Al rededor de todo el mundo se pueden encontrar en museos y castillos con extrema seguridad cientos de tesoros con un inmenso valor, no solo monetario sino también cultural e histórico. Con las guerras y conflictos que atravesó la sociedad, varios de estos se perdieron o se robaron y nunca volvieron a las manos de sus dueños originales.
La Sala de Ámbar: qué pasó con la lujosa habitación del zar de Rusia valuada en millones
La misteriosa e inconclusa historia de uno de los tesoros más valiosos de Europa, que fue robado y apareció sin sospechosos.
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Ese es el caso de la "Sala de Ambar", considerada la Octava Maravilla del Mundo Moderno por su impresionante belleza, sus detalles grabados en un material tan preciado y sus adornos de oro. Fue diseñada para la realeza Prusia y Rusia, se perdió en la guerra con la Alemania nazi y finalmente fue replicada en un palacio de San Petersburgo.
Qué era la Sala de Ámbar
La historia de la Sala de Ámbar comienza en 1701, cuando Federico I de Prusia ordenó construir una lujosa sala en el palacio real de Berlín. Este espacio destacaba por sus paredes y muebles recubiertos de ámbar, un material que en esa época era doce veces más valioso que el oro. Su elaboración, que se extendió a lo largo de ocho años, utilizó unas cien mil piezas de de esta piedra para cubrir un área de 36 metros cuadrados.
El zar Pedro I el Grande quedó fascinado por esta obra maestra durante una visita a Berlín, donde buscaba reforzar una alianza militar con Prusia contra Suecia. En 1717, Federico Guillermo I de Prusia selló el acuerdo obsequiándole la sala al zar. La Cámara fue cuidadosamente desmontada, empaquetada y transportada hacia San Petersburgo, la nueva capital fundada por Pedro en el Báltico. Para su traslado, se utilizaron 18 trineos tirados por caballos que la llevaron primero por mar y luego por tierra. Finalmente, se instaló en el Palacio de Catalina, en Tsárskoye Seló, la residencia de verano de los zares.
En su nuevo hogar, la sala fue ampliada con paneles adicionales que cubrían 48 metros cuadrados más y adornada con mosaicos. Tras su última remodelación, en 1770, el espacio alcanzó los 96 metros cuadrados, decorado con seis toneladas de paneles de ámbar, pan de oro, gemas, 24 espejos y un piso de maderas preciosas. También contenía alrededor de setenta objetos elaborados en ámbar. Durante los dos siglos siguientes, esta sala icónica se consolidó como una de las principales joyas del imperio zarista, resistiendo no solo siete restauraciones, sino también la Revolución de 1917.
Qué pasó con la Sala de Ámbar
Durante la Segunda Guerra Mundial, San Petersburgo fue atacada por los nazis por 900 días, lo que llevó a una devastación brutal de la ciudad y sus habitantes. Los palacios reales no fueron la excepción, y en ese momento fue que se vio a la Sala por última vez. Por su gran tamaño y la enorme cantidad de detalles, los soviéticos no pudieron evacuar este tesoro a tiempo, por lo que la dejaron atrás y la perdieron de vista por años.
Aunque algunos investigadores aseguran que la Sala de Ámbar fue destruida en los bombardeos o tras el asalto final a la ciudad por las tropas soviéticas en el contraataque contra los nazis, en la década de 2000 se utilizaron equipos más avanzados para la búsqueda y se encontraron obras de arte y joyas en una parte oculta del sótano del castillo, pero nada de la Sala.
En 1979, la antigua URSS comenzó a reconstruir la habitación guiada por dos elementos originales restantes: una única caja de reliquias de la habitación y 86 fotografías en blanco y negro del espacio tomadas justo antes de la Segunda Guerra Mundial. La reconstrucción tomó 23 años, pero hoy la imitación de la Sala de Ámbar se exhibe en el palacio de Catalina en el Museo Estatal de Tsarskoye Selo en San Petersburgo, considerado Patrimonio de la Humanidad.
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