9 de diciembre 2024 - 00:00

Argentina: logros, desafíos y la encrucijada de su economía

El próximo año será crucial para definir el rumbo económico del país. La necesidad de corregir distorsiones estructurales, como el atraso cambiario y las restricciones financieras, se enfrenta al desafío de preservar los avances en estabilidad macroeconómica. Encontrar un balance entre las urgencias de corto plazo y las reformas necesarias para un crecimiento sostenido será clave para evitar retrocesos y construir un horizonte más inclusivo y competitivo.

Analista financiero.

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En diciembre de 2023, la asunción de Javier Milei como presidente de Argentina marcó el inicio de una nueva etapa en la gestión económica del país, que llegaba a esta instancia con un panorama crítico. La economía enfrentaba una de las crisis más profundas en décadas: una inflación que se encaminaba a los 200% anuales, un déficit fiscal financiero equivalente al 6,1% del PBI, un déficit consolidado —sumando el impacto de las pérdidas del Banco Central— superior a los dos dígitos, y un sector productivo en recesión desde marzo de 2023. Este diagnóstico sombrío exigía una respuesta inmediata y contundente para evitar un colapso mayor.

El programa económico que implementó la nueva administración se sustentó en cuatro pilares clave: una corrección cambiaria significativa, un ajuste fiscal orientado al equilibrio de las cuentas públicas, una disciplina monetaria que apuntaba a frenar la emisión y, de forma menos reconocida, la de los ingresos. A pesar de los avances logrados en algunas áreas, la economía argentina sigue enfrentando desafíos estructurales profundos, entre los que se destacan la salida del cepo cambiario y la recuperación del crecimiento económico. A continuación, se analizan las medidas adoptadas, sus resultados y los retos que el país enfrenta en el futuro cercano.

El inicio: la gran devaluación y el ajuste cambiario

La primera medida implementada por el gobierno fue una devaluación del peso que llevó el tipo de cambio oficial de $366 a $800 por dólar, superando ampliamente las estimaciones del mercado, que lo proyectaban en torno a $650. La decisión de establecer un tipo de cambio más alto de lo esperado respondió a la necesidad de crear un “colchón” que permitiera absorber las presiones inflacionarias sin generar un nuevo atraso cambiario. Para consolidar esta política, el gobierno instauró un esquema de "crawling peg" del 2% mensual, utilizando el tipo de cambio como una herramienta para estabilizar expectativas.

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Sin embargo, esta devaluación no estuvo exenta de costos. La transferencia de precios resultante impulsó una aceleración inflacionaria inmediata, que llegó a niveles críticos en los primeros meses de 2024. Aunque la medida cumplió, en un primer momento, parcialmente su objetivo de frenar la sobrevaluación del peso, también intensificó la contracción del consumo y profundizó la recesión económica.

El ajuste fiscal: un objetivo alcanzado con costos sociales

El segundo pilar del programa fue el ajuste fiscal, que permitió alcanzar el equilibrio primario en enero de 2024, apenas un mes después de iniciado el nuevo gobierno. Este logro se consiguió mediante una reducción drástica del gasto público en un contexto de caída de la recaudación. Los ajustes incluyeron recortes significativos en subsidios a la energía y el transporte, como así también un congelamiento en la inversión en infraestructura.

La magnitud del ajuste fue tal que el déficit fiscal dejó de ser una fuente de presión inflacionaria. Esto significó el cierre de una de las principales canillas de emisión monetaria, al eliminar la necesidad de financiamiento del Tesoro por parte del Banco Central. Sin embargo, el costo social fue elevado: el consumo privado se contrajo significativamente, profundizando la recesión y afectando especialmente a los sectores más vulnerables.

La política monetaria: la estrategia para contener la emisión

El tercer pilar del programa fue una política monetaria de estricto control, diseñada para eliminar la emisión como fuente de inflación. A mediados de 2024, el Banco Central adoptó una nueva política monetaria: fijar la base monetaria amplia y estableció una regla monetaria al comprometerse a esterilizar cualquier emisión derivada de la compra de dólares. Esto implicó que cada peso emitido debía ser absorbido mediante la venta de reservas en el mercado financiero.

El ajuste sobre los ingresos: la cuarta ancla inflacionaria

Aunque menos reconocida, la política de ingresos se convirtió en una cuarta ancla clave para contener la inflación. El gobierno intervino activamente en las negociaciones salariales, imponiendo techos a las paritarias del sector privado, limitando la recomposición salarial del sector público y ajustando la fórmula de actualización de las jubilaciones para desacelerar el crecimiento de los ingresos. Estas medidas, combinadas con una inflación inicial elevada, erosionaron el poder adquisitivo de los salarios y contribuyeron a enfriar la demanda agregada.

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El control sobre los ingresos tuvo un efecto directo en la desaceleración de los precios, al limitar la capacidad de las empresas de trasladar mayores costos laborales a los consumidores. Sin embargo, el impacto social fue significativo, ya que amplió la brecha entre la inflación y el crecimiento de los salarios reales, profundizando las desigualdades en un contexto donde en el segundo semestre del 2024 más del 50% de la población vive por debajo de la línea de pobreza.

La lucha contra la inflación: avances y límites

La desaceleración de la inflación se convirtió en uno de los objetivos centrales del programa económico. Aunque en los primeros meses de 2024 la inflación mensual se mantuvo en niveles elevados, la combinación de ajuste fiscal, control monetario y contracción económica comenzó a mostrar resultados. Para el periodo de mayo a agosto, la inflación mensual descendió a un rango del 4% al 5%, consolidándose en torno al 3% en el último trimestre del año. Sin embargo, esta reducción fue más lenta de lo proyectado, evidenciando la rigidez de las expectativas inflacionarias y la dificultad de romper con los niveles estructurales de indexación de precios.

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El panorama sectorial: recuperación fragmentada y desafíos sociales

El análisis sectorial de la economía argentina refleja una recuperación desigual. Según el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), en septiembre de 2024, la actividad total se encontraba apenas 3,8% por debajo de marzo de 2023, cuando comenzó la recesión. Sin embargo, los promedios esconden disparidades significativas. Sectores como la agricultura (+20,7%) y la minería (+14,5%) mostraron avances notables, impulsados por el fin de la sequía que había afectado el año pasado y políticas sectoriales específicas. En contraste, la construcción (-16,3%), la industria manufacturera (-13,4%) y el comercio (-1,9%) continúan en declive, lo que afecta especialmente a los empleos más vulnerables y a la economía doméstica.

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Esta heterogeneidad pone de manifiesto la fragilidad estructural de la economía argentina. Mientras que algunos sectores logran adaptarse y crecer, los más intensivos en empleo enfrentan barreras significativas, amplificando la desigualdad y dificultando una recuperación inclusiva. Con un nivel de pobreza que afecta a más del 50% de la población, el desafío de reactivar estos sectores es tan urgente como complejo.

El Cepo Cambiario: un obstáculo al crecimiento sostenible

La política cambiaria representa el desafío más crítico del programa económico. Aunque en diciembre del 2023 se realizara una devaluación del peso superior al 50% el tipo de cambio real multilateral se encuentra en niveles similares a los de un año atrás, el atraso cambiario se hace evidente en un contexto global donde el dólar se ha fortalecido frente a las principales monedas. Las restricciones cambiarias actuales, diseñadas para evitar una salida masiva de capitales, limitan la capacidad de crecimiento sostenido de la economía y generan distorsiones en los precios relativos.

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El levantamiento del cepo cambiario es inevitable, pero su implementación requiere una estrategia cuidadosa para evitar un nuevo shock inflacionario. Además, el exceso de pesos en el sistema, estimado en 20.000 millones de dólares, dificulta una transición ordenada. Sin una reducción significativa de este excedente, cualquier intento de normalizar el mercado cambiario corre el riesgo de provocar una depreciación abrupta.

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Perspectivas para 2025: entre la estabilidad y el crecimiento

El año 2025 se presenta como un período crucial para la economía argentina, en el que los logros alcanzados en términos de estabilización macroeconómica serán puestos a prueba frente a los desafíos estructurales que permanecen sin resolver. Si bien el gobierno ha logrado avances importantes en la reducción de la inflación y el equilibrio fiscal, el atraso cambiario y las restricciones al tipo de cambio se perfilan como las principales amenazas para la recuperación económica sostenible. Este apartado analizará en detalle los riesgos asociados con la política cambiaria, el impacto sobre la actividad económica y la importancia estratégica del valor del dólar en la economía local.

El riesgo de seguir atrasando el tipo de cambio

Uno de los problemas más apremiantes es la persistente apreciación del peso en términos reales. Aunque el régimen de crawling peg permitió cierto control de las expectativas inflacionarias durante 2024, el tipo de cambio real multilateral se encuentra prácticamente en los mismos niveles que a finales de 2023. Esto refleja un atraso cambiario que, de no corregirse, podría convertirse en un obstáculo para la competitividad externa y la recuperación de la actividad económica.

La apreciación del peso hace que muchos productos resulten más económicos de importar que de fabricar localmente, agravando las debilidades estructurales de la economía argentina. A medida que el tipo de cambio se mantiene artificialmente bajo, estas distorsiones afectan no solo la balanza comercial, sino también las decisiones de inversión en sectores estratégicos.

Además, el atraso cambiario podría limitar la capacidad de recuperación de las exportaciones, un motor fundamental para la economía. La agricultura y la minería, que lideraron la recuperación en 2024, podrían ver reducida su competitividad en los mercados internacionales si el tipo de cambio no refleja adecuadamente los costos internos y las tendencias globales. Esto sería especialmente perjudicial en un contexto global marcado por la fortaleza del dólar, que ha provocado devaluaciones en otras monedas de la región.

El peligro de una salida desordenada del cepo

Otro desafío central es la necesidad de levantar las restricciones cambiarias de manera controlada y adecuando la política monetaria a las nuevas condiciones. Una mala salida, caracterizada por un salto abrupto en el tipo de cambio, podría desencadenar una nueva aceleración inflacionaria, revirtiendo los avances logrados en la corrección de precios relativos y el control de la emisión monetaria. En términos prácticos, esto significaría volver a una espiral de aumentos de precios que impactarían de manera directa en el poder adquisitivo de los salarios y la ya debilitada demanda interna.

Un salto cambiario también podría tener efectos devastadores sobre el sistema financiero, generando una pérdida de confianza en la moneda local y exacerbando la dolarización de los ahorros. Esto limitaría aún más la capacidad del Banco Central para intervenir en los mercados y estabilizar la economía. Asimismo, las tasas de interés reales —que actualmente se mantienen en niveles negativos gracias a las restricciones cambiarias— tendrían que ajustarse significativamente al alza, afectando tanto al financiamiento del sector público como al privado.

Por lo tanto, la estrategia para normalizar el mercado cambiario deberá incluir no solo un ajuste del tipo de cambio, sino también una política monetaria coherente que garantice la estabilidad de precios durante la transición. Esto implicará coordinar el manejo del exceso de pesos de la economía —estimado en 20.000 millones de dólares— con la acumulación de reservas internacionales y el fortalecimiento de las cuentas externas.

El valor del dólar y su importancia estratégica

En Argentina, el precio del dólar tiene una importancia estratégica que va más allá de su rol como moneda de referencia. La alta sensibilidad de la economía local a las variaciones del tipo de cambio se refleja tanto en los precios internos como en la actividad económica. Cada movimiento del dólar impacta directamente en los costos de producción, los precios de bienes y servicios y las expectativas de los agentes económicos.

El dólar también juega un papel central en la formación de expectativas inflacionarias. A pesar de los avances en la reducción de la inflación, una corrección brusca del tipo de cambio podría reavivar estas expectativas, generando un efecto dominó que comprometería la estabilidad lograda hasta ahora. Esto es particularmente relevante en un país donde la memoria inflacionaria está profundamente arraigada y los agentes económicos reaccionan rápidamente a cualquier señal de volatilidad.

Además, la estabilidad del dólar es crucial para sostener la confianza en la economía. La percepción de un tipo de cambio razonable y estable es un factor determinante para atraer inversiones, tanto locales como extranjeras, y para promover un clima de negocios que impulse la actividad económica. En este sentido, el gobierno enfrenta el desafío de encontrar un equilibrio entre la corrección del atraso cambiario y la necesidad de evitar un shock que pueda desestabilizar la economía.

Hacia un 2025 de desafíos y oportunidades

El éxito de la estrategia económica en 2025 dependerá en gran medida de la capacidad del gobierno para abordar estos desafíos de manera coordinada y sostenible. La corrección del tipo de cambio deberá realizarse con un enfoque integral que contemple tanto la estabilidad macroeconómica como la recuperación de la actividad productiva. Esto implicará no solo ajustar el régimen cambiario, sino también fortalecer los fundamentos económicos mediante políticas fiscales y monetarias consistentes.

El levantamiento del cepo será inevitable, pero su implementación deberá ser cuidadosamente planificada para evitar los errores del pasado. Una transición exitosa requerirá no solo acumular reservas y reducir el exceso de pesos, sino también generar un consenso social y político que permita sostener las reformas necesarias.

A pesar de los riesgos, 2025 también ofrece oportunidades significativas. La desaceleración de la inflación y el equilibrio fiscal han sentado las bases para una recuperación más sólida, siempre y cuando se aborden las cuestiones pendientes con determinación y prudencia. Si el gobierno logra superar estos desafíos, Argentina podría finalmente encaminarse hacia un modelo de crecimiento más estable e inclusivo.

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