En 1811, José de San Martín adquirió un sable corvo antes de partir desde Londres hacia Buenos Aires, aquel que luego usaría para combatir en la Batalla de San Lorenzo. Cuando se exilió en Europa, el arma quedó en manos de una familia amiga en Mendoza, hasta que el propio San Martín le encargó a su hija Mercedes que se lo llevara.
Se hicieron pasar por estudiantes y lo envolvieron en un poncho: el día que se robaron el sable de San Martín
Osvaldo Agosto fue parte del grupo que ideó el robo de uno de los elementos más preciados del prócer nacional.
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Fue así que ese sable lo acompañó hasta su muerte en Boulogne Sur Mer, el 17 de Agosto de 1850. Posteriormente, Mariano Balcarce, quien fue su yerno, se comunicó con Juan Manuel de Rosas para explicarle la cláusula tercera del testamento que San Martín había redactado el 23 de enero de 1844.
La misma rezaba: “El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la Independencia de la América del Sud le será entregado al General de la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como Argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los Extranjeros que tratan de humillarla”.
Luego, Rosas se lo daría a su amigo Juan Nepomuceno Terrero, cuyo hijo Máximo se casó con Manuelita Rosas. Fue este último quien fue contactado por el director del Museo Histórico Nacional para su donación en 1866. Cuesta creer que, luego de 152 años de historia, ese sable terminó siendo robado por un joven de 23 años.
Cómo fue el robo del sable de San Martín
En un contexto donde el peronismo se encontraba en un estado crítico, Osvaldo Agosto se movía en la clandestinidad junto a sus compañeros de la Resistencia Peronista. Debido a que los ánimos estaban bajos, decidieron planear una acción heroica, que se iba a decidir entre tres opciones: una era el robo del sable de San Martín, otra el robo de las banderas de Obligado en Francia y la toma de las Malvinas en conjunto con otro grupo.
Finalmente, y con la excusa de "mantener la mística del peronismo", se inclinaron por la primera. Fue así que un 12 de agosto de 1963 los integrantes de la Resistencia se hicieron pasar por estudiantes tucumanos en el Museo Histórico Nacional. "El hecho en sí fue fácil, se redujo a la gente que estaba ahí rompimos la vitrina, tomamos el sable lo envolvimos en un poncho y dejamos una consigna, fue un escándalo”, recordó en una entrevista Agosto.
En ese vacío que quedó en el museo quedó escrito: “El sable del general San Martín quedará custodiado por la juventud argentina, representada por la Juventud Peronista…El pueblo argentino no debe albergar ninguna preocupación: el sable corvo de San Martín será cuidado como si fuera el corazón de nuestras madres”.
La alegría llegó a su fin pronto, porque en una operación conjunta entre los Servicios de Inteligencia, el Ejército y la Policía finalmente se pudo encontrar a los responsables. Aunque la punta más importante la dio uno de los miembros de la Resistencia.
Cómo fue la detención de Agosto tras robar el sable corvo de San Martín
“Yo no critico al que confiesa en la tortura. Lo único que les pedía era que si no se pueden aguantar, que se dediquen a la pintura, a la literatura, al cine, pero no a la política, y un compañero confiesa y ahí empieza la persecución al grupo”. A los pocos días, Agosto fue detenido y torturado por las fuerzas de seguridad.
Las palabras de Agosto, tras su detención
“No soy más valiente que nadie, pero tuve suerte de resistir a la tortura. Lo negué todo, me hicieron rueda de detenidos y no me reconocieron. Era publicista en esa época y cuando fuimos a hacer el operativo fui maquillado. Igual seguí detenido durante una semana, pero no me pudieron acusar”, expresó Agosto.
El militante de la Resistencia recordó con orgullo la hazaña realizada, por el impacto que generó y porque lo llevó a conocer a Juan Domingo Perón. Fue un breve encuentro en Puerta de Hierro en el año 1969: “Me dijo: ´lo estuve esperando´, como relacionándolo con el sable, y le dije ´Sí Gral. pero tuvimos algunos inconvenientes, y me respondió: ´Ya sé Agosto, ya sé lo que sufrió´”.
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