francella?

D.B.: Prefiero pensar que todavía no maduré. Tampoco pienso que hice LA película. Eso nunca se sabe. Unas la pegan más que otras. Como sea, a todas las hago con el mismo amor, lo mismo que a las series. La relación con las plataformas no cambia mi proceso creativo, ni me cambia mucho. Pero hay algo: mis películas tienen un tono de fábula, son como me gustaría que fuera el mundo.

Dejá tu comentario

Te puede interesar