7 de febrero 2025 - 11:02

Algodón argentino: ¿cómo mejorar la calidad y conquistar el mercado global?

Argentina es el noveno productor mundial de algodón, detrás de China, India, Estados Unidos y Brasil. Sin embargo su calidad es media y esto impacta en la balanza comercial.

La calidad media del algodón argentino impacta en la balanza comercial de la industria textil-indumentaria.

La calidad media del algodón argentino impacta en la balanza comercial de la industria textil-indumentaria.

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La Argentina es el noveno productor mundial de algodón, por detrás de países como China, India, Estados Unidos y Brasil. Sin embargo, nuestro algodón es de calidad media y tiene bajos niveles de exportación. Esto impacta tanto en la balanza comercial de la industria textil-indumentaria —donde el algodón es la principal fibra natural utilizada—, que es deficitaria, como en la calidad de la ropa producida localmente. La producción algodonera tiene una larga tradición en el país; de hecho, nuestra primera exportación registrada incluyó tejidos de algodón. Siguiendo dos líneas claras, que bien aplican nuestros competidores, podemos mejorar la calidad de nuestro algodón y jugar más fuerte en el mercado global.

Medir la calidad para aumentar la cantidad

En Argentina no medimos la calidad del algodón con los mismos estándares que en otros países más competitivos. La mayoría de las mediciones de calidad aún se realizan bajo un sistema de clasificación que data de hace más de 100 años, basado en patrones visuales. Este no discrimina efectivamente las diferencias de calidad entre los productores, y por ende, tampoco afecta los precios que estos perciben por su algodón.

En cambio, los principales países exportadores utilizan instrumentos tecnológicos de alto volumen (HVI, por sus siglas en inglés) en laboratorios habilitados. Así, obtienen mediciones precisas y objetivas sobre las características y calidad de la fibra. Si la medición mediante HVI es clara, precisa y transparente, ¿por qué no se consolida su uso en Argentina?

Existen intereses cruzados entre los diferentes actores de esta cadena. Por un lado, están los productores, quienes en su mayoría se beneficiarían de la implementación HVI, ya que generaría mediciones confiables y facilitaría la fijación de precios claros. Por otro, se encuentran los actores industriales, que en muchos casos cuentan con sus propios instrumentos HVI, pero compran el algodón bajo la clasificación tradicional, que a menudo no distingue adecuadamente entre calidades ni permite establecer precios acordes.

Implementar una red oficial de laboratorios HVI a nivel nacional, con apoyo estatal para evitar que los costos recaigan sobre las empresas, fortalecería al sector de manera contundente. En cambio, nos encontramos con que el Fondo Algodonero —que ofrecía asistencia técnica, subsidios y semillas certificadas a los productores— fue discontinuado en mayo de 2024.

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Semillas y calidad van de la mano

Si tuviésemos un sistema de medición estandarizado, que premie la calidad, se podrían establecer incentivos claros para que los productores busquen mejorar sus cultivos. Hacia finales de los años 90, Argentina adoptó rápidamente el uso de semillas genéticamente modificadas, lo que permitió aumentar con rapidez los rendimientos y las exportaciones de fibra. Sin embargo, desde ese boom, dada la falta de incentivos, el país fue quedando rezagado y hoy enfrenta un atraso genético en comparación con los países líderes en algodón, como Brasil o Estados Unidos.

La semilla de algodón es autógama, es decir, se puede autorreproducir. Esto permite a los productores evitar la compra de nuevas semillas tras cada cosecha y recuperarlas en el proceso de desmote. En criollo: se puede separar la fibra de las semillas y otros desperdicios, y reutilizarlas. Otra forma generalizada de acceso a las semillas es la “bolsa blanca”, el mercado informal de comercialización irregular de semillas, que no cuentan con controles de calidad que certifiquen su orígen o variedad.

Ahí encontramos un problema porque las semillas reutilizadas van perdiendo sus propiedades con el tiempo, lo que disminuye la calidad de la fibra y los rendimientos por hectárea. Pero, ¿quién querría comprar semillas que garantizan calidad, si no se paga más por el algodón de mejor calidad?

Las empresas dedicadas a la mejora genética de las semillas tampoco encuentran incentivos para introducir nuevas variedades, ya que pocos estarían dispuestos a pagar por esas semillas nuevas. En contraste, en otros países se utilizan semillas certificadas y el precio al que venden la fibra refleja su calidad. De hecho, los principales exportadores mundiales son aquellos países que han avanzado en el mejoramiento genético, pero también en la certificación de la calidad y en la trazabilidad de la producción.

La creciente demanda de sostenibilidad ha impulsado nuevas formas de producción basadas en la trazabilidad, abriendo nichos de exportación. La Iniciativa Mejor Algodón (BCI) certifica prácticas sustentables a lo largo de la cadena algodonera. Importantes marcas a nivel global, como Adidas, Nike, o Zara, se han comprometido a comprar solamente algodón certificado por la BCI. Brasil, líder regional, certifica el 100% de su producción y es el segundo exportador mundial. Argentina comienza a avanzar en esta dirección con el sello Algodón Responsable Argentino (ARA), promoviendo calidad, sustentabilidad y trazabilidad en la producción.

El algodón argentino tiene potencial para mejorar su posición en el mercado internacional

Para eso, es necesaria una revisión integral del sistema de incentivos, que abarque aspectos como la propiedad intelectual, el uso propio de las semillas (orientado a los productores más grandes) y una medición objetiva de la calidad que respalde un sistema transparente de precios. Esto no solo facilitará el desarrollo de nuevas variedades por parte de las empresas semilleras: también generará condiciones para que los productores vean rentable invertir en semillas de mayor calidad.

En definitiva, garantizar que la calidad sea reconocida y recompensada económicamente es esencial. Este conjunto de transformaciones permitirá tanto aumentar las exportaciones de fibra de algodón, como mejorar la calidad de la indumentaria local.

* Nadia Schuffer es investigadora del área de Política Productiva de Fundar.

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