Las economías globales están atravesando un periodo de fragilidad, con riesgos sistémicos que podrían desencadenar un evento de cisne negro (Taleb, 2007). Factores como el crecimiento del déficit fiscal en Estados Unidos (7% del PBI), el endurecimiento de la política monetaria de la Fed y las tensiones geopolíticas están configurando un escenario de alta incertidumbre.
Cisne Negro. Última llamada
Factores como el crecimiento del déficit fiscal en Estados Unidos (7% del PBI), el endurecimiento de la política monetaria de la Fed y las tensiones geopolíticas están configurando un escenario de alta incertidumbre.
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Los mercados emergentes, incluidos los de América Latina, han comenzado a sufrir las consecuencias de estos desajustes globales. En particular, Argentina se encuentra entre las economías más sensibles debido a su extrema vulnerabilidad a un shock exógeno por su renovada apuesta a la dependencia de factores externos. El Comité Federal de Mercado Abierto votó unánimemente a favor de mantener la tasa de interés de los fondos federales entre el 4,25% y el 4,5%. Esto significa un freno abrupto de las rebajas de las tasas de interés en EE.UU. que ahora podría generar un “flight to the quality”, una fuga de capitales desde los países emergentes como Argentina, hacia EE.UU., impactando severamente en las reservas internacionales. ¿Hay un mensaje en lo que comenzó a verse en enero? Las reservas del BCRA estaban cerca de superar los u$s 33.000 millones el 7 de enero 2025. El viernes último, 31 de enero, cerraron en u$s 28.307 millones. Se desplomaron casi u$s 4.700 millones en solo 24 días corridos. Las reservas brutas se hundieron 14.24%.
En este contexto, confiar en que la administración de Donald Trump atenderá las necesidades económicas de Argentina es una estrategia riesgosa. Las políticas proteccionistas de su primer mandato, incluidas la imposición de nuevos aranceles, la reducción de la cooperación internacional y la prioridad dada a los intereses domésticos de EE.UU., van en contra de las necesidades estructurales de Argentina. Además, con un déficit fiscal creciente y problemas políticos internos significativos como la marcha del sábado 1 de febrero, es improbable que EE.UU. pueda ofrecer un apoyo financiero sustancial sin exigir fuertes concesiones que podrían debilitar aún más la economía argentina.
Asimismo, la administración Trump ha demostrado un enfoque transaccional en sus relaciones exteriores, priorizando beneficios inmediatos para EE.UU. sobre el desarrollo sustentable de sus socios comerciales. La política de endurecimiento de tasas de interés de la Reserva Federal y la tendencia a la desglobalización generan un escenario hostil para las economías dependientes de financiamiento externo, como Argentina. La reducción del comercio global y la creciente competencia en mercados clave, sumado a la posible reimposición de barreras arancelarias, debilitan la capacidad argentina de recuperar su balanza comercial y sostener sus reservas internacionales.
Este panorama plantea interrogantes sobre la viabilidad de un alineamiento incondicional con EE.UU., en momentos en que el país enfrenta desafíos económicos propios. La exposición en Argentina de los acreedores estadounidenses, el creciente endeudamiento y el déficit comercial estructural limitan la capacidad de Washington para ofrecer soluciones significativas. En este sentido, Argentina no solo debe evaluar el impacto de sus decisiones económicas en función de su contexto local, sino también considerar la fragilidad y prioridades de sus socios estratégicos.
Factores de riesgo y fragilidad estructural en Argentina
La economía argentina enfrenta un conjunto de desequilibrios:
- Endeudamiento y crisis de financiamiento: La deuda en dólares con bonistas alcanza los u$s 11.421 millones en los próximos doce meses y la deuda en pesos 2025 enfrenta el equivalente a u$s 95.000 millones. Con el objeto de obtener dólares de donde sea, el gobierno no dudo en crear un nuevo régimen transitorio de retenciones sobre las exportaciones de granos y derivados y de liquidación de divisas hasta fin de junio 2025. Esto, en resumen, consiste en desconectar la liquidación de divisas de las exportaciones y obviamente volver a acelerar el “carry trade”.
- Dependencia del carry trade: El BCRA ha intervenido con u$s 1.029 millones para contener la brecha cambiaria en diciembre y enero, mientras que el tipo de cambio real se encuentra en niveles previos a la devaluación del 118%. Afianzar una política económica que siga descansando en el “carry trade” involucra tomar riesgos muy significativos. Todas las rutinas de carry trade en la Argentina terminaron pésimamente. Lógicamente “la bicicleta financiera” incrementa la oferta de dólares en el mercado cambiario, para mantener estable el tipo de cambio, reducir la tasa de inflación y reforzar las reservas del BCRA. Sin embargo, este exceso permanente acrecienta el riesgo de sobrellevarnos a embudos hondamente perjudiciales ante potenciales trasformaciones repentinas en las expectativas de los inversores. Una interrupción repentina de estos flujos o “sudden stop” (Guillermo Calvo) podría desmoronar el programa económico, y romper el precario escenario de estabilidad en los precios.
- Atraso cambiario: La apreciación del peso auxilia el esfuerzo de sujetar la inflación en la coyuntura, pero al mismo tiempo afecta la competitividad, reduce las exportaciones, impulsa las importaciones y, desincentiva la inversión en sectores productivos, generando desempleo e incremento la deuda pública. El atraso cambiario se fue haciendo perseverante y se ha acentuado con el paso de los meses. Siguen los defaults del campo, en 2025 podría desatarse una ola de quiebras y escalar la tasa de desempleo por derrame. En algún momento el gobierno debe descubrir los beneficios de la moderación, tal vez así se le dé tiempo a progresar hacia una inflación en descenso sin complicar la sustentabilidad del programa económico ni provocar una protesta social creciente con represión que termine por espantar a los inversores.
- Cuenta corriente: Se saltó de un superávit de cuenta corriente caja de u$s 9.100 millones en los primeros 5 meses 2024 a un déficit de u$s 6.350 millones entre junio y noviembre 2024, lo que hizo que se moderara el ritmo de acumulación de reservas del BCRA, actualmente en caída libre desde alrededor de u$s 33.000, llego el viernes a u$s 28.300 millones de reservas brutas, habiendo comprado en forma neta.
- Dolarización: El presidente sigue con la fijación la dolarización, no obstante, esto le quitaría plasticidad a una economía que ya ha experimentado problemas para contener shocks exógenos. Esta es una economía que requiere flexibilidad para poder luchar con la extraordinaria volatilidad de sus términos de intercambio (Prebisch).
- Reservas y restricciones cambiarias: A pesar de haber acumulado reservas brutas, el stock de reservas contado sigue por debajo de los encajes bancarios.
Escenarios de “cisne negro” y su impacto potencial
Dada la fragilidad estructural de la economía argentina, un cisne negro podría desencadenar una crisis profunda. Los escenarios posibles incluyen:
- Subsistencia o aumento de altas tasas en EE.UU.: Esto podría provocar una reversión abrupta de los flujos de capital hacia los países emergentes (como en 1997 con la devaluación del Bath Tailandés) y encarecer la deuda argentina, intensificando el riesgo financiero. Recuerde 2001, cuando hubo en la Argentina un “sudden stop”, y se pasó de un promedio de ingreso de capitales (1997-2000) de u$s 16.500 millones a solo u$s 500 millones.
- Colapso de los commodities: La caída de los precios de exportación tal como esta y proyecta, limitaría la generación de divisas, afectando la capacidad del país para afrontar sus compromisos externos.
- Crisis financiera global: La reducción y encarecimiento del crédito global podría dificultar la renovación de deuda, nuevos accesos a financiamientos externos, exacerbando los problemas cambiarios y fiscales.
Estrategias para mitigar el impacto con “la biblioteca de Javier Milei”
Para reducir la vulnerabilidad ante un cisne negro, según sus manuales, debería implementar estas estrategias urgentes:
- Reformas estructurales: Ajuste fiscal profundo, e incentivos cambiarios comerciales y de inversión significativos inmediatamente.
- Acumulación de reservas: Obtener un enorme apoyo del FMI con dinero fresco, y luego disminuir la dependencia del financiamiento externo generando dólares genuinos y reforzando la liquidez del BCRA.
- Estabilidad macroeconómica: Diseño de políticas monetarias y cambiarias ortodoxas coherentes, abandonando la actual ortoheterodoxia inviable, para que se reduzca el riesgo de volatilidad y se fomente un crecimiento sostenible.
Corolario
El problema del carry trade eterno es el más importante de todos los problemas, porque reside en que la continuidad de la apreciación cambiaria que extiende todos los desequilibrios y hace más costosa la escapatoria del esquema cambiario-monetario que el presidente considera y prometió literalmente: “Nunca debería haber existido y este año se termina de una vez por todas”. Probablemente habrá acuerdo con el FMI si hay concesiones razonables del gobierno, esto permitirá llegar planeando a las elecciones de octubre 2025, aunque tal vez con otro ministro de Economía.
El presidente sugiere que se encamina hacia un esquema de competencia de monedas, omitiendo el pago de impuestos, no obstante, conserva su anhelo de progresar hacia una dolarización y la eliminación del BCRA, sueña firmar un tratado de libre comercio con EEUU que va en esa dirección voluntarista.
El análisis de la economía argentina bajo la lógica de los cisnes negros sugiere que el país ante un shock externo hoy, queda al borde de una crisis de gran magnitud. La falta de acción inmediata podría convertir un evento inesperado en una crisis histórica. Como en un último llamado antes del despegue de un avión, Argentina debe decidir si aborda las reformas liberal-libertarias o permanece inerte, atrapada en una nueva crisis que profundice la precariedad estructural. Actuar ahora es esencial para evitar llegar tarde.
Director de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado en UBA y universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de seis libros.
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