“El cine zozobra en todo el mundo. La gente no va, en los estrenos hay 15 personas, las cadenas endeudadas sobreviven con tanques, no te enterás que se estrenan Woody Allen o Almodóvar, en las calles no hay anuncios”, dice Juan José Campanella, ganador del Oscar por “El secreto de sus ojos”, director de “El hijo de la novia”, “El mismo amor, la misma lluvia” y “Metegol”, trabaja en la primera y segunda temporada de “Mafalda” para Netflix.
Juan José Campanella: "El teatro me regala la carcajada de 700 personas en simultáneo, mientras el cine perdió las audiencias"
Campanella dio interesantes definiciones sobre la cultura: "Está el gobierno que no apoya en nada y el anterior quería apropiarse partidariamente de la cultura. Siempre es el pato de la boda". En cuanto a la industria del cine, sostuvo: "La plataforma mató la segunda visión de una película, al matar el gran éxito matás la creación de nuevas estrellas, no conozco a los nuevos actores".
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En tanto sigue pisando fuerte en teatro, tras los éxitos de “Parque Lezama” (once años en cartel), “Qué hacemos con Walter” y una apuesta al teatro que lo hizo restaurar el Politeama, estrena su nueva obra “Empieza con D, siete letras”, protagonizada por Eduardo Blanco y Fer Metilli, a lanzarse el 10 de enero. Conversamos con Campanella.
Periodista: La obra parte de un hombre que buscando el manual del nuevo mundo. ¿Hay algo de autorreferencial?
Juan José Campanella: Si bastante, somos una generación que está perdida en la neblina, no sabemos qué hacer, pero a los chicos les pasa lo mismo, tampoco no saben qué hacer. Hubo mucho cambio todo junto, ese creo será el título de mi próxima obra. Estoy seguro que Internet tiene mucho que ver porque las comunicaciones son más rápidas, todo es más corto y en forma de slogan o sentencia, hay menos grises, menos debate complejo, todo es fácil, se aceleró la viralización. Fue como que se cayó un dique y muchas cosas escondidas inundaron todo. Ahora aflora la reacción pero temo que terminemos más conservadores que al principio. Uno escucha algunas brutalidades que hace rato no se escuchaban.
P.: ¿Cómo son los rasgos de personaje de los protagonistas?
J.C.C.: Él viene de una relación de 40 años, es recientemente viudo, las dos personas habían formado una relación, una vida juntos, y de repente se ve solo en un mundo que cambió, y su primera reacción es bajar la cortina. Con siete me planto. Y ella tiene 40 años y viene de una relación larga.
P.: ¿Hay temas novedosos que exploras por primera vez?
J.J.C.: La escribimos con mi mujer Cecilia Monti, estamos juntos hace 26 años. Exploramos el volver a empezar después de una relación larga y los dos mundos que chocan. Pero a la vez hay algo de esos seres humanos que están en la misma situación de fragilidad.
P.: ¿Qué da el teatro que no da el cine?
J.J.C.: La comunicación con la audiencia, porque el cine perdió las audiencias. Puedo escuchar a 700 personas reírse al mismo tiempo mientras ya no hay cines tan grandes hace décadas. En cine ya no hay salas ni de 100 ni llenas, entonces el teatro, para los que hacemos humor, escuchar la risa del pública es droga.
P.: ¿Vas a todas las funciones?
J.J.C.: No, porque empiezo a molestar, ver la función una vez por semana está bien. Cuando dirigí teatro por primera vez mi problema fue que yo quería que fuera como una película, siempre igual, cosa que volvía locos a Beto Brandoni y Eduardo Blanco. Uno tiene que disfrutar esas pequeñas diferencias porque el público es una variable, y cómo están los actores cada día. En comedia, donde hay reacción auditiva, es determinante como la reciben los actores. Me gusta hacer obras que no son puramente cómicas porque cuando tenés una audiencia que no se enganchó, tiene todo lo otro. “Parque Lezama” era casi de risa constante, pero había funciones que pensábamos ´hoy no anda´ y el aplauso final era una ovación. Es decir que se enganchaban por otro lado. A veces faltan esos dos de carcajada fuerte que liberan a todos.
P.: ¿Qué podés decir de Mafalda para Netflix y su paso por Nueva York?
J.J.C.: Se dio todo, la declararon intérprete de las Naciones Unidas que era su sueño. Hay un revival, esperemos ser parte de eso. La primera temporada es para principios de 2026 y la otra para 2027, trabajamos en ambas. Se trabaja en el guión y animación al mismo tiempo porque necesita mucho desarrollo de personajes y estética.
P.: ¿Cómo ves el cine argentino?
J.J.C.: El cine zozobra en todo el mundo, el cine argentino, como el cine no hollywoodense, e incluyo al independiente norteamericano, está sufriendo. La gente no va, en los estrenos hay 15 personas, las cadenas sobreviven con tanques, no te enterás que se estrenan Woody Allen o Almodóvar, en las calles no hay carteles, no registrás las películas. A veces espero una película y se me pasa sin que me de cuenta. Ya no me fijo el miércoles que hay, me olvido, y si me pasa a mi le pasa más al público.
P.: ¿Es por el auge las plataformas?
J.J.C.: Tiene que ver con la ventana corta entre el estreno en salas y su desembarco en plataformas. La plataforma mató la segunda visión de una película, al matar el gran éxito matás la creación de nuevas estrellas, no conozco a los nuevos actores. Por ahí me acuerdo nombres pero no me van a llevar al cine de ninguna manera. A veces me acuerdo más la cara por el personaje pero no me sé cómo se llama. Nos quedamos en la última generación de actores de 50 años como Brad Pitt o Di Caprio. La crisis tiene que ver con la cultura de aislamiento, de comunicarse más online que en persona, en el chat siempre hay alguien, es como un bar siempre abierto. En cambio las disciplinas que no están agonizantes son las irreemplazables, el turismo, el teatro, los conciertos, los estadios, es lo que sobrevive.
P.: ¿Qué opinás de la cultura en el gobierno actual?
J.J.C.: Más allá del apoyo institucional mayor o menor, la cultura siempre es pujante. Es una pulsión, el artista la hace aunque sea gratis pero es otra de las disciplinas de argentina que sufre la indiferencia de los gobiernos en general. Puede haber un gobierno no apoya en nada y otro que se quiere apropiar partidariamente de la cultura. Siempre es el pato de la boda. Pasa también en los deportes olímpicos, se hacen por su cuenta, están abandonados. Con el argumento de que faltan gasas en los hospitales vamos eliminando todas las cosas y la paradoja es que siguen faltando gasas. Uno nota que toda la discusión pasa por la macroeconomía y mientras tanto que la Argentina reviente, no importa. Pasa en Argentina y en el mundo, los discursos de derecha e izquierda son simplistas, ambos sostienen que hay que romper todo. La exageración de la diversidad empieza a sonar con falta de sentido común, eso provoca reacciones. A quienes nos gusta una normalidad, estamos afuera.
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