El aspecto físico ha sido históricamente un factor de discriminación en el ámbito laboral, afectando de manera desproporcionada a mujeres y personas LGBTIQ+. En pleno verano, cuando las portadas de revistas, las redes sociales y los medios de comunicación se saturan de imágenes de cuerpos hegemónicos, resulta inevitable reflexionar sobre cómo, a pesar de algunos avances sociales, los estereotipos relacionados con las corporalidades siguen limitando oportunidades laborales y perpetuando desigualdades.
El impacto de las corporalidades en el trabajo y acciones posibles para abordarlo
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha advertido que los estereotipos asociados a estándares de belleza y atributos físicos representan un problema real en el ámbito laboral.
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Aunque los estereotipos evolucionan con el tiempo —como ocurrió con la percepción sobre los tatuajes visibles, que hasta hace poco eran considerados inadecuados en muchos entornos laborales—, el aspecto físico sigue siendo una barrera importante para acceder al trabajo. Este impacto es particularmente severo para quienes enfrentan otras formas de desigualdad, como la edad, el lugar de residencia o el origen socioeconómico. Por ello, es fundamental que las organizaciones asuman un rol activo en la creación de espacios laborales inclusivos, donde las personas puedan desarrollarse plenamente.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha advertido que los estereotipos asociados a estándares de belleza y atributos físicos representan un problema real en el ámbito laboral. Estas representaciones, perpetuadas por los medios de comunicación y arraigadas en la cultura, afectan especialmente a las mujeres, restringiendo su participación plena en diversos espacios, incluidos los laborales. A largo plazo, estas dinámicas refuerzan desigualdades estructurales que frenan el desarrollo social y económico de este grupo.
Según una encuesta que realizamos en 2024 junto con Mundo Sur, en el marco de nuestra campaña sobre violencia laboral, la violencia simbólica es la tercera más identificada en las organizaciones (80%), con mayor presencia en en personas no cis género (84%) y mujeres (83%), antes que en varones (72%).
Para abordar estas problemáticas, desde Grow - Género y Trabajo proponemos medidas concretas que promuevan la inclusión en el ámbito laboral. Estas incluyen la implementación de procesos de reclutamiento ciego, capacitaciones para identificar y mitigar sesgos inconscientes, la estandarización de entrevistas y la diversificación de los equipos de selección. Asimismo, se sugiere adoptar políticas de vestimenta y uniformes que no discriminen por aspectos corporales. Estas acciones no solo contribuyen a la equidad, sino que también fortalecen la reputación de las organizaciones y las posicionan como líderes en responsabilidad social.
Cerrar la puerta a los estereotipos y abrirla al talento en todas sus formas no es solo una cuestión de ética, sino también de estrategia. Construir entornos laborales más inclusivos es una responsabilidad compartida que beneficia a las personas, a las empresas y a la sociedad en su conjunto.
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