Cuando salió la noticia que Yoon Suk Yeol decretaba el lunes por la noche la ley marcial en todo el territorio de Corea del Sur, lo primero que uno alcanzaba a pensar era que finalmente Kim Jong Un, el Líder Supremo de Corea del Norte, se había vuelto loco y se aprestaba a invadir su vecino del sur.
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Corea del Sur, una revolución que salió mal
Puede parecer una de las tantas series K-pop coreanas, pero el intento desestabilizador en Corea conlleva implicancias de largo plazo, a medida que el país se aleje más de Occidente para apoyarse en China.
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Los mercados globales operaron con volatilidad, en medio de la tensión política en Corea del Sur y Francia
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Impulsan juicio político contra el presidente de Corea del Sur tras el intento de aplicar ley marcial
Afortunadamente, nada que ver. Lo que estamos viendo se parece mas a un melodrama de los tantos que produce Hallyuwood (la industria fílmica Sur-Coreana) que a cualquier cosa que tenga que ver con las armas.
Un hombre no poderoso
Yun (recordar que los coreanos anteponen su apellido a su nombre de pila), un ex fiscal general, llegó al poder el 9 de marzo de 2022, derrotando al oficialista Lee Jae-myung del partido Democrático en lo que fue la elección presidencial más reñida en la historia coreana (48.56% a 47.83%).
Decir entonces que “llego al poder” tal vez sea algo exagerado. De los 300 miembros del parlamento, apenas 103 respondían al Partido del Poder del Pueblo (en aquel entonces se llamaba Partido del Futuro Unido), con 180 en manos de los Democráticos (los otros siete, que no mueven el amperímetro, se repartieron entre el Partido del Pueblo y el Justicia), una mayoría sin precedentes para la oposición.
La política Coreana
Antes de seguir hablemos un poco sobre la cuestión política en Corea.
El Partido Democrático -la oposición- es una gran canasta de centristas y liberales, que en líneas generales apoya la economía de mercado, al tiempo que promueve una fuerte red de seguridad social, políticas medioambientales, democracia directa y -al menos de la boca para afuera- un sesgo anticorrupción. En lo que hace a la política exterior, apoyan la reconciliación y eventualmente la reunificación con Corea del Norte (si quiere pensar que son más pro-China, que pro-yanqui, está bien).
El Partido del Poder del Pueblo -el de Yun- es lo que llamaríamos un partido conservador, con una marcada posición pro-industria (es el partido de los “chaebols” –“familias ricas”-, la casi media centena de los mayores conglomerados del país), y el centro de votantes en Seúl y Busan (entre las dos ciudades se llevan el 34% de la población del país). Denunciado recurrentemente por corrupción (2016, 2017, etc.) el partido tiene una posición abiertamente confrontativa contra Corea del Norte (pienselo como: anti- chino; pro-yanqui).
Un político como tantos (es decir, malo)
Corea enfrenta una serie de problemas que le son únicos. A pesar de su poderío económico, hace décadas que no está pudiendo generar empleos de calidad para las nuevas generaciones, el acceso a la vivienda se ha vuelto imposible, su población está envejeciendo de manera alarmante y su tasa de fertilidad (0.72%) es una de las más bajas del mundo.
A esto sumemos los problemas de corrupción de los sucesivos gobiernos.
Yun había llegado al poder con la promesa de estar más cerca de la gente y terminar con los “presidentes imperiales”. Pero como otras, su gestión ha estado signada por una serie de escándalos: su respuesta -en realidad la falta de- a la tragedia de Itaewon durante la fiesta de Halloween de 2022 donde 159 personas murieron aplastadas y otras 196 fueron gravemente heridas, la huelga de los médicos, las acusaciones de tráfico de influencias (en cabeza del industrial Myung Tae-kyun), etc.
Pero lo que más pesa sobre el presidente son las múltiples imputaciones a su esposa, Kim-Keon-hee, vinculándola a “insider trading”, plagios, dadivas, perjurio, etc. En noviembre, Yun pidió disculpas públicas por las controversias en torno a su esposa, con lo que logró frenar las investigaciones judiciales y aplicó su poder de veto para frenar la creación de una comisión legislativa para investigarla (de los 24 vetos que ha venido aplicando, 5 lo involucran a él o a su mujer).
Esto no frenó a la oposición, que convocó para el martes que viene -han estado sumando legisladores que decidieron darle la espalda al presidente- a una reunión para designar un fiscal especial que investigue al matrimonio. Este es uno de los factores que mejor explica lo que está ocurriendo estos días.
Las cebolletas, un signo de resistencia.
En marzo de este año, durante la campaña legislativa, el presidente visitó una tienda en Seúl, donde se refirió al incremento de los precios comentando que la “cebolla de verdeo” -algo aún más básico que el Kimchi en la dieta coreana- en 875 won era algo razonable. Lo que él no sabía era que el producto estaba en oferta y su precio “en la calle” alcanzaba los 4,000 wons.
Las redes exploraron y los políticos de la oposición comenzaron a ir a todas sus reuniones con ramilletes de las humildes liliáceas, mientras la gente comenzó a utilizar remeras y todo tipo de merchandising con la plantita como muestra de su desagrado por el presidente (el sentido del humor coreano es proverbial en oriente).
La situación llego a un punto tal que durante la elección el 10 de abril, la comisión electoral prohibió el ingreso con cebollas a los lugares de votación, lo que los votantes circunvalaron haciéndose pulseras, collares y coronas con la planta.
La cuestión es que si bien los Democráticos perdieron 7 escaños y el Partido del Poder del Pueblo ganó 5, la oposición, ahora en alianza con el RKP (Reconstruyendo Corea), continúan superando los 3/5 necesarios para impulsar sus propias leyes en el Congreso.
La esperanza de Yun de terminar los últimos tres años de su periodo buscando convencer al electorado que el fracaso de su gestión era culpa de una oposición despiadada y corrupta, y no finalizarlos como un “pato rengo”, quedaron por el piso.
Un espaldarazo de Trump.
No es que Donald Trump, haya actuado de manera directa, pero la victoria electoral del Republicano sirvió para esperanzar y motivar a las bases del PPP, que impulsaron la aprobación en la gestión de Yun en la tercer semana de noviembre al máximo en seis semanas: 25.7% (datos de Realmeter, considerada una encuestadora “oficialista”.
Poco importa que uno de los objetivos manifiestos del electo mandatario norteamericano sea renovar y avanzar -algo difícil por ahora, visto la guerra Rusia/Ucrania- con su acercamiento a Kim Jong Un.
Hasta qué punto aquella mejora tuvo que ver con el renacer del sentimiento “anti-Corea del Norte -y el anti-Japón y China- que, con un verdadero apoyo al presidente, es algo por lo menos discutible (hasta el incidente de las cebolletas, esta aprobación ha orillado el 30%).
Claro que esto duró poco y la semana pasada la aprobación a su gestión volvía a caer al 25%. Según la gente de Gallup Corea, el apoyo que conseguía era aún inferior, apenas 19%, con la economía y el costo de vida como la mayor preocupación (15%), los escándalos en torno a la primera dama en segundo lugar (12%), diplomacia tercero (8%) y su comunicación (7%).
“Huyamos por la…”
La verdad es que, aun sabiendo los problemas que enfrentaba, nadie esperaba la reacción de Yun, quien, por primera vez desde el asesinato de Park Chung-hee en 1979 (Park, un militar, era el dictador de facto de Corea desde 1962), decretó la Ley Marcial en Corea.
Con la excusa de "aplastar a las fuerzas antiestatales que han estado causando estragos”, el congreso es “una guarida de criminales que quieren paralizar al gobierno”, querer proteger al país “de las fuerzas de comunistas de Nor Corea”, etc. el presidente decretó la ley marcial y dispuso que los militares y la policía tomaran el edificio del Parlamento, con el apoyo de varios helicópteros.
En un tiempo en que las redes sociales están en todos lados, las imagines del personal del Congreso, tratando de frenar el ingreso de los soldados armados y encapuchados abriendo matafuegos, resultaron patéticas.
Hacia las once de la noche, los militares decretaron una prohibición total a cualquier tipo de protestas, el cese de de cualquier actividad parlamentaria o política y la intervención de todos los medios bajo el poder estatal.
La contra-reacción
La decisión del presidente fue tan abrupta e inesperada que, en sus primeras declaraciones, el mandamás de su partido definió la acción como “un movimiento errado”.
En tanto, Lee Jae-myung, el jefe de la oposición ordenó a sus parlamentarios a ir al Congreso, convocando a la gente para que se manifestara frente al edificio. Al grito de “no a la ley marcial”, y “abajo la dictadura”, se presentaron miles de manifestantes, y si bien hubo algunas trifulcas con las fuerzas armadas, afortunadamente las tensiones no llegaron a la violencia.
Si bien el mismo Lee Jae-myung debió trepar por encima de las vallas enfrentando a la policía que no lo dejaba ingresar al edificio, al final 190 diputados (algunos oficialistas) se hicieron presentes y a la una de la mañana votaron el levantamiento de la ley marcial.
Inmediatamente las tropas se retiraron, pero los parlamentarios decidieron hacer “una sentada” y barricar el edificio (se podía esperar cualquier cosa) hasta que el presidente aceptara oficialmente eliminar su medida.
Durante el día las manifestaciones al cantico de “arresten a Yun Suk Yeol”, fueron in crescendo en todo corea, los principales gremios anunciaron un paro por tiempo indeterminado y se suspendieron las clases.
Para las tres de la tarde del martes, el Departamento de Estado Norteamericano lanzaba un comunicado diciendo que esperaban que todo se resolviera de acuerdo con la ley y que “el voto en la legislatura es consistente con ese acercamiento”. Norteamericano. Yun no había anticipado a los yanquis su decisión, confiando en que sus últimas declaraciones sobre que estaba dispuesto a facilitarle armas a Ucrania le conseguirían la venia de la administración Biden, pero la jugada le salió mal.
A las seis de la tarde, y luego de una reunión con su Gabinete, Yun anunciaba que levantaba la ley marcial.
La caída
A las pocas horas el Gabinete en pleno -que podria ser acusado de sedición- presentaba su renuncia.
Aquí, clave fue la figura del ministro de defensa Kim Yong-hyun, un amigo de la infancia de Yun designado ministro a comienzos de septiembre, para muchos quien habría impulsado al presidente a decretar el Estado de Sitio, y que acaba de dar el paso al costado “aceptando la responsabilidad plena por lo sucedido”.
Mas allá de las sanciones legales que le van a caber, esto no alcanza, y mañana se presenta en una reunión plenaria en el Parlamento un proyecto de juicio político al presidente (hacen falta 200 votos, 2/3 de la cámara a favor) por insurrección, que se votaría este viernes o el sábado. Si no renuncia antes, Yun seria entonces suspendido de manera inmediata y el primer ministro asumiría sus funciones, quedando la decisión final sobre su futuro en manos de la Corte Constitucional de Corea (tras la renuncia o la eventual sentencia en contra, quedan 60 días para convocar a una nueva elección presidencial, que muy probablemente ganaría la actual oposición).
¿Y los mercados?
“En la calle”, más allá de las manifestaciones de las últimas horas, no es mucho lo que ha cambiado en Corea. La gente sigue yendo a trabajar, los estudiantes a estudiar, y los comerciantes atienden sus negocios como todos los días.
La reacción del Banco Central de Corea estos días fue anunciar que “dejaba todas las opciones abiertas” para apuntalar al mercado financiero, inyectado de ser necesario una cantidad “ilimitada” de efectivo en la economía.
Corea del Sur es la cuarta economía más grande de Asia, y aunque estos eventos prácticamente no repercutieron en el resto del mundo, no debemos minimizarlos.
Sin dudas es bueno que las fuerzas democráticas hayan ganado y resistido la aplicación de la ley marcial, pero el mero hecho que su democracia haya sido cuestionada, está muy lejos de ser algo bueno o auspicioso, para Corea o para cualquier otro país..
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