24 de marzo 2025 - 13:37

¿Por qué "Adolescencia" va rumbo a convertirse en una de las series del año?

La serie británica que puede verse en Netflix condensa en cuatro capítulos y a partir de un caso policial, una pintura de la adolescencia, de familia con temas como el bullying, el desamor, la figura del padre, las masculinidades, las redes sociales y la fragilidad de la psiquis.

La relación padre e hijo, el vínculo más explorado en la serie. 

La relación padre e hijo, el vínculo más explorado en la serie. 

Como “Bebé Renó” el año pasado, “Adolescencia”, también de origen británico, es una maravilla desde el enjambre de tópicos a desentrañar, actuaciones sublimes, un guión lúcido y arriesgado que construye cuatro capítulos totalmente diferentes uno del otro así como imprevisibles, diálogos creíbles donde todos reaccionan de manera verosímil, sin solemnidad y sin una línea forzada, con lugar para la emotividad, la tensión y el arco dramático.

Párrafo aparte para lo formal, filmada en una sola toma de plano secuencia como la inolvidable “El arca rusa”, en la que los actores tuvieron que ensayar como en teatro. Se toma la caminata de algún personaje o el viaje en auto para cambiar de escena y locación, además de una cámara que a veces sobrevuela el barrio.

Como en aquel film de Sokurov, se filmó de manera milimétrica y cronometrada dada la cantidad de detalles, locaciones y actores. A excepción del capítulo tres, una conversación entre el protagonista y la terapeuta que es para el aplauso y una lección de teatro. Acaso porque la filmaron tantas veces cortando cuando había algún error y volviendo a empezar, es tan rica en expresividad.

La historia comienza con dos detectives conversando sobre el hijo adolescente de él (Ashley Walters como el inspector Luke Bascombe) cuyo problema de ese día es que quiere faltar a la escuela. Acto seguido irrumpen en una casa de familia una docena de policías para detener a un adolescente sospechado de asesinar a una joven a cuchilladas. En muy pocos minutos empiezan a marcarse los perfiles de estos padres, el primero se preocupa por un dolor de panza trivial de su hijo versus el padre del acusado, en shock, magistral Stephen Graham como Eddie Miller, porque destruyen su casa y se llevan detenido a su hijo en lo que solo puede concebir como un error.

La figura y la mirada de ese padre durante la infancia de ese hijo es crucial. Tanto el hijo como el padre evocan aquellos partidos de fútbol obligados en los que el chico no se destacaba. En el recuerdo del hijo, el padre prefería no mirarlo por pena; en la evocación del padre, toleraba que otros padres se rieran de la poca destreza de su hijo sin que él pudiera reaccionar.

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"Adolescencia", la miniserie más comentada de Netflix

"Adolescencia", la miniserie más comentada de Netflix

A diferencia de los clásicos del suspenso de Agatha Christie, donde la sospecha recae sobre alguien y ese foco va cambiando a lo largo del relato hasta una sorpresa final, aquí el espectador tejerá un puñado de hipótesis de lo ocurrido hasta que se revele la verdad, y lo sobresaliente radica en que no es con una vuelta de tuerca final sino que esa verdad llega en el tercer capítulo.

Un tercer episodio que es la conversación entre la terapeuta que tiene que presentar el informe para el juicio y el acusado, el joven revelación Owen Cooper como Jamie Miller. Esa sesión de terapia es una clase magistral de actuación (la terapeuta es Erin Doherty) y se espía por el ojo de la cerradura el devenir de las revelaciones más profundas a través del relato. Ese diálogo que va y viene sobre el padre, tiene raptos de resistencia, complicidad, ataques de ira y palpitaciones. Revelador tanto para la terapeuta como para el espectador.

¿Entonces qué queda para el cuarto episodio si casi todo se sabe en el tercero? El sentir de una familia rota, intentando celebrar el cumpleaños del padre como si nada ocurriera, entre la negación y el dolor, buscando tapar o bien hacer que ese sea un buen día pese a todo.

Los dos primeros episodios retratan una estación de policía como pocas veces se ha visto y un colegio secundario. En el primero, el procedimiento minucioso y con una lupa que magnifica la detención del menor y todo por lo que debe atravesar en la comisaría, la vergüenza de desnudarse frente a los policías para ser examinado, el pánico a las agujas y la desestabilización de la familia. La madre (Christine Tremarco como Manda Miller) preguntándose por qué eligió como referente adulto a su marido y no a ella.

En el segundo vemos el colegio secundario y esas criaturas en ebullición pero desarmadas por el caso de asesinato de una compañera, el bullying y ese lenguaje que solo ellos comprenden, atravesados por las redes sociales, almas a la defensiva, chistes tontos, conductas irreverentes y mucha soledad. Divertida la descripción de los investigadores sobre el olor en los colegios secundarios.

El desenlace de cada capítulo es poético, en uno suena una versión de “Fragile” de Sting cantada por un coro de chicos, y la letra se resignifica de manera sorprendente. Y el final con un plano que parece una pintura y condensa el sentir de esos padres imperfectos, rotos, que intentan autoconvencerse de que podrán seguir adelante.

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