El retraso cambiario es una de las contradicciones más evidentes dentro de la política económica propuesta por el presidente Javier Milei. Si bien su discurso se basaba en los principios del liberalismo económico, como el equilibrio instintivo de los mercados, la implementación de un tipo de cambio artificialmente retrasado para contener la inflación va en contra de los postulados teóricos de Friedrich Hayek y Milton Friedman, quienes defienden mercados libres sin la intervención del Estado.
El retraso cambiario: inconsistencia macroeconómica clave de Javier Milei
Si bien su discurso se basaba en los principios del liberalismo económico, como el equilibrio instintivo de los mercados, la implementación de un tipo de cambio artificialmente retrasado para contener la inflación va en contra de los postulados teóricos de Friedrich Hayek y Milton Friedman
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Su estrategia bajo el esquema del “crawling peg” (ajuste gradual del 2% mensual), ha resultado en una apreciación del peso que se consumió la devaluación inicial de 118%, lo que, a corto plazo, ha dificultado la competitividad de los sectores exportadores, sobre todo frente a Brasil. Un programa económico puede tener alguna contradicción, pero el retraso del tipo de cambio es inconsistencia pura, eso es otra cosa. La política cambiaria representa el punto más endeble del esquema Milei-Caputo, especialmente cuando se abstrae del costo económico y social que está pagando la ciudadanía. A pesar de que se discursea que en un futuro improbable, una economía con equilibrio fiscal, mercados desregulados y reformas estructurales, incluyendo una estructura tributaria más competitiva, menos distorsiva y un Estado más eficiente y pequeño, es posible; lo cierto es que esta visión no podría coexistir en poco tiempo con una moneda apreciada según el enfoque teórico del presidente y el ministro de Economía. En el largo plazo se puede conjeturar mucho, pero la única verdad es la realidad coyuntural.
Aunque el gobierno tiene la intención de aumentar la productividad y seguir avanzando hacia esa economía “deseable”, la transición hacia este modelo sigue siendo una preocupación central entre el consenso de los economistas que piensan igual a Milei, pero temer desafiarlo.
Con un tipo de cambio artificialmente atrasado, será difícil lograr un crecimiento económico rápido y sostenido a nivel agregado. La decisión del gobierno de utilizar la política cambiaria como ancla inflacionaria, junto con el mantenimiento del crawling peg, ya ha sido probada, y no está favoreciendo ahora el esfuerzo. Más aun, si la tasa de apreciación se reduce a 1% mensual, el impacto sería todavía más negativo, generando más “carry trade” y potenciales fugas de capitales. Esta situación se complica con la reciente devaluación del real brasileño y el fortalecimiento del dólar a nivel global desde finales de septiembre.
El tipo de cambio real multilateral ha caído un 7% desde septiembre, perdiendo casi toda la mejora cambiaria obtenida con la devaluación del 118% de diciembre de 2023. Esta retrocesión es significativa, considerando que el tipo de cambio real multilateral actual está 35% debajo del valor que el FMI sugirió en agosto de 2023, cuando determinó la viabilidad de un desembolso de u$s 6.400 millones a una devaluación del 20% al ex ministro Massa. Además, en relación con Brasil, el tipo de cambio real bilateral ha alcanzado niveles mínimos desde la explosión del plan de Convertibilidad, todos lo sabemos, algunos lo dicen en voz baja. Caputo ha anunciado una reducción en el ritmo de devaluación a 1% mensual, aunque esta medida probablemente profundice la tendencia de apreciación del peso, y se sume al fortalecimiento adicional del dólar a nivel global, lo que podría seguir presionando la apreciación del tipo de cambio real multilateral, dado que el peso sigue ligado al dólar.
Este retraso cambiario, junto con la continuidad de la política cambiaria actual, no son objetivas para la política económica elegida por el gobierno. A pesar de las expectativas de crecimiento sin demasiado fundamento, sostenidas sobre “marketing político y de redes”, la transición hacia una economía más productiva y competitiva parece lejana.
Entender este contexto es crucial por qué un tipo de cambio artificialmente retrasado podría ser un ancla para el crecimiento agregado de la economía. La política cambiaria, trazada para sujetar la inflación, está generando un ambiente desfavorable para los sectores productivos nacionales, ya que, con el peso fuerte, la competitividad de Argentina frente a mercados internacionales se ve erosionada.
Similitudes y diferencias con la “tablita cambiaria” de Martínez de Hoz
El fenómeno del atraso cambiario no es nuevo en la historia económica Argentina. Durante la gestión de José Alfredo Martínez de Hoz, entre el 20 de diciembre de 1978 y el 2 de marzo de 1981, se implementó un esquema de “tablita cambiaria” que establecía una devaluación gradual del peso, en un intento por contener la inflación y atraer inversión. El resultado fue que la inflación cedió proporcionalmente, mucho menos de lo esperado, porque nunca bajo de 3 dígitos. En ese período, las devaluaciones anticipadas llevaron a la expansión del crédito y la especulación financiera, pero los resultados fueron desastrosos. El sector industrial se debilitó, la deuda externa creció y el colapso económico fue de una magnitud fenomenal durante todo 1981 y hasta 1984.
Las similitudes entre la “tablita” y el esquema actual son notorias y por allí anda Arriazu, su perpetuo autor intelectual. Ambos modelos se basan en un tipo de cambio que hoy, no refleja la realidad económica del país: reservas netas negativas, reservas brutas insuficientes, máxima relación deuda/PBI, proyección de reducción de 50% del saldo de la balanza comercial en 2025). Se está generando un equilibrio espurio que, a la larga o a la corta, resultará insostenible. Aunque en el discurso, el programa de Milei busca reducir el tamaño del Estado y promover una economía más competitiva, la política cambiaria es un punto débil crucial de este modelo, especialmente cuando el tipo de cambio no responde a los parámetros naturales del mercado. Se estan olvidando que para bajar el gasto, tuvieron que generar una mega devaluación y una estampida inflacionaria inicial propia, de casi 50% en 60 días.
Competitividad y reservas internacionales
Desde fines de 2023, el tipo de cambio real multilateral ha perdido casi toda la mejora obtenida con la dolorosa devaluación inicial, lo que sitúa a la economía argentina en una posición de desventaja frente a sus competidores. Esta pérdida de competitividad es particularmente grave, ya que amenaza con desincentivar las exportaciones y los sectores industriales clave. Además, el atraso cambiario impide que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) acumule las reservas necesarias para estabilizar la economía, y cumplir con lo que le pide el FMI. Hoy se supo que no habría novedades en un supuesto apoyo hasta abril o mayo 2025. Si bien en los últimos meses ha habido flujos extraordinarios de capital, como el blanqueo de capitales y nueva deuda privada (más de 4.500 millones en el tercer trimestre), estos dólares son muy volátiles y no pueden sustituir el flujo constante de divisas provenientes de los recursos genuinos que representan las exportaciones.
Presión sobre la política fiscal
El tipo de cambio apreciado también crea una presión adicional sobre la política fiscal. Para poder mantenerlo se deberían bajar los impuestos. Sin embargo, si se rebajan los impuestos se necesitaría bajar gastos en forma proporcional, lo cual luce muy difícil, dado el contexto de más de 50% de pobreza, en un año electoral. Aquí está en riesgo el único activo supuestamente alcanzado de “déficit cero”. El costo de mantener un tipo de cambio apreciado podría poner en riesgo ese discutible equilibrio fiscal, emergente de calcularlo en base “caja”, en lugar de “devengado”, con capitalización de intereses en instrumentos de deuda del Tesoro (emisión monetaria post datada). La política de eliminación del impuesto PAIS, y las proyecciones privadas de los ingresos tributarios, evidencian las dificultades para mantener los objetivos fiscales mientras se intenta contener la inflación a través de una política cambiaria que no es coherente con las necesidades estructurales de la economía.
Apertura económica y desindustrialización
El impacto de un tipo de cambio apreciado combinado con la apertura económica es otro riesgo importante que hizo estragos en los años de Martínez de Hoz.
En una economía mundial proteccionista, la apertura de los mercados con una moneda apreciada puede desencadenar una extraordinaria pérdida de competitividad en el sector industrial, especialmente en pequeñas y medianas empresas locales. Sectores como el textil y otros de consumo local ya muestran signos de agotamiento, con caídas en la producción y pérdidas de empleo. Si se mantiene este esquema, se corre el riesgo de una desindustrialización acelerada que afectara a un sinnúmero de familias y la estabilidad social.
La sostenibilidad del modelo y la necesidad de reformas
En la práctica, el modelo de Milei enfrenta una contradicción fundamental: la política cambiaria puede generar problemas de sostenibilidad de las reservas internacionales, lo que podría frenar el crecimiento económico. Para que Argentina logre alcanzar una economía más competitiva y productiva dentro del enfoque liberal ortodoxo, será necesario adoptar reformas estructurales más profundas y de difícil consecución, tanto en el ámbito fiscal como en el cambiario. Además, la interacción con actores internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), pone a la Argentina en una situación delicada. Si bien la renegociación de deuda es posible, no segura; el país deberá demostrar capacidad (solvencia fiscal intertemporal) además de expresiones de voluntad para cumplir con sus compromisos, lo que podría convertirse en un alto desafío bajo un esquema cambiario que continúa presionando al alza.
El retraso cambiario implementado por el gobierno de Milei, dentro de su marco teórico, muestra una inconsistencia macroeconómica clave, tal vez hasta “mala praxis”, y pone en riesgo las discutibles jactancias, en términos de logros fiscales e inflacionarios. Al igual que la “tablita cambiaria”, esta política podría ser insostenible y generar distorsiones económicas difíciles de corregir. Para lograr un modelo económico más robusto, será necesario replantear la política cambiaria sin pérdida de tiempo, a riesgo de cambiar el programa económico y el ministro de economía. Es necesario abrir el debate sobre la competitividad y ajustar las expectativas fiscales a una realidad económica más equilibrada y coherente con las necesidades estructurales del país.
Nuevamente, para que quede fijo en el análisis; la política cambiaria actual del gobierno, al mantener un tipo de cambio semi fijo y profundizar la apreciación del peso, se presenta como un obstáculo crucial para la competitividad y el crecimiento sostenido de la economía argentina. Si bien la apuesta por un modelo de equilibrio fiscal y reformas estructurales podría, en teoría, coexistir con una moneda fuerte en el largo plazo, la realidad de la transición hacia ese modelo es compleja y está marcada por riesgos económicos inmediatos. La apreciación del peso, alimentada por un atraso cambiario, socava la competitividad de las exportaciones, exacerba la pérdida de competitividad frente a socios comerciales como Brasil, y limita el margen de maniobra del gobierno para ajustar las variables macroeconómicas de manera efectiva. Sin un ajuste profundo en la política cambiaria y la implementación de medidas coherentes para evitar un deterioro de la competitividad, el gobierno podría enfrentar serias dificultades para alcanzar los objetivos de desarrollo económico y sostenibilidad fiscal que propone.
Director de Fundación Esperanza. https://fundacionesperanza.com.ar/ Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.
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