El desarrollo de proyectos vitivinícolas en la provincia de Buenos Aires sigue siendo una tendencia en crecimiento, por fuera de los paisajes tradicionales de Mendoza, San Juan y Salta.
La historia de Kikel, la empresa familiar que se propone hacer los primeros vinos de Trenque Lauquen
Uno de los dueños de la compañía viajó a Mendoza para visitar un proyecto de espárragos. Pero regresó enamorado de los viñedos. Ya plantaron tres hectáreas.
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Una característica de los últimos tiempos es que no sólo aparecen emprendimientos en diferentes puntos del territorio bonaerense, sino que también lo hacen cada vez más cerca de la Capital Federal.
Actualmente existen viñedos chicos en localidades como Berisso, Coronel Pringles, Villarino, Tornquist, Daireaux, Pergamino, Tandil, entre otras.
A mayor escala, en Chapadmalal se radicó la línea de vinos oceánicos Costa & Pampa. A la vez, Bodega Gamboa se instaló en Campana, muy cerca de la Ruta 9, con una gran repercusión enoturística por su cercanía con la Ciudad de Buenos Aires. En esa misma zona comenzó a desarrollarse el proyecto bonaerense de Casa Vigil, del enólogo Alejandro Vigil.
Otro caso de un viñedo chico en desarrollo es Kikel, una empresa familiar que apunta a convertirlo en el primer emprendimiento de su tipo en Trenque Lauquen y a motivar a otros productores de la zona para que incursionen en esta actividad no tradicional en la zona.
De los espárragos a los vinos
“Siempre quise tener un viñedo. Cuando egresé de la universidad, viajé a Mendoza para conocer un proyecto de espárragos en el Valle de Uco. Y si bien no me interesaron los espárragos, volví de ese viaje encantado con la idea de apostar por los viñedos”, comentó Francisco “Pancho” Perkins, administrador de la empresa familiar.
Kikel es integrante del grupo CREA 30 Agosto Mari Lauquen (región Oeste). CREA es una asociación civil sin fines de lucro integrada por 2.182 empresas y dirigida por empresarios agropecuarios que se reúnen en grupos para optimizar los resultados de sus organizaciones a través del intercambio de conocimientos, ideas y experiencias.
Y esta inserción tuvo mucho que ver para el arranque de la iniciativa, ya que la idea de un viñedo siguió presente por varios años en la cabeza de Pancho Perkins. La gran traba era no poder imaginarse una producción vinícola fuera de la región de Cuyo.
Pero durante un viaje que Pancho realizó a Córdoba junto con otros miembros de su grupo CREA terminó de convencerse de que eso era posible: “Conocí un viñedo y su dueño, sin que yo le preguntara nada, dijo que las uvas crecen en todos lados y empezó a nombrar distintos lugares del mundo donde se hacen viñedos, que no necesariamente están en la montaña, como en Francia, Italia y Sudáfrica. Recordó que incluso en Argentina, los primeros viñedos se fundaron en Entre Ríos y no en Mendoza”.
“Ahí me cayó la ficha. Cuando volví de Córdoba, me junté con mis hermanos y con mi madre, que son mis socios, y les planteé la idea de hacer un viñedo. Toda mi familia dijo que sí, pero comenzando con un proyecto chico, que no pusiera en riesgo las demás actividades que lleva adelante la empresa”, explicó.
Con ese acuerdo familiar, Pancho viajó a Mendoza y contactó a Alejandro Tosso, cuarta generación de una familia que se dedica a la producción vitivinícola y miembro del CREA Los Andes. Con él realizaron una gira para conocer viñedos, bodegas y enólogos.
A su vuelta a Trenque Lauquen, seleccionó el lugar del campo donde instalaron el viñedo. Fue en unas lomas altas y quebradas, donde abunda el pasto llorón y que contrastan con el resto de la superficie del establecimiento, dominado por las planicies. Estas lomas se caracterizan por ser arenosas, con una alta infiltración, que permiten hacer un manejo adecuado del agua mediante riego.
“Cuando subimos ahí parecía como si estuviésemos en la montaña”, recordó Perkins.
Además la familia analizó cómo integrar la actividad del viñedo con la producción agrícola y ganadera. “A partir de ahí empecé a pensar por qué no hacerlo entre medio del trigo, del girasol, de la soja y de las vacas”, comentó.
La etapa de aprender y pagar derecho de piso
“El desafío inicial más grande fue animarme a hacerlo. Porque es algo completamente distinto a todo lo que hacíamos. De alguna manera, no tener viñedos cerca nos desafió a pensar cosas distintas, pero a su vez quisimos basarnos en los que sabían”.
Así recibieron el asesoramiento de profesionales de Mendoza para armar los viñedos y en 2022 plantaron la primera hectárea de uvas, con el objetivo de probar las técnicas y aprender, antes de llevar adelante el proyecto completo, que se completaría con tres hectáreas en producción.
En esa primera etapa se plantaron, con sistemas de espalderos, dos cepas blancas (Sauvignon blanc y Viognier) y cuatro tintas (Bonanda, Malbec, Cabernet sauvignon y Cabernet franc). En total, calculan que plantaron unas 4.000 plantas por hectárea.
“El primer año fue de aprendizaje. Tuvimos un logro razonable para esa primera instancia; cosechamos pocas uvas, pero registramos más pérdidas de plantas de lo que deberíamos haber tenido. Las heladas nos agarraron con las plantas demasiado verdes y se nos murieron varias. O sea, pagamos derecho de piso. Por eso quisimos comenzar de a poco. Ahora creemos que aprendimos bastante y este año nos animamos a completar el proyecto”.
En 2024 plantaron las dos hectáreas que faltaban para completar el emprendimiento, con las cepas Malbec y Cabernet Franc.
“Pensamos que el Malbec es la uva emblema de Argentina y, a la vez, sentimos que el Cabernet franc es la cepa del futuro. Por eso nos jugamos por esas uvas”, afirmó.
“De todas maneras, ya teniendo las plantas podemos hacer nuestro propio vivero e ir reponiendo las cepas que queramos de un modo sencillo”, añadió.
Para 2025 esperan obtener una cosecha, pero las plantas deben esperar unos años más para poder alcanzar todo su potencial. “De todos modos ya tenemos plantas bien formadas y calculamos que vamos a tener algo de cosecha como para empezar a probar la vinificación”, adelantó.
“La idea es vinificar nosotros. Originalmente pensábamos mandar la uva a Mendoza, pero la provincia no permite el ingreso de la fruta, sólo de mosto. Así que planeamos hacer una micro bodega para vinificar directamente en el campo, que cuide muy bien la tecnología, la temperatura en el momento de fermentación, y trabajar con los mejores productos que consigamos. En principio la idea es armar una estructura básica, que vaya creciendo en la medida que crezca la producción”, explicó.
Un proyecto para reforzar los lazos de la empresa familiar
El proyecto alcanzará su plenitud en cuatro o cinco años, cuando prevén alcanzar una producción de 20.000 botellas de vino al año. No obstante, se trata de una iniciativa de largo plazo, que podría extenderse a lo largo de varias décadas e incorporar a las próximas generaciones de la familia, y que incluso puedan sumar a la actividad otros emprendimientos, como el turismo, la gastronomía y la hotelería.
“Esa es una de las cosas que nos motivaban y nos plantea un horizonte diferente, porque con los cultivos de trigo, girasol, maíz, soja o maní, sólo debemos esperar seis meses desde que sembramos hasta que cosechamos. En cambio, el proyecto de los viñedos nos obliga a pensar de un modo completamente distinto, de aquí a cinco décadas”, detalló.
“La idea también es generar desarrollo local. Por eso tenemos las tranqueras abiertas para cualquier persona que quiera venir a ver el viñedo. Compartimos toda la información, porque también estamos queriendo que existan más proyectos de este tipo”, dijo Perkins.
Perkins destacó que si bien la intención es que el proyecto sea rentable, buscan que el beneficio pueda ser capitalizado en términos culturales y emocionales. Por un lado, la iniciativa apunta a generar un plan sostenible y diverso, donde el viñedo pueda desarrollarse a sólo 200 metros de un cultivo agrícola y 100 metros del potrero donde pastorean las vacas, con un manejo eficiente.
Por otro lado, aspira a que la iniciativa genere un fuerte vínculo en la familia, donde no sólo los une el campo, sino también el arte. “El proyecto del viñedo, que equivale a un porcentaje mínimo dentro de la empresa, tiene un valor intangible muy grande porque nos une como socios y familia”, concluyó.
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