Acaba de estrenarse una singular película israelí. Acá la llaman “El desertor”. Su título original en hebreo es algo así como “El soldado desaparecido”. La verdad, es un desertor. Punto. Pero por el momento sus superiores lo consideran desaparecido, esfumado, peor aún, secuestrado por Hamas. Ni se les ocurre pensar que abandonó a sus compañeros justo en el momento de ir al frente, robó el auto de un palestino muerto cuyo cadáver estaba tirado en la calle, y se fue como un loco a ver a la novia.
"El desertor": singular film israelí sobre un dilema de conciencia
El largometraje de Dani Rosenberg plantea la historia de un casi adolescente que escapa del llamado a filas y su desaparición provoca un bombardeo, con víctimas fatales, en su búsqueda.
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Es un adolescente, peor aún, es un adolescente enamorado que hace un castillito en el aire con la novia. Sin embargo, no tiene cara de enamorado. Más bien tiene cara de nene malcriado. Y actúa como tal. Roba, miente, pretende usar una tarjeta ajena, se aprovecha de la abuela, quiere que la madre lo proteja. Pero también se preocupa por el padre, que ha sido preventivamente internado. Es que por poco no le cayó un misil encima, esa misma mañana en su negocio. Tuvo suerte, pero al corazón hay que cuidarlo (y el hospital es de primera).
Allí el muchacho tiene cara de buen hijo. También allí le cae la ficha: las autoridades lo están buscando, ya lo creen una víctima del terrorismo, pero si lo encuentran terminará en una cárcel militar. Empiezan los nervios, la incertidumbre, el ir y venir sin rumbo fijo acumulando faltas, el cansancio, la noche. La cara es otra cuando escucha que, con el pretexto de ir a rescatarlo, el ejército bombardeó una población civil. 72 personas, incluyendo 12 niños, murieron por su culpa. ¿Y ahora? ¿Cómo se sale de todo esto?
El director, Dani Rosenberg, cuenta esta historia con mantenida precisión, y también mantenida presión sobre el público. No hay descanso, ni tampoco hay discurso para un lado ni para el otro. Le basta con pintar el retrato de un muchacho como puede haber tantos, y dejar que cada espectador se apiade de él, lo acompañe o lo desprecie. De fondo del retrato, está la sociedad contemporánea.
¿Cabe una postdata? Con el mismo título, “El desertor”, hay una película francesa de 1939, ambientada durante la Primera Guerra Mundial. Durante un alto rumbo al frente, un soldado advierte que se han detenido cerca de su aldea, y pide permiso para ir a visitar a sus padres y su novia. Le conceden apenas un par de horas. Si no vuelve a las dos horas, será declarado desertor, y fusilado.
Esta película del humanista Leonide Moguy, con Jean-Pierre Aumont, fue redescubierta hace poco por Quentin Tarantino, que no paró hasta lograr que fuera debidamente restaurada y reestrenada. Tiene nervio, recursos adelantados a su época (seguimiento cámara en mano, rodaje en locaciones naturales, etc.), personajes preciosos, conflictos intensos y un final a todo suspenso, pañuelo en mano. Su título original es “Je t’attendrai”, te esperaré.
“El desertor” (Hachail hana’alam, Israel, 2023); Dir.: Dani Rosenberg; Int.: Ido Tako, Mika Reiss, Efrat Ben Tzur.
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