1 de julio 2024 - 09:58

La inflación se rinde a la voluntad de la FED, pero la baja de tasas deberá esperar

La política monetaria funciona. La política a secas es el interrogante. El primer debate de la campaña asistió a una debacle del presidente Biden.

La FED apostó a la paciencia, y la data de mayo le dio la razón.
La FED apostó a la paciencia, y la data de mayo le dio la razón.
Noticias Argentinas

La FED apostó a la paciencia, y la data de mayo le dio la razón. A sus plantas yace rendida la inflación. No hay signos de la rebeldía del primer trimestre. Y se pasó el peine fino por toda su cabellera. Los precios minoristas y mayoristas, de importación y de exportación y, por último, el viernes, el deflactor del gasto de consumo personal. ¿Dónde anida la rebelión?

La variación del deflactor fue cero. Sin dudas, la caída del costo de la energía dio una mano. No obstante, si se la aparta, la inflación núcleo trepó apenas 0,1%. La moderación es la regla. Los precios de los bienes físicos cayeron 0,2%. Los alimentos y servicios (ex vivienda) subieron 0,1%. La excepción es el costo del alojamiento que trepó 0,4%. Se repliega, aunque aún presenta batalla. La inflación, por supuesto, no es el avance de un único renglón. Sin embargo, hubo una revuelta del nivel general, que estalló con virulencia en enero y se atrincheró hasta abril. Ese foco de sedición se rindió en mayo sin condiciones.

“La política monetaria está funcionando, la inflación se enfría”, dijo Mary Daly, titular de la FED de San Francisco. El banco central lo sabía. La data decía lo contrario. Se aceleró a principios de año a un ritmo sostenido de entre 3,5% y 4%. ¿Cuán restrictiva entonces era la política monetaria? La FED dejó de subir las tasas cortas en junio. ¿Debía volver al ruedo? Powell sostuvo siempre que no. Eso sí, la baja de tasas proyectada entró en el congelador. ¿Deberían las tasas largas hacer el trabajo sucio (como en 2023)? Tampoco. Su aumento se insinuó, pero cuando Powell anunció una cadencia más lenta en el achicamiento del balance de la FED quedó claro que no contaba con ello. Y no hizo falta más. La paciencia, la estrategia de manos libres, rindió sus frutos como ahora es evidente.

Se sabe, una golondrina no cancela el invierno. El banco central querrá ver más información antes de relajarse. No habrá novedades en la reunión de julio. Es muy pronto. Nuevos informes que repliquen las señales de mayo son necesarios. Septiembre es la escala que los futuros de Chicago marcan en el calendario. La Fed habrá visto ya la inflación de junio, julio y agosto. “Nuestro plan no es esperar hasta que las cosas se rompan, y luego tratar de arreglarlas”, señaló Powell en su última conferencia de prensa. Si la inflación no produce exabruptos, la mesa estará servida, mucho antes de Navidad. Recordar lo que afirmó un halcón, Neel Kashkari, de la FED de Minneapolis. “Es razonable predecir que la FED no cortará sus tasas hasta diciembre”. ¿Habrá cambiado de opinión? No tan rápido.

La política monetaria funciona. La política a secas es el interrogante. El primer debate de la campaña asistió a una debacle del presidente Biden. A los siete minutos, cuando extravió por primera vez el hilo de su relato, la preocupación previa del cuartel demócrata se convirtió en pánico. “El presidente Biden es mi amigo. Debe retirarse de la carrera”, escribió el columnista Thomas Friedman en el NY Times.

“Presidente Biden: es hora de abandonar”, tituló Nicholas Kristoff. Se entiende ahora la astucia de su gente de promover un primer debate tan anticipado. Hay tiempo todavía para maniobrar. El gobernador Newsom de California picó en punta como posible reemplazo en los mercados de apuestas. La vice Kamala Harris le sigue a distancia. Un independiente, Robert Kennedy Jr., se ofreció. ¿y Michelle Obama? Pero Biden es terco como una mula. No piensa correrse. Y al día siguiente lo ratificó con un acto de campaña en Carolina del Norte.

Ninguna elección se decide cuatro meses antes, pero el desastre televisado refuerza la estrella de Donald Trump. Y su agenda es terreno minado. Aplicar un arancel de 10% a todas las importaciones (y de 60% a las que provengan de China) no es inocuo. Tampoco, los drásticos cambios en la FED.

“Powell estará afuera a los 100 días de la asunción”, avisó su asesor, Peter Navarro. Es una ironía: en su gestión no le renovó el mandato a Janet Yellen para designarlo. Trump quiere tasas más bajas. Siempre. Y nadie sensato podrá satisfacerlo. ¿Desplazará a Powell? Sí. No obstante, sin el aval del Senado no definirá al sucesor. Y no podrá poner a un cualquiera. Por último, Trump aspira a renovar la poda de impuestos que él mismo sancionó y cuya expiración se acerca. Eso tampoco es gratis. El déficit fiscal ya es una inmensidad. “EEUU volverá a la inflación de los años 70”, alerta Maurice Obstfeld. No será así, aunque Trump insista con sus planes. La FED – con y sin Powell - podrá mantener los precios a raya. Eso sí, deberá subir las tasas de interés. Y el costo al final bien podría ser la recesión y un aterrizaje brusco (si Trump no claudica a tiempo).

La FED podría bajar las tasas en septiembre, sí. Pero, la recomendación de Kashkari, esperar a diciembre, es una forma elegante de aguardar por el desenlace de la elección para saber a qué atenerse. Sería ver y esperar. Ya no solo para realizar la baja de tasas prometida en el mapa de puntos. También para evaluar si hay que cambiar la hoja de ruta y alistar una suba.

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