2 de marzo 2025 - 11:16

Achicar el Banco Nación es achicar la Nación

El presidente rubricó el documento por el cual se transformará al banco en sociedad anónima. De esta manera, la administración nacional busca abrir el camino a una eventual privatización.

El BNA fue creado en el gobierno conservador de Carlos Pellegrini en 1891 luego de la crisis económica y financiera de 1890.

El BNA fue creado en el gobierno conservador de Carlos Pellegrini en 1891 luego de la crisis económica y financiera de 1890.

Mariano Fuchila

El Decreto 116/25 de transformación del Banco Nación en sociedad anónima merece un análisis multidimensional. Si la Argentina fuera un país escandinavo estaríamos en presencia de un debate de carácter societario.

Pero en la Argentina actual es evidente que la medida, en el contexto de otras políticas que se están adoptando, constituye un paso orientado a privatizar y achicar el Banco, a contramano de un mundo que revaloriza el rol del sector público y de las políticas productivas, algo que reconoce el propio FMI como puede verse en el documento “El regreso de la política industrial en datos, enero de 2024".

La importancia del Banco Nación

El Banco Nación fue creado en el gobierno conservador de Carlos Pellegrini en 1891 luego de la crisis económica y financiera de 1890 con el objetivo de promover la actividad económica en todo el país. Su fundación precede en varias décadas al propio Banco Central creado en 1935. A lo largo de más de 133 años de existencia ha cumplido en todo el país diversos roles vitales para el desarrollo.

Para tener una idea de la magnitud del banco en el sistema financiero argentino, de acuerdo a las últimas cifras disponibles del Banco Central al 30 de noviembre de 2024, el BNA representa el 16,49% del total de créditos del sistema financiero argentino y el 23,99% de los depósitos. Asimismo, el Banco Nación constituye el 30,27% del patrimonio neto del sistema bancario, con un 23,9% del total de activos y el 21,9% del pasivo del sistema.

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Milei firmó el decreto para declarar al BNA como sociedad anónima, el primer paso a la privatización de la entidad.

Milei firmó el decreto para declarar al BNA como sociedad anónima, el primer paso a la privatización de la entidad.

El BNA tiene una presencia única en todo el país con una gran capilaridad a través de 721 sucursales que prestan diversos servicios financieros a la población, incluyendo no solo cobros y pagos, sino una actividad crediticia orientada a la producción y a las PYMES.

Esta actividad en todo su despliegue territorial, no solo complementa necesariamente a la banca comercial tradicional, que se orienta productos financieros tradicionales para segmentos poblacionales con trabajo formal, sino que además ha actuado como un virtual banco de desarrollo, luego de la liquidación del BANADE y complementando al BICE, banco concebido para financiar el comercio exterior, pero de escasa capitalización.

La importancia del Banco Nación para el país

También el BNA presta servicios financieros en algunas provincias donde la crisis del tequila (1994-1995) liquidó a la banca provincial que tradicionalmente articulaba y complementaba con el BNA la atención a clientes en todo el país.

Por fuera de la prestación de dichos servicios el Banco Nación, por su peso en el sistema financiero tiene un rol clave como banco testigo en la concreción de políticas públicas y especialmente en mejorar las condiciones financieras para la población (reduciendo las tasas de interés y ampliando los plazos de los créditos).

De acuerdo a la información del régimen de transparencia del Banco Central puede observarse que tanto el Banco Nación como el Banco Provincia tienen una tasa de interés sobre depósitos de 2,1 puntos porcentuales sobre los plazos fijos sobre los bancos privados de primera linea. En relación a los créditos hipotecarios UVA, el Banco Nación cobra un margen 2,4 puntos porcentuales inferior al promedio de la banca privada de primera linea.

Hubo diversos intentos de privatización del BNA. En 1996 durante la Presidencia de Carlos Menem se avanzó en pasos preparatorios, pero al trascender la idea, el Gobierno archivó la venta. En 2000 durante el Gobierno de la Alianza, el FMI propuso la privatización como parte de un nuevo “stand by” pero ante la fuerte resistencia social, incluida parte de la coalición gobernante y de las propias entidades rurales que con los campos hipotecados habían verificado que solo los bancos oficiales daban crédito, ante el retiro de la banca crecientemente extranjerizada luego de la crisis de 1997. ¿Tendremos memoria?

No caben dudas que el Gobierno avanzaría de ganar las elecciones de medio término y si la sociedad no reacciona en la privatización del Banco. Ya hubo un intento de incluirlo en la nómina de empresas sujetas a privatización en la ley Bases, de la que finalmente fue excluido, pero no hay dudas que el Decreto de transformación societaria apunta a su venta. ¿Intentará el gobierno si no logra hacerlo por ley avanzar a través de un DNU el próximo verano? Si nombró jueces de la Corte por Decreto no es algo desdeñable, teniendo en cuenta que la Constitución solo limita taxativamente emitir DNU en temas impositivos y electorales.

Desde una lógica de “mercado” un Banco Nación privatizado cerraría sucursales y puntos de atención en diversos puntos del país que por escala no dan ganancias, además de abandonar el sesgo de crédito productivo y la moderación en el “spread” entre tasas pasivas y activas.

El Banco Nación debe ser eficiente y dar ganancias, pero no maximizar la rentabilidad a cualquier precio, sino que debe aplicar parte de su rentabilidad como banco comercial a prestar servicios financieros en todo el país, por fuera de preservar su sesgo de carácter productivo que le permita al Estado Nacional (su accionista) apalancar el crecimiento del país y dar servicio a todos sus “accionistas” o sea la ciudadanía del país. Se trata de cuidar el “balance grande” de la Nación a través de un Banco Nación eficiente tanto económica como socialmente.

No es casual que en las últimas décadas el Banco Nación solo tuvo pérdidas de 2017 a 2019 cuando se declamaron políticas supuestamente “eficientistas”, que no impidieron dar créditos cuestionables como el de Vicentín, en el marco de un modelo económico imperante que afectaba el balance del Banco, cosa que no ocurrió cuando el BNA y el sistema financiero obtuvieron rentabilidad en un país en crecimiento (1945-1975) y (2002-1015) mientras el BNA podía promover la actividad económica y cumplir a la vez un rol social.

Tampoco es casual que en la actualidad se declame la necesidad de fortalecer el banco, pero se lo utilice como una herramienta política para disciplinar a la oposición, como ocurrió con el cierre de las sucursales de La Pampa y de Ramos Mejía en el partido de La Matanza, afectando a miles de ciudadanos del país.

También hay un sugestivo paralelismo entre la pretensión privatizadora de hace un cuarto de siglo y el Decreto de días atrás que se dio a conocer antes del viaje y posterior reunión del Presidente con la Directora Gerente del FMI.

Queda claro que ciertos sectores financieros se beneficiarían de un banco privatizado y reducido, ganando no solo participación de mercado sino también teniendo más margen para reducir rendimiento al ahorro y encareciendo los créditos, además del deterioro en la calidad del servicio en numerosas zonas del país donde está presente el Banco y donde muchos ciudadanos deberían desplazarse kilómetros para encontrar una sucursal bancaria porque “no es negocio”.

El Banco Nación, articulando con el Banco Central y otros actores públicos y privados debe jugar un rol clave en la educación financiera del país, en la protección del consumidor financiero, en la inclusión de sectores vulnerables y con capacidades diferentes. También debe analizarse si el Banco puede articular en forma más potente el servicio de banco de desarrollo haciendo sinergias con el BICE.

No cabe dudas que se debe debatir el rol del Banco Nación, en un sistema financiero que en todo el mundo se transforma velozmente, dado el desarrollo tecnológico, la irrupción de otros actores no bancarios como las “fintech”. También es cierto que se debe trabajar en capitalizarlo y hacerlo más eficiente, atendiendo nuevas demandas, que imponen los cambios productivos y sociales, pero queda claro que esto último no es el objetivo del Gobierno y tal como enseña nuestra historia, cuando se afecta el patrimonio público y no hay una visión de país, un proyecto nacional el resultado de “achicar el Nación es achicar la Nación”.

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