25 de febrero 2025 - 14:08

Juan Mattio, sobre el lado oscuro de los intelectuales

El autor argentino reeditó "Materiales para una pesadilla", una novela sobre un grupo de eruditos que colabora con la dictadura para detectar disidentes. En su primera edición (2021) carecía de la actualidad de hoy.

Juan Mattio, autor de la novela “Materiales para una pesadilla”.

Juan Mattio, autor de la novela “Materiales para una pesadilla”.

La deuda sentimental de concluir una investigación sobre un grupo de intelectuales que colaboró con la dictadura en capturar disidentes, avanza hacia un futuro donde el dispositivo creado por la "Escuela Argentina" sirve a la transgresión de hablar con los muertos. Esto ocurre en la excepcional novela de Juan Mattio “Materiales para una pesadilla” (Caja Negra) que reaparece tras estar agotada. Mattio fue best seller con su policial “Tres veces luz” y con la admirable “Materiales para una pesadilla” conquistó el premio Filba-Medifé. Dialogamos con él.

Periodista: La novela parte de una historia de amor que deja una herencia, se vuelve un policial que investiga una máquina represiva, y cuenta de una futura programadora subversiva que elabora un modo de comunicarse con los muertos. ¿Cómo construyó este universo de tramas?

Juan Mattio: En “Tres veces luz” intenté que pareciera una novela. Estaba inseguro, nunca había escrito una. Quería que cuando se terminara se dijera: sí, es una novela. Con “Materiales para una pesadilla” discutí algunas lógicas de lo novelístico, por ejemplo, la progresión narrativa. La idea de la acción que avanza sin interrupción de principio al fin. Los materiales de la investigación que realiza Keiner, herencia de su amada Katy, interrumpe con citas, fragmentos, desgravaciones, datos, la progresión del lector, cuestiona la forma de la novela. William Burroughs, entre otros, trabajó en el mismo sentido. Si me interesa la literatura es porque me interesa el lenguaje. Necesitaba escribir un texto donde pudiera pensar sobre las condiciones en que usamos el lenguaje. Salir de la idea tranquilizadora de que es un evento de comunicación transparente. Y postular que es opaco, de cierta angustia, de cierta soledad. Eso solo podía decirlo en una novela que me permitiera moverme por formas y géneros. Cuando encontré la historia de una máquina que perseguía el lenguaje durante la dictadura, me dije acá hay una historia para contar. Es lo que descubrió Katy, cuando era investigadora en la Biblioteca Nacional, y le pide a Keiner avanzar.

P.: ¿Cómo surge el grupo de lingüistas, psicólogos, conducidos por el escritor Miguel Jemand, que lleva adelante el proyecto Hermes que detecta las palabras de los disidentes?

J.M.: Se suele creer que el escritor es una figura progre. Rever la historia del siglo XX, saber de Celine, Faulkner, Mishima, entre otros, lo desmienten. Me interesaba incluir un escritor que colaborara con la Inteligencia del Estado, que se fascinara con un proyecto lingüístico, tecnológico y que no responde al postulado inocente de que los intelectuales son seres puros conectados con el espíritu. Es interesante en un país donde la figura central es Borges, que abre una paleta de contradicciones y discusiones.

P.: En el tema de la máquina, ¿sigue los pasos de Macedonio, Borges y Piglia?

J.M.: Los tres por distintas vías llegan a conclusiones similares. Si bien sus libros son muy distintos muestran la posibilidad del texto de reflexionar sobre sí mismo, trabajar con los géneros populares, calificados de menores: el fantástico, el policial, el terror, la ciencia ficción. Tanto Borges como Piglia demuestran que esos géneros no impiden lo experimental ni la ruptura formal. La especulación sobre el lenguaje en “Materiales…” es una condición para que la novela piense sobre sí misma, un gesto muy borgiano.

P.: Cuando se oyen apologías de la represión su novela pareciera tomar una inesperada actualidad.

J.M.: Cuando salió en 2021 no había discursos negacionistas tan públicos y evidentes. Parecía que estábamos en un consenso durable. La nueva edición se encuentra con un negacionismo explícito. Lo que hace la literatura mientras esos procesos socio-políticos suceden, es intentar elaborar lo que sucedió y extraer un tipo de verdad, que no es ni documental ni periodística, pero que ayuda al proceso general que hace la sociedad en relación a los hechos históricos. Trae una y otra vez el tema desde distintos enfoques. No para terminar sino para tratar de dar algo de sentido a lo que pasó.

P.: La programadora Haruka, en el 2036 investiga lo que hizo la “Escuela Argentina” con Hermes, la máquina para colaborar con la represión. ¿Ella cree que lo virtual es revolucionario al recuperar la voz de muertos y dialogar con ellos?

J.M.: Para Haruka la tecnología no es buena ni mala sino política. Lo que importa es en qué relación social la incluimos. El problema no es la realidad virtual sino el uso social que le damos, el lugar que ocupa en la relación entre las personas. Haruka está desesperada porque enfrenta un horizonte político cerrado. Se aferra a la utopía de la máquina porque no tiene otra posibilidad.

P.: ¿Cree, con Mark Fisher, que no hay otra cosa que capitalismo?

J.M.: Haruka desde el Primer Mundo participa del realismo capitalista. Como una anarquista que, en vez de hacer una acción directa desde la violencia, la hace desde la tecnología. En la novela finalmente el cyberpunk da respaldo materialista al cuento de fantasmas.

P.: Nieva en “Ciencia ficción capitalista” señala los desafíos actuales de la ciencia ficción

J.M.: Michel (Nieva) captura algo muy interesante: cómo el imaginario futurista de la ciencia ficción fue recapturado por los multimillonarios tecnológicos. El subtexto es: el futuro existe, existen los viajes espaciales, la terraformación de Marte, la tecnología colaborando para hacer la vida más fácil… pero para pocos, para una élite de multimillonarios. O sea que el futuro está desigualmente distribuido. Hay que pensar desde la ciencia ficción latinoamericana, el cyberpunk, el weir, a partir de esto que está pasando.

P.: ¿Qué está escribiendo ahora?

J.M.: Una nueva novela que estará cerca de “Materiales…” en la medida en que la tecnología vuelve a tener un rol importante en la trama, y estará distante por la forma de la novela.

P.: ¿Sera cyberpunk como en “Materiales” lo que hace la programadora Haruka en el 2036?

J.M.: Las categorías me sirven para pensar, pero poco para escribir. No sé en qué género la ubicaran las lecturas.

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