4 de septiembre 2024 - 14:46

Mikio Naruse: para descubrir a un gran cineasta japonés

Injustamente poco conocido en nuestro medio, Cinemateca Argentina presenta desde ayer en Sala Lugones un valioso ciclo de 16 largometrajes suyos correspondientes a diferentes etapas de su carrera.

“Hideko, la cobradora de autobús” (1941), uno de los films de Naruse que se verá en el ciclo.

“Hideko, la cobradora de autobús” (1941), uno de los films de Naruse que se verá en el ciclo.

Mujeres cansadas de la rutina hogareña y la mediocridad del marido, esposas enfrentadas a la mezquindad de su familia política, viudas decididas a salir adelante con sus hijos y sus trabajos impensados, son figuras habituales del cine de Mikio Naruse, notable estudioso del alma femenina y sutil maestro de la puesta en escena y la narración fluida similar al fluir de la propia vida.

Tiene menos fama que Mizoguchi o Yasujiro Ozu, pero está a la misma altura. Hizo cine desde 1930, cuando tenía 25 años, hasta 1967, realizó cerca de 90 obras pintando la sociedad de su país a lo largo de diversas etapas, dejó algunos discípulos y, junto al suyo, el nombre de dos mujeres valiosas: la actriz Hideko Takamine y la escritora Fumiko Hayashi. Acá se lo conoce poco.

Ayer Sala Lugones inició un ciclo de 16 películas de Naruse, incluyendo algunas de las más famosas. Se repiten varias veces en distintos horarios, y las provee, en copia nueva de 35 mm, The Japan Foundation a través de la Embajada de Japón y su Centro Cultural e Informativo, en trámite donde participa Cinemateca Argentina, una entidad privada. Lo que se dice, directo de Tokio a Calle Corrientes.

Los títulos son, en orden cronológico, “Esposa, sé como una rosa” (1935, frase irónica que pesa sobre una jovencita), “Hideko, la cobradora de autobús” (1941, plena guerra, en este caso procurando brindar una sonrisa), “Vida de casado” (1951, un agente de bolsa y su mujer), “El relámpago” (1952, una joven se aleja de las discusiones familiares), y “Marido y mujer” (1953, a punto de separarse).

También se verán “Crisantemos tardíos” (1954, una ex geisha se hace prestamista). “La voz de la montaña” (1954, el suegro se apiada de la nuera que se siente ignorada por el marido), “Nubes flotantes” (1955, una mujer busca al que fue su amante durante la guerra, pero lo encuentra dominado por la esposa), “Lluvia repentina” (1956, matrimonio en crisis), “A la deriva” (1956, reciente viuda entra a hacer la limpieza en una casa de geishas), “Una mujer indomable” (1957, la hija adoptiva rechaza un matrimonio de conveniencia) y “La llegada del otoño” (1960, una viuda y su hijo van a vivir con los parientes)

Completa el ciclo “Hijos, esposas y una madre” (1960, la familia no sabe qué hacer con la madre y con una hija viuda), “Cuando una mujer sube la escalera” (1960, por la memoria de su esposo, una viuda elude a los clientes que se le ofrecen), “Su camino solitario” (1962, biopic de la escritora Fumiko Hayashi) y “Nubes dispersas” (1967, el marido de una joven embarazada muere en un accidente, y el responsable podría ofrecerle amor, no solo disculpas). Esta fue su última película.

Varias de esta selección son adaptaciones de novelas de Fumiko Hayashi, a quien Mikio Naruse consideraba su alma gemela, al punto de dedicarle una biopic en su homenaje. Y en varias también actùa Hideko Takamine, una actriz dúctil, capaz del drama como de la comedia. En su libro de memorias, ella escribió un hermoso retrato de Naruse y su mundo:

“Naruse era una persona tímida y no le gustaba hacerse notar. Tenía una mirada a la vez cálida y penetrante. Siempre se fijaba en lo que pensaba y sentía la gente común. Buscaba material para sus películas en las alegrías y los pesares de la gente común. Intentaba siempre representar los momentos buenos y malos de las vidas comunes. Yo actué en 17 películas suyas. En ellas los exteriores estaban llenos de gente y las casas eran edificios baratos. Los personajes casi no tenían glamour, comían ramen y ochazuke y a veces aparecía una banda musical de hombres sándwich. Ese era su mundo”, relata la actriz.

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