Estados Unidos creó 228 mil empleos netos en marzo. ¿Recesión? ¿Dónde? La economía sumó un promedio mensual de 158 mil puestos netos de trabajo el último año de expansión pujante. En el primer trimestre fueron 152 mil. No hay dudas de que el huracán Trump arrasó la confianza de los consumidores, los empresarios y los inversores. Y la actividad y el gasto se resintieron de forma notable. Pero la data dura niega una contracción de la economía real. No, hasta marzo la recesión no sucedió.
Donald Trump, el hombre de los aranceles y el proteccionismo
Primero, la liberación comercial. Al día siguiente, el mercado bear y la recesión soplando en la nuca
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Menos dólares y más presión sobre las reservas: la guerra comercial endurece el frente externo
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Trump amenaza a China con llevar los aranceles al 104% ante represalias

El presidente Donald Trump desplegó las nuevas tablas de la ley, una sucesión de pancartas con grandes aumentos de aranceles para 185 países.
Abril, se sabe, es otra historia. Es, además, una cita con la Historia. El 2 fue el Día de la Liberación. El presidente Donald Trump desplegó las nuevas tablas de la ley, una sucesión de pancartas con grandes aumentos de aranceles para 185 países y/o dominios de internet. Invocando la autoridad que le da la declaración previa de una emergencia económica causada por el tamaño y persistencia del déficit comercial (y poco más), el libertador dispuso la mayor suba de impuestos del último medio siglo en los EEUU. En principio, de mantenerse así, es un salto de recaudación que excede con holgura el medio billón de dólares al año. Un lastre fulminante para el bolsillo de los consumidores y las empresas del país. Pero el Día de la Liberación no es el final del camino, sino el principio de una dinámica más compleja de retaliación y negociaciones. La única certeza, podría decirse, es que esta foto patriótica no se mantendrá así. No obstante, los costos no se agotan en el impuesto en sí. Habrá abundante daño adicional en las cadenas de producción, el valor de los activos y la confianza. ¿Recesión? ¿Dónde? Allí. Empezando por el “impuestazo” y todo a lo largo de las vicisitudes que se abren en la saga de la liberación. Ahora sí, será un milagro esquivarla.
Trump avisó que anunciaría un régimen de aranceles recíprocos, pero alumbró una criatura diferente. Es una estructura de dos tramos. El primero es la aplicación de un arancel universal de 10% a todos los países y territorios (que comenzó a regir el sábado). Se diría un impuesto país, solo por existir y acceder. El segundo tramo es el impuesto “recíproco” individualizado sobre las importaciones de los países que tienen los mayores superávits comerciales bilaterales. Es el resultado del intercambio, y no la alícuota de su arancel, lo que sensibiliza este segundo escalón, que entrará en vigencia el miércoles 9 (aunque la Aduana carece de la capacidad suficiente para verificar las reglas de origen). La suma de ambos tramos es el ticket final adjudicado a cada país. La Unión Europea, 20%. Japón, 24%. Corea del Sur, 25%. India, 26%. Tailandia, 36%. Vietnam, 46%. China, 34%. Considerando el 20% extra que Trump le aplicó con el argumento de la emergencia por el fentanilo, la tarifa total para China será 54%. Solo se salvaron las exportaciones de Canadá y México bajo el paraguas del tratado de libre comercio, el USMCA.
El presidente cumple con creces su promesa electoral. Es el hombre de los aranceles y el proteccionismo. Entiéndase la magnitud relativa del cambio. EEUU antes de la primera presidencia de Trump aplicaba un gravamen promedio de 1%. Y comenzó 2025 en 3%. Ahora se encierra detrás de esta altísima muralla. La premisa es que acceder a su mercado es un privilegio y no un derecho. Y por eso cobra la entrada. Más cara cuanto más competitivo sea el país.
La fragua recién empieza. Los países pequeños que son grandes exportadores responderán eliminando sus propios aranceles en busca de reciprocidad. Israel no esperó y lo hizo antes del mensaje de Trump. Igual fue tarde. La burocracia utilizó el dato viejo. Y Tel Aviv recibió un arancel de 17%. Abogará llevarlo al menos al piso de 10%. No obstante, el manejo es discrecional y nadie lo garantiza. Washington usa cifras que contemplan no solo los aranceles formales sino otros conceptos fangosos como las barreras no arancelarias y la manipulación de la moneda que pueden enterrar cualquier alegato.
Los países con grandes mercados internos tomarán represalias. China ya lo hizo con un aumento de 34% de aranceles y la prohibición de exportar algunas tierras raras, erizando una obsesión de Trump. Sus medidas se gatillarán el jueves, un día después que las de Washington. Es una ventana estrecha para la negociación. Europa le seguirá los pasos, pero primero querrá unirse en una postura común. De movida, aun si se abren conversaciones, una espiral de retaliación – de acción y reacción – es esperable. Y esa dinámica es una trituradora del comercio, los ingresos y la actividad. A diferencia de 2018, esta vez no hubo un conato de devaluaciones competitivas. La guerra del comercio no se trasladó a las monedas. Pero ello no es tampoco una bendición absoluta. Si el dólar se deprecia aumentará la factura del impuestazo en los EEUU.
La Liberación procedió el miércoles 2. El jueves, al día siguiente, los osos mandaron su primera notificación. El Russell 2000 cayó en la trampa de un mercado bear. El viernes fue el turno del Nasdaq (100 y el Combinado). El S&P 500, se zambulló 17,4% desde su récord del 19 de febrero. Un resbalón como cualquiera de los sufridos esta semana lo hará cruzar el Rubicón. Y confirmará así la vigencia en Wall Street de un mercado bear con todas las letras. Las caídas a plomo de jueves y viernes señalan que la dimensión de la movida de Trump superó las peores expectativas. La Bolsa anticipa, pero no es infalible. Su equivocación fue no haber previsto el mayor error de política económica de todos los tiempos, según Ricardo Hausmann, del MIT. O, sin ánimo de exagerar, “de los últimos 95 años”, al decir de Jeremy Siegel, de Wharton. El patín de jueves y viernes pulverizó 5,4 billones de dólares en Wall Street. Desde la asunción presidencial, suman 11 billones. El Efecto Riqueza acrecienta las chances de la recesión.
¿Y ahora quién podrá ayudarnos? De buen humor, el jueves, Trump posteó: “el paciente sobrevivió”. El viernes, por si acaso, se acordó de Jay Powell y la FED. “Este es el momento perfecto para que recortés las tasas de interés”, le dijo. “Los precios de la energía bajaron, las tasas (largas), la inflación (¿?), hasta el precio de los huevos, 69%, y los empleos subieron, todo en dos meses…Recortá las tasas, Jerome, y dejá de hacer política”. Powell, por supuesto, tiene otra idea. Los mayores aranceles harán subir la inflación. Las expectativas ya treparon por adelantado. Y la inflación alta podría ser persistente. La FED se preparó para este escenario, aunque fue Trump quien lo produjo. Y es él, dando marcha atrás, quien puede mitigarlo. En todo caso, el temor por el devenir de los acontecimientos es suyo y no del banco central, que seguirá en modo ver y esperar. El pavor, sin embargo, bulle en los mercados. Ellos ven a Powell recortando la tasa en junio. Pero para eso falta todavía una eternidad. Y si la inflación se encabrita tampoco servirá.
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