"Vera y el placer de los otros", con Inés Estévez y Luciana Grasso, hurga en el deseo y la carnalidad en tiempos de virtualidad
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“Vera y el placer de los otros” tiene vestigios de “Los soñadores” de Bertolucci, “Lucía y el sexo” del español Medem en temática y sutileza en tanto se adivina una estética diametralmente que remite irremediablemente al único sexo que se veía en el cine argentino de antaño con Armando Bo y la Coca Sarli.
Esta ópera prima de Romina Tamburello y Federico Actis es una bienvenida bocanada de aire fresco para ver carnalidad en tiempos de virtualidad, en un retrato honesto de los jóvenes de hoy, su forma desprejuiciada y simple de vincularse y una ocurrente premisa que la guía: su protagonista, la impar Luciana Grasso, es una adolescente que alquila uno de los tantos departamentos que administra su madre (Inés Estévez) para ganarse unos pesos. Pero sobre todo para espiar la intimidad de los otros jóvenes que buscan refugio para sus encuentros sexuales.
Grasso contó a Ambito: “La exploración del sexo nunca termina, se puede seguir buscando, esta es una búsqueda sin prejuicio y para reencontrarse nuevamente. La película habla de la amistad, el vínculo madre e hija y los padres como seres deseantes”.
La relación entre los personajes de Grasso y Estévez es tan sólida como los demás vínculos que la película propone. Entre el rush de la cotidianeidad hay lugar para momentos nobles de cariño y confrontación entre la hija adolescente y sus padres. El matriarcado queda en evidencia con una mujer que lleva adelante la casa y un padre marcado por el Edipo con su hija, quien se muestra más ocupado en el deporte que en el trabajo.
El film adquiere un interesante giro cuando el sexo visto por el ojo de la cerradura del que la protagonista disfruta se transforma en revulsivo en la piel de seres a los que jamás imaginó ver.
Tamburello, directora de la película, contó a Ambito: “Evocamos con el director una historia de cuando él iba a tener relaciones sexuales con su primera novia. Tenían una bolsa de dormir e iban a la oficina del padre de ella y así apareció esta idea central del film, a partir de no tener lugar para el sexo cuando éramos chicos. Entonces surgió el personaje de Vera, una heroína que traía una solución al problema adolescente, pero luego aparecen las contradicciones”.
La historia gira en torno a una adolescente de 16 años que reparte sus días entre el vóley, la escuela y un pasatiempo secreto: subalquilar por un par de horas un departamento vacío con bolsas de dormir para que otros adolescentes tengan sexo. Disfruta escuchar detrás de las puertas el placer ajeno jugando a ser invisible.
Tamburello continuó: “Pensamos qué le podía pasar a la protagonista en esos palieres escuchando detrás de las puertas, encontrándose con los restos del sexo ajeno cuando va a limpiar los departamentos. Surgió la búsqueda de Vera de qué es aquello que le da placer y goce, la película es sobre el deseo y qué es para cada uno de nosotros. El tener la valentía de dar ese paso para encontrarlo”.
Actis, el director, agregó: “Lo que puede ser mugre, resto de sexo ajeno, es una pregunta y como se traslada el sexo del otro al propio. En eso aparece la amistad. Las primeras experiencias sexuales son incomodas, divertidas, dan miedo, risa, buscamos mostrar todo eso. Aparecen prejuicios, cosas luminosas, amistad. Queríamos una película luminosa más allá de la oscuridad, teníamos una idea clara con una puesta de cámara con zoom por lo pertinente en el personaje voyeur. El trabajo más difícil fue encontrar el tono de la música de la película en ese subibaja de sensaciones, y la encontró Pablo Crespo”. Excelente ese aspecto del film, con una banda sonora exquisita.
Tamburello concluyó: “Las escenas de sexo son temidas, uno quiere sacárselas de encima, pero necesitábamos que se queden, y para convivir con esa incomodidad en un set lleno de gente hubo que vaciarlo, de miradas, de ruido, para que apareciera esa intimidad necesaria. Buscamos mostrar la ciudad como un lugar donde uno se pueda esconder, no están los lugares icónicos de Rosario como el Monumento a la bandera o el río. Vera se esconde entre edificios y al final en el lugar más feo uno puede encontrar amistad, el placer propio, pese al ruido visual y en la mugre se termina encontrando lo más bello”.
El film tiene un vasto recorrido por festivales, entre ellos, Estonia, Mar del Plata, Barcelona, Miami, Johannesburgo, El Queer Film Festival de Berlín, Australia, Bilbao, Polonia, Vancouver, y numeras distinciones en festivales LGBTQ+.
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