4 de marzo 2025 - 14:14

Donald Trump: el mejor alumno de Kissinger

Al igual que Kissinger, Trump entiende que una posible alianza entre Rusia y China podría alterar de manera significativa el equilibrio de poder mundial, y parece dispuesto a hacer lo que sea necesario para evitarlo.

Tanto Kissinger como Trump comparten un enfoque estratégico de realismo político, donde el objetivo principal es la estabilidad global y la defensa de los intereses nacionales sin la necesidad de un conflicto directo.

Tanto Kissinger como Trump comparten un enfoque estratégico de "realismo político", donde el objetivo principal es la estabilidad global y la defensa de los intereses nacionales sin la necesidad de un conflicto directo.

Gentileza ABC News

Donald Trump ha demostrado ser un astuto estratega en su enfoque hacia la política exterior, especialmente en lo que respecta a Rusia y China. De hecho, se podría argumentar que Trump es, en muchos aspectos, el mejor alumno de Henry Kissinger, el renombrado diplomático que jugó un papel crucial en la política exterior estadounidense durante la Guerra Fría. ¿Por qué? Porque, al igual que Kissinger, Trump entiende que una posible alianza entre Rusia y China podría alterar de manera significativa el equilibrio de poder mundial, y parece dispuesto a hacer lo que sea necesario para evitarlo.

Para comprender el enfoque de Trump, es necesario retroceder en el tiempo y recordar las ideas del propio Kissinger, quien durante la Guerra Fría percibió un peligro claro: una alianza estrecha entre China y la Unión Soviética. Kissinger era un maestro de la diplomacia realista, un enfoque que buscaba garantizar los intereses de Estados Unidos sin necesariamente recurrir al conflicto directo.

Kissinger creía que una colaboración sólida entre China y Rusia, dos potencias con vastas fronteras y una serie de intereses geopolíticos complementarios, podría desafiar la hegemonía de Estados Unidos y sus aliados. De hecho, esta alianza representaría un bloque de poder opuesto, capaz de redefinir la política global. El diplomático estadounidense veía con preocupación la posibilidad de que ambos países, tradicionalmente rivales, unieran fuerzas, lo cual podría desestabilizar el orden mundial.

A lo largo de los años 70, Kissinger trabajó activamente para evitar esta unión, buscando acercarse a China y separar a esta nación de la influencia soviética. El famoso "acercamiento a China" bajo la administración Nixon fue, en gran parte, una maniobra para evitar que China y la Unión Soviética se unieran, lo que habría supuesto una amenaza directa al liderazgo global de Estados Unidos.

Hoy en día, Trump parece haber tomado una página de ese libro de estrategias diplomáticas, con la salvedad de que el principal competidor estratégico de Estados Unidos en el siglo XXI no es Rusia, sino China. En términos económicos y militares, China ha emergido como la principal amenaza para la supremacía global de Washington. Por esta razón, Trump ha centrado gran parte de su política exterior en contrarrestar el ascenso económico, tecnológico y militar de China.

Sin embargo, al igual que Kissinger en su tiempo, Trump entiende que una alianza más estrecha entre China y Rusia podría consolidar aún más a China como una potencia global indiscutible. Una relación sólida entre estos dos gigantes podría, en efecto, crear un bloque geopolítico formidable capaz de desafiar la influencia de Estados Unidos en varias regiones del mundo. En este sentido, Trump ha adoptado un enfoque similar al de Kissinger: evitar que Rusia se alinee completamente con China, lo que fortalecería aún más a Beijing y alteraría el equilibrio global.

Trump, a su vez, está convencido de que una relación más estrecha de su país con Rusia podría ser beneficiosa para los intereses de Estados Unidos. El presidente ve la diplomacia con Rusia como una forma de abordar varios problemas globales, como la lucha contra el terrorismo, la estabilidad en el Medio Oriente y el control de armas nucleares. A su vez, Trump ha señalado que una mejora de las relaciones con Rusia podría contribuir a una desescalada de tensiones en la región euroasiática, evitando que Moscú se sienta empujada a unirse más estrechamente con Beijing.

Este enfoque de "descongelar" las relaciones con Rusia también responde a la preocupación de Trump de cambiar la dinámica de la relación entre Rusia y Europa. Desde la Guerra Fría, la relación entre la OTAN y Rusia ha sido tensa, y Trump ha buscado modificar esa situación. Si Rusia se acercaba demasiado a China, las consecuencias podrían ser negativas para las relaciones de Estados Unidos con Europa y especialmente con los países miembros de la OTAN. Trump, por lo tanto, intenta evitar una situación en la que Rusia y China se unan en un frente común contra la influencia occidental, particularmente en Europa y Asia.

Tanto Kissinger como Trump comparten un enfoque estratégico de "realismo político", donde el objetivo principal es la estabilidad global y la defensa de los intereses nacionales sin la necesidad de un conflicto directo. Aunque sus contextos y desafíos son diferentes, ambos comprenden que la competencia geopolítica no solo se trata de enfrentamientos directos, sino de jugar hábilmente con alianzas y desacuerdos.

Al evitar que Rusia y China se unan en un bloque sólido, Trump sigue una estrategia que tiene sus raíces en la visión de Kissinger: desarticular posibles alianzas que amenacen el orden global liderado por Estados Unidos. En este sentido, Trump parece ser un heredero de las enseñanzas de Kissinger, un alumno aplicado que sigue una estrategia probada en la arena de la geopolítica. El problema, por supuesto, ahora lo tiene Volodomir Zelenski, que está a punto de descubrir en carne propia la vieja máxima de Kissinger: “Ser enemigo de Estados Unidos es peligroso, pero ser amigo, a veces, puede ser fatal”.

Dr. en Relaciones Internacionales

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