25 de abril 2025 - 15:18

Ferzán Ozpetek: un talento moderno y casi renacentista

Diálogo con el director ítalo-turco de quien se estrena "Diamanti", y que en su país también es puestista de ópera, autor de exitosas novelas y expositor de arte en la Biennale de Venecia.

Ferzán Ozpetek, director ítalo-turco de quien se estrena Diamanti

Ferzán Ozpetek, director ítalo-turco de quien se estrena "Diamanti"

Se estrena “Diamanti”, glamorosa comedia sentimental del exquisito realizador ítalo-turco Ferzán Ozpetek, que él mismo presentó días atrás en la reciente Semana de Cine Italiano. Cálido homenaje a las costureras que participan en los vestuarios de las producciones cinematográficas, y, por extensión, a toda la gente que con mucho amor y sacrificio contribuye a embellecer la pantalla, la obra reúne un vasto elenco femenino, y lo hace lucir debidamente. Pero hay algo más. Dialogamos con él:

Periodista: Quisiera preguntarle por qué dedica “Diamanti” a la memoria de Mariangela Melato, Virna Lisi y Monica Vitti? ¿Alguna razón especial?

Ferzán Ozpetek: Porque estuve en contacto con las tres y nunca pudimos trabajar juntos. Mariangela Melato me mandó a llamar después de mi primera película, “Haman, el baño turco”. Me dijo que le gustaría filmar conmigo. Pasaban los años, a veces hablábamos, pero cuando al fin la llamé para hacer “Magnifica presencia” me dijo que ya era demasiado tarde, porque estaba enferma. Virna Lisi, después de haber visto “El hada ignorante” les dijo a los periodistas que me admiraba. Entonces la llamé, le agradecí, nos encontramos, tiempo después le ofrecí el rol de la abuela de “Tengo algo que decirles”, pero después Ilaria Occhini me pareció más adecuada para el papel. Virna me dijo que no había problema, que ya tendríamos otra ocasión, pero al final no pudimos trabajar nunca, cosa que sigo lamentando.

P.: ¿Y Monica Vitti?

F.O.: Eso fue distinto, hablamos una sola vez, pero me dijo algo inolvidable. Cuando gané el Globo de Oro por “El baño turco” recibí un homenaje en Cinecittá. Ella estuvo ahí, nos presentaron y me felicitó. Luego se alejó, pero de pronto volvió solo para decirme “Mire, esta película es muy buena, pero usted va a hacer otras tan buenas como ésta”. Eso me impresionó.

P.: “El hada ignorante”, “La ventana de enfrente”, “Cuore sacro”, eso solo para empezar. ¿Cómo empezó todo?

F.O.: Nací y me crié en Estambul. Un día decidí estudiar en Italia. Entré en la Universitá La Sapienza, me pasé a la Academia de Arte Dramático Silvio D’Amico, mi padre me mantuvo tres años, lo que por un lado me avergüenza y por otro no, ya verá porqué. A los tres años, viendo lo irregular de mis estudios, me cortó los víveres. Me puse a trabajar con un amigo que hacía marcos de cuadros, yo pintaba, vivía de eso, al mismo tiempo conocí a Julian Beck y sus espectáculos callejeros (a veces uno entiende recién después lo que ha vivido), y les pedía trabajar en sus películas, aunque sea gratis, a directores como Bernardo Bertolucci y Elio Petri. Hasta que un día me aceptó el comediante Massimo Troisi, y estuve años trabajando con él. ¡Pasamos tantas cosas!

P.: Y durante casi dos décadas fue asistente de dirección de Troisi, Maurizio Ponzi, Ricky Tognazzi, entre otros, en dramas y comedias con elencos de peso.

F.O.: Una buena escuela. Y lo que especialmente me gustaba como asistente de dirección era visitar las sastrerías teatrales, y seguir el consejo de un diseñador de vestuario: hay que estar atentos a todos los detalles, al color, a la luz que cae sobre un vestido.

P.: Enseñanza que aplica especialmente en “Diamanti”.

F.O.: Ahí me ayudaron todos, tanto un modista novato como un grandísimo director de arte, turco como yo, Deniz Gokturk Kobanbay, que tiene una gran intuición. Fue un muy buen equipo. Atención, para formar un buen equipo solo debes elegir bien a las personas, transmitirles tus emociones, llenarlas de tus emociones, y luego dejar que desplieguen su creatividad, no cortarles esa creatividad. Solo pedir que estén atentos a ciertas cositas que les digo, medio como un maníaco. En este caso les dije “el dominante debe ser el color rojo, el brillo debe ser de tal modo”, no mucho más. Cuando está todo listo, no repito más de tres veces una toma. Las mejores son siempre las dos primeras. Después los gestos de los intérpretes ya se vuelven mecánicos. Pero en mis primeras películas repetí muchísimas veces, no por los artistas, sino porque ya me obsesionaba conseguir el color y la luz que había soñado.

P.: Ahora, con la experiencia, ya le queda tiempo para hacer también otras cosas, como dirigir óperas y escribir novelas.

F.O.: No sólo soy un apasionado de ópera, sino que hice “Aída” para el Maggio Fiorentino, con dirección de Zubin Metha, una experiencia estupenda, y casi inmediatamente después hice “La Traviata” para el Teatro San Carlo de Nápoles, que estuvo en cartelera durante siete años, y hace poco “Madame Butterfly”, también para ese teatro. Y ya escribí cuatro novelas. De la tercera se vendieron 300.000 ejemplares, eso es record en Italia, y se publicó también en España, en Francia, en Alemania. La escritura para mí es una diversión, un pasatiempo al que me dedico a la mañana temprano. La escritura, filmar una película, la ópera… También participé en la Bienal de Arte de Venecia 2019 con un cortometraje que resultó muy aplaudido.

P.: ¿Ese del agua? Es una maravilla.

F.O.: Un día estaba en Napoles preparando “Madame Butterfly”, me llama una señora para encargarme el corto que habría de representar a la Venetika de ese año. Le dije que no tenía tiempo. Ofendida, “¿Usted se da cuenta que está rechazando participar en la Biennale di Venezia?” Le expliqué, “no tengo tiempo pero si quiere le propongo una idea que puede hacer cualquier otro director”. Se la cuento y se entusiasma, “¡Ah, pero ese es precisamente el tema de la Venetika de este año”! Resultado, yo también me entusiasmé, y el lunes, que era mi día libre, lo pasamos filmando una chica dentro del agua, sobre la cual irían apareciendo y desapareciendo diversas imágenes. Pobrecita, pasó horas en el agua para un corto que dura menos de cinco minutos. Pero que fue un éxito, y enseguida me estaban llamando del Museo de Arte Moderno de Roma para hacer otro corto.

P.: Y no le sobra nada de tiempo.

F.O.: Si, como para pasar toda una tarde charlando con Douglas Kirkland, por ejemplo. Para el catálogo y poster de una retrospectiva en Los Angeles me pidieron que fuera a su estudio a sacarme una foto. “Es el fotógrafo de las estrellas”, me dijeron. Yo no tenía ganas, él ya estaba grande, su casa-estudio estaba en las colinas, fuera de la ciudad. Kirkland me recibió y empezó a contarme cómo hizo cada foto que colgaba de la pared: Marilyn Monroe entre las sábanas, Liza Minnelli con una lágrima rodando por la mejilla, estaba lleno de fotos. Yo me dije “esto no me interesa para nada”, y de pronto, como a los 15 minutos, ya éramos grandes amigos, y estuvimos cinco horas charlando, y fuimos a cenar, fue una hermosa tarde.Y a veces también tengo tiempo para probar cosas que se me ocurren durante el rodaje, fuera de libreto, pero en eso dependés del talento de las actrices. Por ejemplo, durante el rodaje de “Diamanti” le dije a una actriz “decile a aquella otra que se le murió la hija”. A partir de ahí, todo era creación de ellas. Y ellas lagrimeaban y veo que el operador estaba llorando, la gente detrás de cámara lloraba, y yo lloraba y me decía “así tienen que llorar los espectadores con esta escena”. Porque tengo esa manía de pensar cómo reaccionará el público ante cada escena.

P.:Volviendo a la pregunta inicial, ¿por qué le dedicó a su padre la comedia “Tengo algo que decirles”? (justo la película sobre un muchacho que quiere salir del closet en plena reunión familiar).

F.O.: Porque mi relación con mi padre nunca fue del todo buena. El era muy masculino, viril, esperaba que yo también lo fuera, cuando en la calle veíamos una chica linda él ya me impulsaba a conquistarla. No pude hablar nunca de lo que me pasaba. Encima sentía que él no confiaba en mis fuerzas, ni en mi talento. Sé que un día les pidió a mis hermanos, que son ingenieros mecánicos, “cuiden a su hermanito porque no se va a dar maña en la vida”.Cuando más tarde hice “El baño turco” lo vi un poco incrédulo. Nunca hablamos, un día él se murió y más tarde, mientras ordenábamos su escritorio, encontré una carpeta de recortes. ¡El había ido coleccionando todas las notas que hablaban bien de mí, y de mis películas! ¡Quién sabe cómo habría sido nuestra relación si hubiéramos tenido el coraje de hablarnos! Entonces volví, mandé ponerle arrugas y canas a mi amigo Ennio Fantastichini hasta que quedó igualito a mi padre, y realicé esa película.

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