30 de abril 2025 - 00:00

Diálogos de Wall Street: ¿Qué nos dejaron los primeros 100 días del presidente Donald Trump?

La segunda gestión del presidente de EEUU difiere bastante de la primera. Gordon Gekko sostiene que el republicano ha sido fiel a sí mismo.

Gordon Gekko.

Gordon Gekko.

Periodista: Se cumplieron los 100 primeros días del segundo mandato de Trump. Y se parecen muy poco a la versión original.

Gordon Gekko: Trump, esta vez, ha sido más fiel a sí mismo. Trump 1.0 dependía mucho del que dirán, de la opinión de terceros calificados, del accionar de los expertos en el gobierno (que hacían de contención). Y de lo que dijera la Bolsa, que era el oráculo reverencial que consultaba el presidente primerizo. Le proporcionaba la medida de la calidad de su gestión de gobierno.

P.: Trump 2.0 le perdió el respeto, y el temor, a Wall Street.

G.G.: Sí. Ahora es una copia fiel de sus ideas, de las que tenía a los 35 años de edad (Bob Lighthizer dixit). De las que no pudo aplicar en su primer mandato porque no se atrevió a hacerlo o porque le pusieron palos en la rueda. Nobleza obliga, lo que Trump está haciendo es lo que prometió en campaña. Le guste o no a Wall Street.

P.: A Wall Street no le agrada. Pero es lo que la gente votó.

G.G.: Tal cual. Aunque ya dijimos que la población votó esta agenda, pero no necesariamente sus consecuencias, que son distintas de lo que se promete.

P.: Hay que remontarse a Richard Nixon en los años 70 para encontrar en los primeros 100 días una caída superior en la Bolsa. Trump 1.0 subió 5,3%; la versión actual se derrumbó 7,3%. Nixon se había hundido 9,7%. Quizás perderle el miedo a Wall Street no fue tan buen negocio.

G.G.: Trump tiene respuesta a este traspié. “No pain, no gain”. Sin sacrificio no habrá mejoría. “Venimos a cambiar el país. Los chinos tienen una visión de cien años, nosotros no podemos mirar todo trimestre a trimestre”. Por eso, soslaya los vaivenes de la Bolsa. O, por lo menos, eso hizo hasta el Día de la Liberación, el 2 de abril.

P.: Cuando lanzó la gran operación de los aranceles recíprocos, que tuvo que meter en el congelador días después.

G.G.: Nada más genuino que Trump con esas pancartas y el menú detallado de aranceles país por país. Nada más desastroso, también. Todo a la velocidad del rayo.

P.: ¿Cree que hubo un antes y un después?

G.G.: Eso también está clarísimo. Lo que dijera Wall Street volvió a importar. De ahí, la marcha atrás. Porque si no, se prendía fuego.

P.: El S&P 500 cayó 7,3% en los primeros 100 días de Trump. Pero antes se derrumbó casi 20% como consecuencia del fracaso rotundo del Día de la Liberación. Lo que vino después que la suba de los aranceles recíprocos se colocó en el “freezer” ha sido muy positivo. Por ejemplo, el Nasdaq recuperó toda la pérdida que le provocaron los anuncios del 2 de abril. Este Trump moderado, bajo la fuerte influencia del Secretario del Tesoro, Scott Bessent, no es tan dañino. Las expectativas son muy negativas. Y quizás se pasa por alto un detalle importante. La política cambió. ¿O no es así?

G.G.: En estos 100 días de vértigo, asistimos a tres dinámicas muy distintas.

Recordemos que Wall Street festejó la campaña de Trump desde septiembre, y su victoria en noviembre, y supo alcanzar nuevos récords absolutos. Y así fue también después de su asunción el 20 de enero.

P.: El último récord de la Bolsa data del 19 de febrero.

G.G.: Así es. Ese Trump inicial prometía cumplir su agenda de campaña, pero los mercados no le creían. Es la etapa en la que se pensó que se trataba de un bluff. Pero cuando se vio que no era así, que Trump hablaba en serio, y que impulsaba la agenda prometida, con mucha agresividad y muy poca preparación en el terreno… Ahí se produjo el derrumbe que hizo eclosión con el fiasco del Día de la Liberación.

P.: Pero ese Trump no fue tampoco el definitivo.

G.G.: No. Fue un Trump intermezzo. Duró hasta el 9 de abril, cuando tuvo que poner la marcha atrás urgente.

P.: Asustado por las consecuencias de sus propios actos.

G.G.: Pero a tiempo de evitar una crisis crediticia. Lo que no es poca cosa.

P.: Ya no se lo ve tanto a Peter Navarro, su gurú en materia de comercio.

G.G.: Y creció la figura de Betssen, no solo en materia financiera sino también en la negociación de las discusiones comerciales.

P.: Uno diría que ahí cambió la política. Es un Trump que ha tenido que aceptar la realidad y rebajar sus pretensiones.

G.G.: Sí. Con el freno de mano puesto.

P.: Y a partir de ahí el desempeño de Wall Street mejoró sensiblemente.

G.G.: No hay dudas. La revolución trumpista terminó el 9 de abril. Con los aranceles recíprocos en el freezer. En principio, así esquivó la trampa del mercado bear. Y tomó cierta distancia del abismo.

P.: ¿Durará la buena racha?

G.G.: Yo soy muy escéptico sobre el resultado final de la experiencia. No creo que zafemos de una recesión, y, por ende, tampoco del mercado bear. Pero lo que la Administración tiene que hacer para prolongar este rally es muy sencillo. Tiene que bajarle los decibeles a la política comercial, como ya está haciendo, y comenzar a mostrar los primeros acuerdos, que aunque solo sean simbólicos, van a prolongar la reacción favorable. Las expectativas son sumamente sombrías, las carteras se han reposicionado en consecuencia, y se puede trepar bastante si se las contradice con pequeños gestos de paz y entendimiento. Ojalá Trump comprenda que su cruzada comercial es una vía muerta y no vuelva a insistir.

P.: ¿Cree que si abandona la saga de la suba de aranceles podemos volver como al principio, dar vuelta la página y recuperar la confianza en los EEUU?

G.G.: Ya no alcanza. Hay que corregir el daño de la parálisis que produce la política actual. La marcha atrás tiene que ser enérgica, más rápida y más profunda. Mire las previsiones de la actividad portuaria, las cargas que vienen de China se recortaron 30%. El consumidor está aterrado. Hay que convencerlo de que no va a perder su trabajo, de que la inflación no se va a disparar, y, por ende, de que no es necesario que se cubra y reduzca su gasto. Y a los empresarios hay que asegurarse también de que no se vean afectados y convencerlos de que no tienen por qué recortar sus plantillas de personal. Eso se hizo con Apple y la exención de aranceles para los I-phones y laptops. Pero es la excepción, y no la regla. Las empresas se van a ver seriamente perjudicadas en su gran mayoría. Y en esa desidia y reticencia a actuar a tiempo y tomar el toro por las astas, ahí entiendo que está la recesión socavando los cimientos sin encontrar oposición.

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