7 de diciembre 2024 - 10:00

Un deportista con doble vida y 50 segundos: así fue el fugaz robo a "El Grito" de Munch

El noruego Pål Enger era futbolista de día y ladrón de noche. Cómo planeó y ejecutó el hurto de uno de los cuadros más famosos de la historia.

Esta es la historia de uno de los robos más impresionantes de la obra maestra del pintor expresionista.

Esta es la historia de uno de los robos más impresionantes de la obra maestra del pintor expresionista.

Pål Enger nació y creció en Tveita, uno de los barrios más pobres de Oslo. En el epicentro de la delincuencia juvenil, el joven Enger no fue la excepción. Junto con su amigo Bjørn comenzaron con la inocente actividad de robar y esconderse chocolatines en la manga de sus abrigos, que luego fue reemplazada por saqueos a tiendas de noche, en los que se hacían con joyas, relojes y dinero.

A la par, Enger también practicaba fútbol a toda hora, hasta que su talento llamó la atención del Vålerenga, uno de los clubes de Oslo. Pero, a pesar de que llegó a debutar en la primera división (llegó a disputar tres minutos de un partido de Copa de la Uefa, ante el Beveren belga), el deporte no estaba tan profesionalizado como ahora, por lo que todos los jugadores tenían un trabajo aparte, salvo él.

Enger atravesaba con facilidad esta doble vida. Llegó a tener plata para viajar a Estados Unidos, principalmente para conocer los lugares de rodaje de "El Padrino", su película preferida. Mientras tanto, sus actividades como delincuente seguían creciendo en dificultad y en peso; robaba autos de lujo hasta poder comprarse uno, y junto con Bjørn atentaron contra una joyería, de la cual sacaron un botín de 4,8 millones de coronas noruegas.

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Los dos amigos, que poseían un club de billar donde planeaban sus golpes, decidieron preparar su mayor robo. Enger lo había descubierto durante una excursión escolar al Museo Nacional de Noruega y quedó atrapado en el magnetismo de los trazos de Edvuard Munch que pintaban ese rostro absorto e incrédulo. "El Grito" se convirtió en su obsesión adolescente, e incluso durante años visitaba el museo para contemplar el cuadro.

El 23 de febrero de 1988, la dupla de asaltantes fueron con la tarea encomendada. Enger había localizado la ventana en la que se encontraba la pieza y, sin siquiera bajarse de la escalera, la tomaron sin mayor complicación.

El único problema fue que la obra era la de una mujer pelirroja abrazando a un hombre, otra obra de Munch llamada "Amor y Dolor". De todas formas, el escándalo escaló a nivel nacional. Toda la policía noruega estaba tras esa obra, que estaba ubicada en el techo del club de billar. Sin embargo, Bjørn intentó venderlo y reveló mucha información a un vecino que resultó ser informante de las autoridades.

El robo de "El Grito" de Edvard Munch, obra de Pål Enger

Cuatro años de cárcel para ambos, pena que no se redujo a partir de la devolución del cuadro. Durante su estadía tras las rejas, Enger se enteró que el Comité Olímpico Internacional había designado Lillehammer como sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1994. Ahí fue cuando volvió al ataque con su plan inicial.

Salió de prisión con 24 años, e intentó relanzar su carrera futbolística, aunque sin éxito. Pasó por el Mercantile SFK, otro club de Oslo que militaba en segunda división, aunque la idea del robo lo había consumido por completo. Visitó durante meses una azotea frente al Museo Nacional para estudiar todos los detalles.

Se inventó una coartada -estaría en la otra punta de la ciudad con su mujer embarazada- y convocó a un tipo oscuro para reemplazar a Bjørn, pero no terminó ahí. Enger había llegado al punto de querer burlarse de todos. Días previos al robo llamaba a la policía para decirles que había visto a Pål Enger con algo sospechoso en el coche.

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Así llegó el sábado por la mañana, marcado en el calendario de quien alguna vez llegó a ser futbolista. Alrededor de las seis y media, en el crudo invierno de Oslo, un Mercedes blanco apareció en el museo aún cerrado. Los dos hombres cargaron con una escalera, el único elemento necesario para el objetivo.

Enger ascendió, rompió la ventana y se llevó "El Grito", que se golpeó cuando lo intentó bajar. La escalera quedó ahí y el auto se esfumó. Tan solo 50 segundos fueron necesarios para robar uno de los cuadros más famosos de la historia y la obra maestra del pintor expresionista. A cambio, los ladrones dejaron en su lugar una imagen de tres hombres tomando una cerveza y una nota al pie en el reverso: "Mil gracias por la escasa seguridad".

Enger, una vez más en off-side

Se barajaron diferentes teorías sobre el responsable del robo, ya que pocos creían que aquel que había dado tantas pistas podía ser, una vez más, culpable. Se pensó en un castigo a mediadores noruegos en el conflicto entre Israel y Palestina, y hasta un grupo antiabortista se atribuyó el robo y aseguró que el cuadro no sería devuelto hasta que la televisión transmitiera su película, llamada "El Grito Silencioso".

Mientras tanto, el cuadro estaba escondido entre los tablones de la mesa donde la madre y tías de Engel merendaban todas las tardes. Por supuesto nadie sabía sobre el paradero, y los JJ.OO tapaban cualquier tipo de búsqueda. Ante la imposibilidad de avanzar con la investigación, Noruega se puso en contacto con Charley Hill, especialista en arte de la policía metropolitana de Londres.

Este hombre, mitad americano, mitad inglés y veterano de la guerra de Vietnam, se puso a trabajar con una identidad falsa. Con el correr del tiempo, logró tener contacto con el entorno de Engels y le hizo una oferta por el cuadro. En esa primera cita, en el medio de un encuentro anual de la unidad de narcóticos de la Policía, Hill tuvo que mantener su figura encubierta.

El único requisito que pidió fue el de ver el cuadro antes de comprarlo. Cuando lo tuvo frente a sus ojos, pudo contemplar unas manchas que tiene "El Grito" en una esquina, correspondientes al original de Munch. Una vez más, Enger cayó en la trampa del off-side y fue a la cárcel, esta vez por seis años y medio.

Antes, obvio, hubo tiempo para una jugada de más. Se fugó en mitad de la excursión y doce días después fue atrapado mientras intentaba comprar un billete con destino a Copenhague, disfrazado con una peluca rubia y anteojos de sol. Salió de prisión en el 2000, con 33 años. Finalmente se hizo con una obra de Munch, aunque esta vez fue pagándola, y hasta comenzó a pintar sus propios cuadros. Sin embargo, la vida de delincuencia no concluyó ahí. En 2015, fue condenado por participar en la desaparición de 17 obras del pintor pop noruego Hariton Pushwagner.

Nunca se supo qué era lo que motivó a Enger a robar "El Grito". Quizás fue una mera obsesión o simplemente el hecho de poder demostrar que era posible. Al fin y al cabo, solo hicieron falta una escalera y 50 segundos.

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