Tres ficciones en coproducción y un par de documentales argentinos hechos en otras tierras y otros idiomas, conforman los estrenos nacionales de esta semana.
Estrenos nacionales: tres ficciones y dos documentales
“El llanto”, de Pedro Calero, “El nuevo novio de Lucía”, de De Leis Correa y “Dormir con los ojos abiertos”, de Nele Wohlatz (las ficciones), y “Esperando al mar”, de Peñaflor y González, y "El proceso”, de Sandra Gugliotta (los documentales)
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“El llanto”, de Pedro Martín-Calero, es una coproducción hispano-argentina de terror psicológico con tres historias enlazadas. La primera transcurre en Madrid, donde una joven española descubre que es hija adoptiva. Su madre biológica era una francesa algo trastornada que murió de forma violenta.
Las otras dos partes suceden en La Plata, donde vivía esa mujer, pero las cosas no son tan simples. Por ahí se apuntan un novio y una estudiante de cine, ambos de escaso futuro, una computadora y una cámara que pueden registrar lo que a simple vista no se ve, y un hombre invisible bastante dañino. Se entiende esto en referencia a la violencia de género y el destino ineludible, y se aprecia particularmente la oportunidad de actrices y técnicos locales.
“El nuevo novio de Lucía”, de Matías De Leis Correa, coproducción con México y Gran Bretaña, lo que apenas se nota, suena irremediablemente como una obra de teatro llevada al cine. Bastante bien llevada, en todo caso. Todo se concentra en un departamento donde una pareja invita a cenar a los amigos de la secundaria. El detalle es que una vieja amiga se puso de novia con un viejo conocido, muy mal querido por el anfitrión. Se reabren las cicatrices del pasado, y termina saliendo a la luz un secreto de ese pasado. Un buen elenco permite sobrellevar el exceso de diálogos y situaciones comunes. No mucho más.
Ajena al drama y el terror, pero hermana de la soledad, “Dormir con los ojos abiertos” (en el original, “Dormir de olhos abertos”), de Nele Wohlatz, coproducción de Brasil, Taiwan, Argentina y Alemania filmada en Recife, cuenta los pequeños avatares de una chinita abandonada por el novio prácticamente sobre la hora de partida del avión que los llevaría de vacaciones.
Ella igual viaja, vagabundea, se relaciona superficialmente con los chinos del lugar, todos en pos de la esquiva fortuna, y en unas postales encuentra la historia de otra mujercita como ella. Película apacible, de fragmentos alicaídos, hablada en tres idiomas, refleja bien el mundo actual de mucha gente. Pero daba para más.
“Esperando al mar”, de Lucas Peñaflor y Fernando González, coproducción de nuestro país con Uzbekistan, fue filmado “a orillas” del Ural. Y usamos las comillas porque ese, el cuarto lago más grande del mundo, ya no existe. Se secó. Creyendo que beneficiaba a la agricultura y la ganadería ovina, las autoridades comunistas de ese momento impusieron la creación de canales para desviar los ríos que desembocaban en el lago. Así les fue.
La obra que ahora vemos no explica esto. Apenas muestra unos segundos de viejos noticieros soviéticos de otros tiempos. Pero muestra cómo vive la gente ahora. Camionetas que cruzan por lo que fuera el lecho de lo que en los mapas todavía figura como un mar dulce de 66.000 kilómetros cuadrados, un pescador que todavía arregla sus redes, niños remando en un bote que descansa en el patio, o jugando junto a restos de barcos encallados para siempre. Esto es lo que se llama “documental de observación”, el primero argentino totalmente hablado en karakalpak. Deja con ganas de saber algo más.
Bien completa de información y reflexiones, en cambio, y ágil, es la última de la lista, “El proceso”, de Sandra Gugliotta, coproducción con Francia que sigue los trámites judiciales de un caso bastante llamativo. Es que tiempo atrás, para sacarse de encima una buena cantidad de empleados jerárquicos, France Telecom (hoy en otras manos) organizó un método perverso de ninguneo. Empleados de carrera, con cargos de responsabilidad, eran aislados, desplazados a tareas propias de un pasante, obligados a sentirse inútiles. La intención era empujarlos a la calle, sin echarlos, sin pagarles una indemnización.
Gugliotta ya había tratado esto en otro documental, “Retiros (in) voluntarios”. Pero pasó algo todavía peor: varios de esos ninguneados se deprimieron hasta el punto de suicidarse. Este nuevo film sigue el reclamo indignado de los deudos y de algunos ex empleados que fueron salvados a último momento. Llegan a los tribunales de Paris, los enfrentan dos abogados de la empresa que parecen salidos de una sátira de Claude Chabrol, la prensa sigue los acontecimientos, en 2019 el jurado decide que aquello fue acoso laboral y debe pagarse con cárcel y multas, en 2022 la apelación logra reducir los cargos, pero el antecedente queda. Un triunfo pírrico, quizá, pero un antecedente para disuadir a otras empresas. En este caso, lo que daba para más es el monto de la multa que debió pagar France Telecom. Apenas el 0,002 de sus ganancias anuales.
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