La reciente orden presidencial destinada a promover el liderazgo de los Estados Unidos en activos digitales apoyando la tecnología blockchain, la autocustodia y el desarrollo de las denominados criptodólares estables emitidos por empresas privadas, rechazando de plano las monedas digitales públicas abre interrogantes sobre cómo puede reconfigurarse el fragmentado universo de pagos internacional.
Trump, activos digitales y Blokchains: un novedoso y fragmentado tablero financiero
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Se vienen las criptos
Una de las primeras ordenes presidenciales emitidas el pasado 23 de enero por Donald Trump titulada “Fortalecimiento del liderazgo estadounidense en tecnología financiera digital” fue recibida con alborozo por la comunidad cripto global, uno de los principales aportantes a la campaña del republicano.
La instrucción presidencial es inequívoca a la hora de apoyar el desarrollo de activos digitales, la tecnología blockchain, la auotocustodia, los criptodólares emitidos por empresas privadas siempre bajo el liderazgo y la soberanía de los Estados Unidos.
Al mismo tiempo que la orden promueve el mundo digital privado rechaza enfáticamente a las monedas digitales emitidas por Bancos Centrales (CBDCs), describiéndolas como una amenaza a la estabilidad del sistema financiero, a la privacidad individual y a la soberanía de los Estados Unidos, incluso prohibiendo el establecimiento, la emisión, la circulación y el uso de cualquier CBDC dentro de ese país.
La orden hace referencia a la protección de la soberanía del dólar de los Estados Unidos, promoviendo el desarrollo y el crecimiento de monedas estables respaldadas por dólares (criptodólares) en todo el mundo.
La intención de Trump de apuntalar a los Estados Unidos como superpotencia hegemónica bajo el reinado del dólar, se da en un escenario de sistemas financieros cada vez más fragmentados en un mundo políticamente multipolar, cuyos principales países buscan reflejar los equilibrios de poder relativos fortaleciendo sus monedas e infraestructuras de pagos locales y regionales.
Fragmentación del sistema financiero
Las infraestructuras financieras globales y locales enfrentan en la actualidad una marcada fragmentación, evidenciando severas dificultades para dialogar y conectarse. Los distintos actores que pueblan el sistema financiero global y local; bancos, proveedores de infraestructura y de servicios de pago (PSP) no bancarios, grandes empresas tecnológicas (bigtechs) y proveedores de activos virtuales, a menudo administran un conjunto complejo de sistemas de tecnología con limitaciones para comunicarse entre unos y otros.
En el mundo financiero, esa necesidad de construir puentes se denomina interoperabilidad, que puede definirse como la capacidad de diferentes sistemas, plataformas y redes de pago para conectarse en forma segura, independientemente del proveedor, la moneda o la geografía.
El Banco de Pagos de Basilea (BIS) publicó un documento en abril del 2024 avizorando el sistema financiero del futuro, al que denominó Finternet, el que según ese organismo internacional funcionará idealmente como múltiples ecosistemas financieros que tendrán como característica distintiva la necesidad imperiosa de poder conectarse entre sí.
Tecnología, geopolítica y pagos
La integración financiera global ha sido uno de los principales motores de crecimiento de la economía global durante los últimos 75 años siendo el universo financiero global uno de los ecosistemas más interdependientes del mundo.
De acuerdo con un informe publicado por el World Economic Forum en enero de este año, el crédito bancario transfronterizo global asciende a casi 40 billones de dólares, aproximadamente el tamaño del PBI de Estados Unidos (USA), Alemania, Japón e India juntos. Las emisiones de bonos por parte de gobiernos y empresas ascendieron a 9 billones de dólares en 2024, y los inversores destinaron 600.000 millones de dólares adicionales a los fondos de bonos globales. El valor total de los pagos transfronterizos en 2023 se estimó en más de 190 billones de dólares.
Sin embargo, las infraestructuras de pagos locales y globales, que constituyen un engranaje central del crecimiento mundial parecen fragmentarse cada vez más debido al menos a dos factores.
Por un lado, la aparición de nuevas tecnologías disruptivas. Por el otro el resurgimiento de conflictos emanados de la finalización de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, donde la infraestructura de pagos es utilizada como una herramienta de intervención en dichos conflictos.
Entre las nuevas tecnologías disruptivas que impactan en el funcionamiento del sistema financiero internacional se destacan la inteligencia artificial, el machine learning, la proliferación de aplicaciones (APIs) y el surgimiento de las cadena de bloques (blockchains), posibilitando éstas últimas la incorporación de nuevos activos digitales que incluyen monedas soberanas y no soberanas (por ej, el bitcoin), así como redes centralizadas y descentralizadas donde se canalizan transferencias y se compran y venden activos de todo tipo continuamente entre distintas geografías.
La creación durante el último lustro de cientos de blockchains también ha llevado a la fragmentación del nuevo ecosistema cripto que requiere de la construcción de “puentes” que le permitan conectar esas distintas redes y capas en forma segura para ganar escalabilidad y usabilidad.
Además, los principales jugadores del sistema financiero tradicional, grandes bancos internacionales como Citibank, JPMorgan o empresas como VISA o Mastercard ya se han comenzado a conectarse y a desarrollar plataformas blockchains que también enfrentan el desafío de poder interoperar entre sistemas y países que cuentan con protocolos y regímenes normativos distintos.
Desde el punto de vista geopolítico la reelección de un Trump recargado y las crecientes tensiones entre países están incrementando la fragmentación del sistema financiero mundial, planteando riesgos para el buen funcionamiento de la economía mundial.
Conflictos desarrollados en distintas geografías durante la última década han puesto de manifiesto la voluntad de los Estados más poderosos de utilizar el sistema financiero para promover objetivos geopolíticos. El voto antiglobalizador del Brexit, la guerra comercial entre USA y China, las sanciones de USA y la Unión Europea a Rusia tras a anexión de Crimea en 2014 han ido agregando tensión a la infraestructura financiera global.
Mas recientemente la invasión rusa a Ucrania en 2022 llevó a que Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino Unido y Canadá, forzaran a SWIFT (el sistema de mensajería global que utilizan las instituciones financieras para operaciones transfronterizas) a desconectar a siete bancos rusos, congelando además casi 300.000 millones de dólares en reservas del banco central ruso.
Los BRICS
En este contexto de enfrentamientos y en un marco geopolítico multipolar es que se desarrollan intentos de crear alternativas de pagos al SWIFT y a sobre todo a la hegemonía global del dólar estadounidense.
Los BRICS (grupo de países integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, entre muchos otros) han venido analizando iniciativas en forma local y colectiva para crear sistemas de pagos transfronterizos que les permitan mitigar su dependencia del dólar estadunidense.
En la última reunión de los BRICS de octubre del 2024 el grupo planteó como un objetivo el “fortalecimiento de las redes de corresponsalía bancaria dentro del BRICS y la habilitación de liquidaciones en monedas locales en línea con la Iniciativa de Pagos Transfronterizos del BRICS (BCBPI)”, también conocida como BRICS Pay.
Algunos países integrantes de BRICS ya cuentan con infraestructuras para sostener esta iniciativa. La red Mir de Rusia, la Interfaz Unificada de Pagos (UPI) de la India y las bigtechs chinas WePay y AliPay son algunas de las herramientas en la construcción de BRICS Pay.
En la reunión de BRICS del año pasado, el presidente de Brasil, Lula da Silva declaró su voluntad de establecer un nuevo sistema de pagos entre las naciones que integran BRICS, señalando que “necesitamos trabajar para que el orden multipolar que deseamos se refleje en el sistema financiero internacional”. Brasil se ha destacado mundialmente en los últimos años (con continuidades notables entre el gobierno de Bolsonaro con el actual) por mejorar su infraestructura financiera llevando adelante políticas públicas de innovación en un marco colaborativo con el sector privado, desarrollando una de las plataformas de pago pública más exitosa del planeta (PIX), avanzando en abrir la información y disposición del sistema financiero a los usuarios (openbanking) y trabajando en pruebas pilotos para desarrollar una moneda digital pública (DREX) que fomente la inclusión y la eficiencia financiera.
Blockchains y monedas digitales públicas
Hace 15 años y al calor de la crisis financiera global del 2008 emergió una nueva tecnología criptográfica que logró interpelar al universo financiero global en general y a su sistema de pagos en particular.
Desarrollada globalmente gracias a su nave nodriza, el bitcoin, las tecnologías de registro distribuido (DLT) y en especial la denominada cadena de bloques (blockchain) dieron soporte a la creación un nuevo y disruptivo ecosistema de pagos, custodia y activos digitales de diversa índole.
La posibilidad de crear “dinero programable” a partir de los denominados contratos inteligentes, y la creación de las denominadas cripto monedas estables fueron ganando espacio en el mundo de las transferencias internacionales y de las inversiones financieras.
Estas características pusieron en alerta a los hasta entonces adormilados bancos centrales de todo el planeta que observaron con perplejidad el creciente grado de adopción global de estos activos digitales en el atesoramiento y en la realización de transferencias o pagos transfronterizos por fuera de los controles usuales existentes en los canales tradicionales
La respuesta del sistema financiero tradicional a la creación de estas plataformas y canales privados paralelos fue impulsar, la creación de las llamadas monedas digitales emitidas por Bancos Centrales (CBDCs), que se encuentran bajo estudio o en diverso grado de desarrollo en casi un 90% de los países, siendo las naciones que integran los BRICS las más avanzadas en esta materia.
Asimismo, el Banco Central Europeo está trabajando para la posible emisión de un euro digital que sería utilizado como medio de pago electrónico accesible y aceptado en todos los países de la zona del euro.
La reciente orden presidencial emitida por Donald Trump apunta a dinamitar estas iniciativas de monedas digitales públicas buscando preservar la dominancia global del dólar estadounidense.
Luces y sombras de las blockchains
El universo cripto promovido por Trump, donde se destacan las cadenas de bloques (blockchains) tiene dos caras que forman parte de la misma moneda.
Del lado positivo pueden señalarse numerosas ventajas:
La tecnología blockchain, que puede adquirir distintos grados de descentralización, permite democratizar el gobierno de distintos tipos de plataformas (tanto públicas como privadas) dándole transparencia a procesos que hoy son administrados por entes centralizados (públicos y privados).
Algunos gobiernos nacionales han empezado a utilizar eficazmente redes blockchains en temas administrativos, financieros, sanitarios o educativos entre muchos otros campos.
Constituyen una herramienta de innovación y empoderamiento para quienes deciden mantener sus activos digitales auto custodiados.
El mayor o menor grado de anonimato que brindan estas redes puede ayudar a preservar la libertad de aquellos que viven bajo regímenes autoritarios o dictatoriales.
La trazabilidad e invulnerabilidad de estas tecnologías de registro distribuido constituye una herramienta potenciadora del sistema productivo
Las cadenas de bloques además han revolucionado el mundo de los activos digitales, de las finanzas descentralizadas y de las transferencias transfronterizas haciéndolas casi inmediatas las 24 horas de los 365 días del año.
El universo artístico, sobre todo a partir de la pandemia, ha encontrado en las cadenas de bloques la posibilidad de ofrecer los denominados tokens no fungibles (NFTs) produciendo obras digitales de todo tipo, ampliándose este universo al desarrollo de activos digitales reales (real world assets -RWA-) tales como propiedades inmuebles, mercancías, activos financieros, entre muchos otros productos.
Sin embargo, la otra cara de la moneda del desarrollo de algunos de estas plataformas cripto ha sido su utilización con fines delictivos de todo tipo. Desde simples estafadores hasta bandas criminales transfronterizas organizadas dedicadas a ciberdelitos, al tráfico de drogas, la trata de personas, la venta de armamentos, redes de pedofilia, entre otras fechorías ha encontrado en plataformas cripto un vehículo más eficaz para financiar sus actividades que los provistos por los canales tradicionales.
Pensado más sistémicamente, los denominados maximalistas del universo cripto, bajo el paraguas de la palabra libertad apuntan sin eufemismos a la destrucción del Estado inclusive en naciones donde impera la democracia y los derechos individuales. La creación de monedas privadas, la caracterización del cobro de impuestos como un robo y la consecuente justificación para anonimizarse evadiendo impuestos constituye una amenaza concreta a la subsistencia de Estados organizados democráticamente tal como los conocemos.
Algunos interrogantes para el futuro
Si bien la tecnología digital afortunadamente ha llegado para quedarse y más allá de la algarabía cripto actual ante la contundencia con la que Trump está apuntalando el amplio y diverso universo de activos digitales privados, surgen interrogantes respecto a si el desarrollo de algunos de esos productos no resultará contradictorio, en algún momento, con el fortalecimiento del rol hegemónico al que los Estados Unidos aspiran con esta iniciativa.
Algunas de las preguntas que aparecen en este nuevo escenario son:
- ¿Estará dispuesto Estados Unidos a promover, en el mediano plazo la expansión de algunos activos digitales y plataformas que se encuentran fuera de su radar y que pueden ser usados por sus “enemigos” en detrimento de sus intereses nacionales?
- ¿Está en el interés de Estados Unidos apuntalar a activos digitales pseudo-anónimos como el bitcoin que tienen desde su nacimiento el objetivo último de reemplazar a monedas emitidas por bancos centrales entre las que se encuentra el mismo dólar?
- ¿Ayudará a la hegemonía de Estados Unidos la expansión de criptodólares emitidos por empresas privadas centralizadas que navegan en ocasiones opacamente por canales alternativos a los tradicionales?
- ¿Qué implicancias tendrá para la ya fragmentada infraestructura de pagos global la potenciación de plataformas de registro distribuido como las blockchains y la expansión de los criptodólares?
- ¿Cuál será la reacción de Europa y los BRICS ante estos movimientos de USA, en especial considerando el reciente rechazo de Trump a la creación de monedas digitales públicas por parte de Estados Unidos?
- ¿Cómo absorberá, en este nuevo escenario, el sistema bancario tradicional el avance de proveedores de activos virtuales y de grandes empresas tecnológicas que ofrecen productos cada vez más competitivos, pero con marcos regulatorios más ligeros?
En el tablero de ajedrez financiero global donde cada jugador, público y privado mueve las piezas de que dispone en forma consecutiva el partido parece estar lejos de definirse.
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