16 de febrero 2025 - 11:00

Era la octava maravilla del mundo y fue robada durante la Segunda Guerra Mundial: la historia de la Cámara de Ámbar, un misterio aún sin resolver

Este legendario tesoro fue mandado construir por Federico Guillermo I de Prusia, pero su rastro se perdería para siempre en 1944.

En 2003 fue ignaugurada su réplica. 

En 2003 fue ignaugurada su réplica. 

El origen de la Cámara de Ámbar se remonta a 1701, cuando Federico I de Prusia encargó construir una lujosa sala en el palacio real de Berlín con las paredes y el mobiliario revestidos de ámbar, un material que valía, en ese entonces, doce veces más que el oro.

Estaba construida con paneles de ámbar, láminas de oro y piedras preciosas, y terminó siendo propiedad del emperador ruso Pedro I el Grande. Pero, durante la Segunda Guerra Mundial, el Palacio de Catalina fue saqueado, y este tesoro, que podría alcanzar los 450 millones de dólares, robado por los nazis. Su destino final era el museo del Führer, pero aseguran que nunca llegó allí. Considerada la octava maravilla del mundo por su singular belleza, su paradero sigue siendo incierto.

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La Cámara de Ámbar, un misterio que cumplió más de 80 años

Sus paredes doradas brillaban por los enchapados de ámbar que tenían detalles en oro y estaban acompañados de espejos y gemas preciosas. Ocupaba 55 metros cuadrados y su construcción había requerido 6 toneladas de este material y el trabajo de expertos artesanos. La construcción de la primera habitación empezó en 1701 y estuvo a cargo del escultor Andreas Schlüter por orden de Federico I, el primer rey de Prusia.

En una primera instancia, se pensaba instalarla en el castillo de Charlottenburg, que se encuentra en Alemania, pero finalmente se decidió que su destino era el palacio de Berlín. Allí, esta joya gigante llamó la atención del zar Pedro I el Grande, que quedó obnubilado por su belleza durante una visita a la cuidad alemana con el fin de forjar una alianza militar con Prusia contra Suecia.

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Pedro I de Rusia.

Pedro I de Rusia.

Y en 1717, Federico Guillermo I de Prusia selló este acuerdo regalando la lujosa sala a su nuevo aliado. Para esto, la sala fue desmontada y empaquetada para su traslado hasta San Peterburgo: primero por mar y después por tierra, en 18 trineos tirados por caballos. Una vez allí, se decidió instalarla en el Palacio de Catalina, ubicado a las afueras de lo que entonces era Leningrado, en la ciudad de Tsárskoye Seló, residencia de verano de los zares.

En su llegada, se le añadieron 48 metros cuadrados de paneles de ámbar y su decoración se enriqueció con nuevos mosaicos. Al finalizar su última remodelación, en 1770, seis toneladas de paneles de ámbar, abundante cantidad de oro, innumerables gemas, 24 espejos y un suelo de maderas preciosas envolvían una sala de 96 metros cuadrados que albergaba setenta objetos también de este material.

Durante los dos siglos siguientes, la Cámara de Ámbar se convirtió en una de las joyas de la corona de los zaresy sobrevivió intacta a siete restauraciones, e incluso a la Revolución de 1917.

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La Cámara de Ámbar en el Palacio de Catalina, en 1917.

La Cámara de Ámbar en el Palacio de Catalina, en 1917.

Aunque todo cambió en la Segunda Guerra Mundial: San Petersburgo fue sometida por los nazis a uno de los asedios más crueles de la historia. Este duró 900 días y murieron más de un millón de personas. La ciudad no cayó; pero a unos 30 kilómetros de ahí, en 1941, Tsárskoye Seló sí lo hizo.

Durante la ocupación, se llevó adelante una operación conocida como el expolio nazi: consistía en el robo de obras de arte y otros artículos de valor realizado por oficiales alemanes que muchas veces iban acompañados por expertos conservacionistas para no dañar las piezas en los saqueos. Uno de los históricos edificios que lo sufrió fue el Palacio de Catalina, hogar de la octava maravilla del mundo.

Debido a sus dimensiones y fragilidad, la Cámara de Ámbar no pudo ser evacuada por los soviéticos para ponerla a salvo, como sí lo fueron sus muebles y otros 20.000 objetos del palacio. En un vano intento de salvarla, las autoridades cubrieron sus paredes con papel pintado, sobre el que se colocó una capa de algodón y tablas de madera, además de tapices y mantas.

Pero, los alemanes tardaron poco en encontrarla, y apenas 36 horas en desmontarla y empaquetarla en una operación supervisada por el experto en arte, Alfred Rohde. Por orden expresa de Adolf Hitler, la sala de singular belleza debía regresar a "su verdadero hogar" en Berlín.

La Cámara de Ámbar, un botín de guerra sin encontrar

A los pocos días, los plafones llegaron al museo del simbólico castillo de Königsberg, donde había sido coronado el primer rey de Prusia, Federico I. Allí, Rohde había reunido una inmensa colección de arte y se quedó para el estudio y exhibición de la cámara reconstruida. La cual permaneció expuesta hasta que los ataques aéreos aliados empezaron a devastar la ciudad en 1944.

Mientras Königsberg se desmoronaba bajo las bombas, la Cámara de Ámbar fue embalada en la bodega de un restaurante del castillo y esa fue la última vez que la vieron. Nadie sabe lo que sucedió con ella.

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Detalle de una de las esquinas de la versión reconstruida de la Cámara de Ámbar.

Detalle de una de las esquinas de la versión reconstruida de la Cámara de Ámbar.

Cuando los soldados del Ejército Rojo tomaron la ciudad, en abril de 1945, no hallaron ni rastro de la sala entre las ruinas del castillo. Rohde, que se negó a ser evacuado y permaneció con su mujer junto a la colección hasta la entrada de los soviéticos, tampoco contó nada. A finales de ese año, el matrimonio moriría en extrañas circunstancias sin revelar el paradero de la habitación, si es que lo conocían.

Aunque algunos investigadores dieron por seguro que este tesoro fue destruido en los bombardeos o tras el asalto final a la ciudad por las tropas soviéticas, solo pocos aseguran que los nazis lograron evacuarla a tiempo a un lugar seguro. Durante los últimos setenta años, la sala ha sido buscada por cientos de personas y se plantearon numerosas hipótesis sobre su destino.

Pese al tiempo pasado, el misterio sobre el paradero de la antigua cámara no cesa. En 2020, una expedición polaca levantó todas las alarmas al asegurar que el tesoro de ámbar se encontraba en el fondo del mar Báltico. El barco, denominado Karlsruhe Steamer, fue descubierto en septiembre de ese año, a unos 88 metros bajo el nivel del mar, cerca a las costas de Ustka en Polonia.

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Buzos trabajando en el lugar del hundimiento del SS Karlsruhe en el mar báltico.

Buzos trabajando en el lugar del hundimiento del SS Karlsruhe en el mar báltico.

Este navío se hundió el 13 de abril de 1945 tras ser atacado por aviones soviéticos, y se creía que podría contener los tesoros de la Cámara de Ámbar porque su último lugar de partido fue precisamente donde se dio el saqueo. Sin embargo, semanas de búsqueda no dieron ningún resultado.

En todas las suposiciones, el tiempo juega en contra de la conservación de la Cámara de Ámbar que, en ausencia de las condiciones adecuadas, podría haber quedado reducida a escombros. Aunque las esperanzas de los historiadores prevalecen, y confían que aún queda un gran número de búnkers, minas y túneles secretos, además de palacios abandonados, en los que podría encontrarse el preciado tesoro.

En 1979, las autoridades soviéticas decidieron construir una réplica exacta de la sala. Aunque, las obras de restauración se interrumpieron por falta de fondos tras la caída de la URSS en 1991, pero se reanudaron con fondos alemanes, y en 2003 se inauguró, coincidiendo con el tricentenario de la fundación de San Petersburgo.

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