19 de octubre 2024 - 14:10

El conflicto en Medio Oriente y su impacto en Estados Unidos

A pesar de que la política exterior rara vez define el voto en Estados Unidos, el conflicto en Medio Oriente podría ser una excepción en las elecciones de 2024

Medio Oriente. Mientras que los republicanos como Trump continúan con una postura inquebrantable a favor de Israel y de la mano dura contra Irán, la administración Biden-Kamala Harris ha intentado un enfoque más equilibrado.

Medio Oriente. Mientras que los republicanos como Trump continúan con una postura inquebrantable a favor de Israel y de la mano dura contra Irán, la administración Biden-Kamala Harris ha intentado un enfoque más equilibrado.

A medida que se acercan las elecciones presidenciales en Estados Unidos, un tema que habitualmente no ocupa un lugar central en las campañas podría convertirse en un factor decisivo: el conflicto en Medio Oriente. Si bien históricamente la política exterior no ha sido determinante en el voto estadounidense, la escalada de tensiones en Gaza, el enfrentamiento con Irán y el papel de Israel han puesto a prueba esta tendencia. La forma en que el presidente Joe Biden, y su vicepresidenta y actual candidata Kamala Harris, manejen estas crisis podría influir tanto en los votantes progresistas como en los conservadores, y así jugar un rol en las elecciones de noviembre.

Por un lado, el apoyo de Estados Unidos a Israel ha sido una constante en su política exterior, independientemente de la administración en turno. Este respaldo ha gozado de un amplio consenso entre el electorado estadounidense, particularmente en las comunidades judía y evangélica, que ven a Israel como un aliado estratégico y religioso en el corazón de Medio Oriente. Desde la perspectiva de los republicanos, especialmente del expresidente Donald Trump, el apoyo a Israel fue central durante su mandato y se tradujo en decisiones históricas, como el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel y los Acuerdos de Abraham, que normalizaron relaciones entre Israel y varios países árabes. Trump ha calificado su gestión como la "más pro-Israel de la historia", y su regreso al poder en 2024 podría significar una continuidad de esta línea, con un enfoque firme hacia la defensa de Israel en su conflicto con Hamas e Irán.

Por otro lado, Kamala Harris enfrenta un desafío más complejo. Biden ha intentado equilibrar el apoyo a Israel con la preocupación por las crecientes víctimas civiles en Gaza y el impacto humanitario del conflicto. La administración ha presionado a Israel para permitir más ayuda humanitaria, en un esfuerzo por evitar un colapso total en la región, mientras que al mismo tiempo busca evitar confrontaciones directas con los sectores más críticos dentro de su propio partido, particularmente los progresistas jóvenes, quienes han mostrado una creciente simpatía por la causa palestina.

A su vez, Irán ha sido un actor clave en la dinámica regional, no solo por su respaldo a grupos militantes como Hamas y Hezbollah, sino también por su ambición nuclear. La decisión de Trump de retirar a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán en 2018 y su enfoque de "máxima presión" a través de sanciones económicas y ataques selectivos, como el asesinato del general Qasem Soleimani en 2020, consolidaron su postura firme hacia Teherán. En contraste, Harris ha mostrado una disposición más diplomática, aunque sin apartarse significativamente del legado de Biden en relación a Irán, que ha buscado frenar las ambiciones nucleares del régimen sin precipitar una confrontación militar directa.

Sin embargo, el conflicto entre Israel e Irán ha alcanzado un nuevo punto crítico, con ataques directos de ambos lados. Israel ha respondido a los ataques iraníes, y los analistas prevén que una represalia israelí importante podría ocurrir antes del 5 de noviembre, justo en vísperas de la elección presidencial. Esto podría poner el conflicto en un lugar más central en la campaña, con Biden y Harris tratando de evitar una guerra abierta que afecte no solo la estabilidad regional, sino también los precios del petróleo y, por ende, la economía global, un tema siempre sensible para los votantes estadounidenses.

Asimismo, si bien el apoyo a Israel sigue siendo una política de consenso, dentro del electorado demócrata ha surgido una división significativa entre los sectores más tradicionales y los progresistas. Este último grupo, compuesto en gran medida por jóvenes, ha mostrado un creciente escepticismo hacia las políticas pro-israelíes del gobierno de Biden. Aunque es improbable que estos votantes se decanten por Trump, su desafección podría reducir la participación electoral, lo que afectaría las posibilidades de Harris en estados clave, como Michigan, donde una considerable población árabe-americana podría abstenerse de votar.

En las últimas semanas, Harris ha evitado hacer declaraciones contundentes sobre el conflicto, tratando de no alienar ni a los votantes pro-israelíes ni a los pro-palestinos. Sin embargo, esta ambivalencia puede resultarle costosa en un contexto de alta polarización política, donde cada voto cuenta. Además, Biden ha mostrado cierta frustración con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, quien parece haber ignorado en varias ocasiones las recomendaciones del presidente para desescalar el conflicto y ha adoptado una postura cada vez más cercana a los republicanos.

Un factor que podría cambiar drásticamente la ecuación electoral es la posibilidad de ataques terroristas inspirados por la situación en Gaza o una confrontación directa con Irán. Si bien la seguridad nacional no suele estar en la parte superior de la lista de prioridades de los votantes estadounidenses, un ataque significativo en suelo estadounidense o contra intereses estadounidenses en el extranjero podría enfocar la atención en la política exterior de manera inesperada.

La administración Biden ha trabajado para contener las amenazas de grupos extremistas que puedan capitalizar el conflicto en Medio Oriente para inspirar nuevos atentados, pero la volatilidad en la región hace que el riesgo persista. Si bien tanto Harris como Trump han condenado enérgicamente el terrorismo, el enfoque republicano suele ser más militarista, lo que podría atraer a votantes preocupados por la seguridad ante la posibilidad de una escalada.

A pesar de que la política exterior rara vez define el voto en Estados Unidos, el conflicto en Medio Oriente podría ser una excepción en las elecciones de 2024. Mientras que los republicanos como Trump continúan con una postura inquebrantable a favor de Israel y de la mano dura contra Irán, la administración Biden-Harris ha intentado un enfoque más equilibrado que, aunque tiene el respaldo de una mayoría del electorado, corre el riesgo de alienar a sectores progresistas y críticos dentro de su propia coalición. El manejo de la crisis en Gaza, el papel de Irán y las consecuencias de un posible conflicto a gran escala en la región pondrán a prueba no solo la destreza diplomática de los candidatos, sino también su capacidad para mantener el apoyo de sus respectivas bases.

En un año electoral plagado de incertidumbre y polarización, los eventos en Medio Oriente podrían convertirse en un factor inesperado que defina el resultado final. Y aunque los estadounidenses no suelen votar pensando en política exterior, la magnitud de las crisis actuales podría cambiar esa realidad en noviembre de 2024.

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