27 de enero 2025 - 00:00

Donald Trump calla sobre aranceles, y estrena su presidencia como quería, con la rúbrica de un nuevo récord en la Bolsa

El flamante presidente de EEUU, Donald Trump, prodigó una avalancha incesante de actividades, declaraciones, firma de decretos y cambios de derechos, reglas de juego y nombres geográficos. En Davos fue un paso más allá y se zambulló con gusto en el territorio de la FED.

Donald Trump, quien se definió alguna vez como el Hombre de los Aranceles, prefirió bajarle el voltaje a todo el asunto.

Donald Trump, quien se definió alguna vez como el Hombre de los Aranceles, prefirió bajarle el voltaje a todo el asunto.

Donald Trump ya es el presidente número 47 de los Estados Unidos. Y prometió la irrupción de una nueva edad dorada en la ceremonia de asunción. Durante la semana se prodigó en una avalancha incesante de actividades, declaraciones, firma de decretos y cambios de derechos, reglas de juego y nombres geográficos. En Davos fue un paso más allá y se zambulló con gusto en el territorio de la FED. “Voy a demandar, dijo, que las tasas de interés caigan inmediatamente”. Trump tuvo tiempo para mostrarse feroz y comenzar urgente las deportaciones de inmigrantes indocumentados y desplazar efectivos militares a la frontera con México. Y para anunciar grandes inversiones (y ser relativizado por Elon Musk, el hombre más rico del mundo que juega de funcionario, pero, a la vez, de líbero con agenda propia). Y también pudo elogiar a su colega Xi Jinping, lo que no hizo en su debut presidencial ocho años atrás, y expresar la voluntad de ponerse de acuerdo con China.

La exuberancia es su sello personal. Pero el show político no estaría cumplido sin un voto de confianza de los mercados. Ya se dijo que, en su primer mandato, fue el presidente más obsesionado con los avatares de la Bolsa de toda la historia de los EEUU. De ahí, se desprende el cuidadoso guión que desplegó las dos últimas semanas, desde unos días antes del traspaso de mando, con la difusión de una conversación amable con Xi Jinping. Tan importante como lo que Trump dijo, eso sí, fue lo que calló. O, en el caso de su pretensión de tasas de interés más bajas, el contexto y su letra chica. En síntesis, los mercados aprobaron, con alivio, lo que vieron hasta ahora de Trump 2.0. Y el presidente consiguió así la foto que buscaba: el S&P500 en el pedestal de un nuevo máximo, atribuible a él y la esperanza que despierta, y ya no al viejo Biden.

Pero, ¿dónde está la artillería de aranceles que se había planeado para machacar a mansalva desde el Día 1? Cualquier discurso de un año atrás contiene más cifras y precisiones que el de la inauguración oficial. Ningún otro tema, vale decir, concitaba mayor preocupación. Trump, quien se definió alguna vez como el Hombre de los Aranceles, prefirió bajarle el voltaje a todo el asunto (sabiendo que se lo podrá subir después si hace falta), y facilitar de esa manera un rally de alivio. En los días subsiguientes, la suavidad inicial se corregiría. El magnate deslizó que el aumento de los aranceles regirá a partir del sábado próximo. Curiosamente, sería más severo - 25% - para México y Canadá (los dos socios comerciales en el USMCA) que para China - 10% -. No obstante, nadie cree que se ejecute antes de un par de meses. Sin olvidar que el propio presidente presentó los gravámenes como de aplicación condicional al incumplimiento de parámetros referidos al ingreso de inmigrantes y fentanilo, los que requerirían una previa discusión, pero bien podrían satisfacerse.

Con la suerte de Tik Tok en la palestra, y la voluntad de la Casa Blanca de forjar un “deal” para evitar la prohibición de su uso en los EEUU, la imposición de mayores aranceles a China se retardará. Es la moneda de cambio para que Beijing acceda a las pretensiones de Trump. Suya fue la idea original en 2020 de quitarla de circulación en el país por constituir un riesgo para la seguridad estratégica. Y luego del fallo pertinente de la Corte Suprema, suya es la iniciativa de empujar la entrada de capitales estadounidenses para compartir la propiedad 50% / 50% con China y sortear la interdicción.

Como sea, todo indica que la guerra comercial deberá esperar. Y los mercados lo ven mejor así. Inevitable, quizás, pero ni una obsesión a toda costa ni tampoco la prioridad de la Administración. De hecho, los secretarios de Comercio y del Tesoro, Lutnick y Bessent, guardaron silencio de radio sobre el particular. Es gente de las finanzas, que podrá ignorar las minucias del comercio exterior, pero, veteranos traders ambos, conoce de primera mano la sensibilidad de Wall Street.

Trump es un empresario de bienes raíces. Sabe lo que son las tasas de interés. “Más que la FED”, dijo. Durante todo su mandato anterior abogó, sin éxito, por tasas más bajas. Confrontó con Janet Yellen, y la removió cuando expiró su período. Con Jerome Powell, el reemplazo que promovió, votante republicano registrado, no le fue mejor. Y una baja de tasas es lo primero que pidió en Davos. Pero Trump es un animal político distinto al de ocho años atrás, aunque con la misma obsesión. Powell ya hizo los deberes y le marcó la cancha (hasta abril de 2026). Y el presidente, a su vez, aprendió y se rodeó de financistas. Sabe que la FED puede reducir las tasas si la política económica, su responsabilidad, se lo permite. De hecho, dos recortes adicionales están consignados en el último mapa de puntos para este año. Trump dijo que va a impulsar una política de energía para impulsar la caída de los precios del crudo. Y una vez que ello se concrete, será un golpe fuerte para la inflación. “Eso va a bajar automáticamente las tasas de interés”, reflexionó a la manera casi de un Milton Friedman. Y así su comentario no provocó espanto sino adhesión. Y fue el trampolín para el nuevo récord del S&P 500. Si Trump entiende que es su agenda de políticas la que impide que las tasas bajen, y la que elevó un punto completo las tasas largas y fortaleció el dólar sobremanera, la batalla por la economía está ganada de antemano.

EEUU ya es la envidia del mundo, reza una portada de The Economist de tiempo atrás. Nadie lo discute. ¿Cómo no creer en una edad dorada si Trump no la va a boicotear? Wall Street la vio primero cuando la FED todavía no había domado a la inflación, los pronósticos de recesión reinaban por doquier, y, aun así, lanzó un nuevo mercado bull en octubre de 2022. Hoy el desafío es más sencillo. Es una tarea de mantenimiento, que de Trump depende y que no le impedirá desplegar otras aristas rutilantes de su agenda. Colonizar Marte, la obsesión de Elon Musk, solo por dar un ejemplo de un titular grandioso.

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