Sacha Wicher es un emprendedor inquieto, como él mismo se define. Armó su primera empresa de fabricación de extractores de aire apenas terminó el colegio secundario. Y mientras estudiaba ingeniería industrial se fue diversificando hacia otras actividades, como la explotación de canchas de fútbol cinco y juegos inflables para parques de diversiones.
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En mayo comenzarán a construir en Luján el primer parque de Argentina con olas artificiales para hacer surf
El proyecto fue liderado por el emprendedor Sacha Wicher, creador de La Ola Group. Formará parte de un desarrollo inmobiliario basado en el concepto de playa y deportes.
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Este render muestra cómo se verá el primer surf park de Argentina y América latina que funcionará en Luján, según La Ola Group.
Pero su principal apuesta de la actualidad llegó hace una década, cuando comenzó a gestar un proyecto singular: fabricar olas artificiales personalizadas, diseñadas en función de las necesidades de los surfistas. A partir de allí armó un rompecabezas que incluyó tecnología, deporte y real estate y creó la empresa La Ola Group, junto a dos socios fundadores.
Ahora es protagonista de un proyecto residencial y turístico que moviliza una inversión inicial de u$s15 millones para instalar un surf park, o parque de olas artificiales para surf, el primero de la Argentina y único en toda América latina.
El desarrollo, bautizado Surfvillage, estará en Luján, provincia de Buenos Aires. Y prevé poner el primer ladrillo de la obra, en rigor el primer balde de arena, en mayo próximo. Sacha asegura que en “un año y monedas” el parque estará disponible para quienes quieran ir a aprender a surfear o los que ya saben cómo hacerlo pero no siempre tienen ganas de recorrer 400 kilómetros hasta las playas bonaerenses.
La playa y la ola artificial serán la punta de lanza del desarrollo inmobiliario, cuya venta y explotación estará en manos de un grupo especializado. Sacha y sus socios se ocuparán exclusivamente de garantizar “la ola perfecta” para cada necesidad.
Durante una entrevista con Ámbito, el emprendedor contó la historia detrás de este lanzamiento y otros detalles del proyecto.
Periodista: ¿Cómo arrancó el proyecto?
Sacha Wicher: El proyecto se inició hace 11 años. Yo tengo una fábrica de extractores de aire, que fue lo primero que arranqué a hacer apenas terminé el colegio mientras me puse a estudiar ingeniería industrial. Y un cliente a quien yo le vendía unos motores para hacer inflables me propuso la idea de hacer un parque de inflables. Y acepté, porque siempre fui muy emprendedor y con muchas ganas de hacer cosas. Aparte de las fábricas, tengo canchitas de fútbol, franquicias en Europa, soy bastante inquieto.
El parque de diversiones con inflables fue el punto de partida a partir del cual empecé a analizar la ola estática. Es una ola en la cual la persona se mantiene siempre en el mismo lugar y es un gran complemento para poder aprender a surfear.
Y a través de la ola estática vi otros proyectos que en ese momento recién empezaban a darse, como las olas dinámicas. Y ahí quedé totalmente flasheado y mi idea era instalar una obra de éstas olas en Argentina. Me enamoré de este proyecto desde el día uno.
P: ¿Cuáles fueron los pasos que fueron dando?
SW: En ese momento había sólo una empresa en el mundo, y hoy somos 10. Pero los números y la imposibilidad de la importación de la maquinaria hacían que el proyecto fuera demasiado complejo. Entonces un poco como jóvenes e inconscientes nos propusimos desarrollar nuestra propia tecnología. Y adaptamos un principio de funcionamiento que existe hace más de 30 años, con un enfoque más de diversión, sin aplicarla al surfing.
Los primeros pasos técnicos fueron en conjunto con el Conicet y la UBA. Más allá de la tecnología, hay un producto que hay que alcanzar, que tiene que ser económicamente viable, que tiene que generar una cantidad de olas atractivas, que la versatilidad en la generación tiene que estar buena, como cualquier producto que tiene que unir un montón de partes para que sea funcional.
Y nosotros entendimos desde el día uno que ese enfoque era el real estate; que nuestro producto era un atractivo que generaba y revalorizaba una tierra, y que el surf era la excusa para generar oportunidades comerciales a través de la ola artificial. Pero la manera de que nuestro proyecto pudiera existir, financieramente hablando, era a través del real estate.
Así generamos un acuerdo con un grupo desarrollador para construir esta primera ola en el partido de Luján, muy cerca de la zona de barrios de Pilar Norte. Y va a ser un barrio de 776 lotes que va a tener otros atractivos, aparte de la ola, para ofrecer un concepto de vida playa y deportiva, que creo que es la manera en la gente quiere vivir, sobre todo después de la pandemia que revalorizó las experiencias al aire libre.
P: ¿Cuál fue el mayor desafío en el aspecto técnico?
SW: Nuestro desafío siempre fue sostener ese enfoque de generar una ola que sea atractiva visualmente en cuanto al paisajismo y que sea un entorno artificial que te traslade a la sensación de estar en el mar. Así fuimos recorriendo ese camino en conjunto con el Conicet hasta la pandemia, cuando ellos frenaron todos los contratos privados para ponerse a hacer cosas un poquito más importantes, como el respirador y los barbijos.
Pero eso nos dio un impulso para terminar de dar ese salto que teníamos que dar de armar nuestro propio equipo técnico comercial, financiero, como en cualquier startup que que precisa de distintos roles para llevar algo a la realidad. Y montamos en Cardales nuestro centro de investigación y desarrollo, donde tenemos una maqueta que tiene 4x10 metros, un prototipo de escala real que tiene un recorrido de una ola de un metro, de 70 metros de largo.Nuestra idea o misión es llevar las olas a cualquier parte del mundo. La tecnología está pensada para eso, para que sea escalable y pueda construirse en cualquier lado.
P: ¿En algún momento pensaron que el proyecto era irrealizable?
SW: Obviamente a veces para emprender tenés que tener mucha paciencia, en nuestro caso hubo que bancarse 11 años de desarrollo tecnológico, de muchas idas y vueltas con distintas cosas, con equipos, con inversores, con posibles proyectos que después no sucedieron. Pero fue muy increíble cómo se fue dando todo y cómo fue llegando cada integrante a La Ola para darle lo que la empresa necesitaba en ese momento.
Hoy en día somos 12 integrantes. Y la llegada de cada uno podría ser un capítulo de una serie en una plataforma. Nunca fuimos a buscar a alguien. El proyecto es tan atractivo y se fue generando una energía que actuó como un imán que fue traccionando lo que tenía que traccionar para que fuera dando los pasos orgánicos.
P: ¿Me puede dar algún ejemplo de esos casos?
SW: Somos tres fundadores, Ezequiel Fernández Lobo, Joaquín Losada y yo. No arrancamos como una startup típica, de tres amigos que se ponen a pensar un proyecto. Acá fue el proyecto lo que los fue convocando. Pero los considero fundadores porque se apropiaron del proyecto y lo trasladaron a su cuerpo y se adueñaron de esto.
Desde la parte de ingeniería, por ejemplo, Joaquín estaba terminando su tesis cuando estábamos trabajando con el Conicet y con la UBA toda la parte técnica. Él es surfista de raza y quería hacer su tesis sobre olas y los compañeros de la Facultad le decían que la cátedra no iba a aceptar ese tema. Pero él insistió y fue a preguntar. Y resultó que su jefe de tesis era quien estaba liderando nuestro proyecto técnico desde dentro del Conicet. Y en vez de encontrarse con un no rotundo, se encontró con que nosotros estábamos tratando de contratar ingenieros para acelerar los procesos de la creación de las maquetas, los análisis numéricos. Así, se terminó de recibir con su tesis sobre olas artificiales y hoy es el líder técnico del proyecto y uno de los fundadores.
Ezequiel está más en la parte comercial, ya que tiene una empresa de surf, entonces entiende perfecto qué necesita el cliente, la parte comercial que tiene la ola. El tiene algunas escuelitas de surf y su cliente número uno es el que se inicia. Y yo, que no vengo del surf, sino que lo conocí a través de ellos, me ocupo más de pensar el negocio con menos apasionamiento cuando es necesario tener la cabeza fría para decidir. Ellos no pueden pensar en otra cosa más que en las olas. Yo disfruto, pero puedo mantener la distancia cuando el negocio lo exige.
P: ¿Creen que el surfista va a dejar de ir a la costa para ir a surfear a Luján?
SW: Muchos se preguntan cuántos surfistas hay en Buenos Aires, si este parque va a tener capacidad de atraer gente para que no tenga que ir a la costa. Y lo que hay que entender de la ola artificial como producto, aparte de que es un amenity innovador como fueron en su momento las canchas de golf, es la herramienta perfecta para aprender a surfear. Vos tenés garantizada primero la calidad, con olas perfectas.
Porque a veces vas al mar y es un desafío, porque no podés cambiar lo que el mar tiene para ofrecerte. Tal vez después de hacer cinco horas en auto te encontrás con que no hay olas, o si las hay está el mar lleno de gente. Igual son desafíos que se disfrutan y por eso no va a dejar de existir el surfista en el mar. Pero la ola artificial va a ser una herramienta en la que la curva de aprendizaje va a ser mucho más rápida.
Entonces, probablemente se generen muchos surfistas gracias a La Ola, eso va a hacer que crezca una industria también. Porque a quien le gustó aprender luego va a querer viajar con una empresa de surf a la costa argentina o a Brasil, a Costa Rica, o donde sea, o se va a querer comprar una tabla, se va a querer comprar el traje de neoprene.
En Brasil, el surf es la industria deportiva más desarrollada después del fútbol. Me voló la cabeza pensar que tal vez con esto que conoce muy poca gente, yo puedo ser algo aunque sea parecido a la importancia que tiene el surf en Brasil.
P: ¿Cómo se financian los u$s15 millones de la primera etapa del proyecto y cuáles son los plazos de ejecución?
SW: Se financia a través del desarrollo inmobiliario. Existen distintas maneras, desde comprar un lote, invertir en el proyecto, el sponsoreo de marcas, etcétera. El financiamiento se genera a través de la tierra, básicamente. Es un modelo donde todos ganan, el desarrollador que compra tierra barata, se construye la ola, la ola genera atracción y se revaloriza esa tierra.
Esta primera ola la vamos a construir en dos etapas. La primera proyectamos que se inicie en mayo de este año y lleva de 8 a 12 meses la construcción. Ahí vamos a poder ver a alguien surfeando en la ola. Por otro lado, el desarrollo inmobiliario es grande, va a tener un hotel, va a tener un centro comercial y más de 700 lotes, por lo que calcular cuándo va a estar terminado el barrio es hacer futurología. De todos modos, nosotros nos vamos a concentrar en la operación del surf park, que va a estar funcionando a pleno en un año y monedas más o menos.
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