3 de octubre 2024 - 14:59

Excelente documental sobre el legendario Atahualpa Yupanqui

"Un transhumante", de Federico Randazzo Abad, sigue minuciosamente la vida y la obra del músico, con testimonios y registros in situ. Un film para conocer mejor, o descubrir, a uno de los grandes del folklore.

Don Ata, en uno de los momentos de Atahualpa Yupanqui, un transhumante.

"Don Ata", en uno de los momentos de "Atahualpa Yupanqui, un transhumante".

¿Qué es un trashumante? Para don Atahualpa Yupanqui, es aquel que con sus ganas de andar y conocer deja atrás su casa y el humo de los fogones de su aldea. No tiene plazo para volver, pero tampoco tiene olvido. Así se lo escuchamos decir, en el documental de Federico Randazzo Abad “Atahualpa Yupanqui, un trashumante”. Y así lo evocan los memoriosos en esta película, primero con sus viajes formativos, de años recorriendo lo que Ricardo Rojas llamaba los tres misterios de nuestra tierra: la pampa, la selva y la montaña. Y luego, con sus viajes informativos.

No va a deslumbrarse y aprender de Francia, sino a deslumbrar y enseñar a los europeos, dice Sergio Pujol, que además explica cómo el artista supo conjugar y enaltecer las variadas músicas del interior, manteniendo su esencia al tiempo que, con sello propio, aplicaba en la guitarra lo que aprendió de niño en el violín.

Randazzo nos lleva hasta Cerro Colorado, abre las valijas de recortes, postales y cartas de amor, los ficheros de apuntes manuscritos, los viejos registros de temas y entrevistas, descubre la primera grabación del “Caminito del indio”, 1936, su vida amorosa antes y después de Nenette, las enseñanzas de musicólogos como Isabel Aretz y Bence Szabolsci, a quienes escuchaba humildemente, y sigue las investigaciones de Schubert Flores sobre los compromisos sociales de Yupanqui, su breve paso por el Partido Comunista, del que se desligó en malos términos (“antes que nada, argentino, y a mi bandera seguí”, dijo en las “Coplas del payador perseguido”) y sus problemas con el peronismo, bajo el que fue prohibido, preso y torturado.

“Pienso, luego exilio”, se dijo, parafraseando a Descartes, y se refugió en el Cerro Colorado. Su hijo Roberto evoca aquellos años, cuando llegar hasta la casa en construcción era poco menos que una aventura. Después vendrían los viajes por Europa, América, Japón y el mundo árabe, la fama mundial, los regresos triunfales a la Argentina, las réplicas cortantes a cualquier suspicaz que le objetaba su vida en Paris.

Jacqueline, su última asistente y esposa, nos muestra el domicilio parisiense, sencillo, al pie de la Rue du Moulin de la Vierge. La cámara muestra desde lejos el entierro de las cenizas en su querido Cerro. Felizmente, la película culmina igual que el artista culminaba sus recitales, es decir, lo muestra haciendo ese compilado de coplas que no aceptaba un bis pero dejaba el corazón limpio y satisfecho. Muy buena idea, acorde con el resto, que no tiene desnivel ni desperdicio.

Hay más, como el bonus de la yerba que auspició el primer registro discográfico, el fragmento de una copia de “Zafra” en colores que hace años no se veía, la explicación al auditorio francés de una “chanson du charretier” que no es otra que “Los ejes de mi carreta”, un músico japonés cantando “El arriero” en la calle, y más, puro recuerdo para unos, feliz descubrimiento para muchos.

“Atahualpa Yupanqui, un trashumante” (Argentina, 2024); Dir.: Federico Randazzo Abad. Documental.

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