Los inodoros de dos botones (o de doble descarga) se inventaron a comienzos de la década de 1980 en Australia, para reducir el consumo de agua. Luego de una primera presentación, distintos inventores realizaron mejoras a la creación original y hubo varias patentes concedidas en el mundo para esas mejoras. Todo marchó muy bien, el producto se hizo popular y los inventores ganaron buen dinero.
El Tratado de Cooperación en materia de Patentes y el inodoro de dos botones
El déficit de innovación en la Argentina es multicausal, pero la falta de aprobación del Tratado de Cooperación en Materia de Patentes (PCT) es una de las razones. De qué se trata y cómo puede revertirse.
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¿Qué hubiera pasado si el inodoro en cuestión se hubiera inventado en nuestro país?
En principio, el inventor se hubiera encontrado de inmediato con dos problemas: la territorialidad y la novedad. Por el principio de la territorialidad, para tener protección en un país hay que presentar la solicitud de patente respectiva y eso hay que hacerlo en cada uno de los territorios donde se busca protección.
Si el inventor argentino presenta su solicitud solamente en la Argentina, pero no la presenta, por ejemplo, en Estados Unidos, no puede cobrar regalías por el uso del inodoro de dos botones allí. Asumiendo un costo mínimo de unos u$s10,000 por país, se puede llegar a una suma sideral, que muy probablemente no esté al alcance de un individuo o de una PYME.
El segundo obstáculo es la novedad: para que un invento pueda patentarse es necesario que tenga novedad absoluta. Es decir, que no haya sido divulgado en ninguna otra parte del mundo.
Cómo se patentan los inventos
Para regular esto, en el año 1886, se negoció un ingenioso tratado llamado Convenio de París. De acuerdo con este tratado, un inventor argentino tiene un plazo de un año después de presentar la patente en la Argentina para radicarla en otros países sin perder la novedad de su invento. Esto les daba la posibilidad a los barcos de cruzar el océano y realizar los trámites correspondientes en cada país. El plazo de un año permitiría al inventor conseguir una suma muy elevada de dinero de parte de los inversores para poder presentar su solicitud en todo el mundo.
Pero lamentablemente, como el inodoro de dos botones puede parecer una obviedad una vez inventado, aunque resulte una genialidad en términos de ahorro de agua, nuestro inventor quizás no pueda convencer en un plazo tan corto a los inversores de aportar tanto dinero para presentar su solicitud de patente sobre el invento en otros países.
¿Qué es el Tratado de Cooperación en Materia de Patentes?
Como consecuencia de eso, en el mejor de los casos solamente podría presentar su invento en la Argentina, perdiéndose de la posibilidad de cobrar regalías (y traer divisas para nuestro país) en otros mercados. El plazo de un año del Convenio de París resultaba así muy breve. Entonces en 1970 se negoció el PCT o Tratado de Cooperación en Materia de Patentes.
El PCT es un tratado solamente de trámite y que no se refiere a la parte sustantiva (si el invento debe o no ser patentado). Su encanto es que el plazo de 12 meses se amplía a 30, un plazo mucho más adecuado como para que el inventor pueda conseguir inversores para financiar la presentación de las patentes respectivas. Tan conveniente es el mecanismo instaurado por ese tratado, que ya ha sido adoptado prácticamente por todo el mundo, con algunas honrosas excepciones: Venezuela, Pakistán, Afganistán… Y Argentina.
Mirar el mapa y ver como prácticamente todo el mundo es miembro del PCT menos la Argentina da hasta un poco de vergüenza y es algo que llama la atención en los foros internacionales, porque no se comprende cómo a esta altura un país tan importante como el nuestro todavía no sea miembro del tratado. Porque con el PCT, cualquier estudiante de un doctorado en una universidad del mundo puede presentar su tesis sin mayores problemas como una solicitud de patente y dedicarse durante 30 meses a convencer a los inversores de las bondades de su creación. Y estamos hablando de una solicitud de patente con potencialidad internacional.
Así la posibilidad de incentivar la creación de tecnología es exponencial. Tanto en el campo de la inteligencia artificial que ahora estamos tratando de fomentar en nuestro país, la biotecnología, la energía nuclear, como en el de cualquier otra área de la tecnología. Por caso, la de los inodoros. Así las cosas, los investigadores extranjeros corren con ventaja frente a los nuestros: andan en Ferrari, mientras argentinos van en Fitito.
El atraso argentino en materia de creación de tecnología
Hoy los inventores argentinos, el CONICET, las universidades argentinas y las pequeñas y medianas empresas tienen que realizar malabarismos para poder usar el PCT: buscan inventores con doble nacionalidad, con todas las complicaciones que eso trae después en el trámite, crean sociedades en Delaware o utilizan una subsidiaria en Brasil, para poder tener el beneficio de los 30 meses. Mientras tanto, las multinacionales, argentinas o extranjeras, no tienen inconveniente para utilizar el PCT a través de sus subsidiarias. El problema lo tienen los investigadores del gobierno argentino, las universidades argentinas, las pymes y los pequeños inventores.
Para tener una idea del atraso argentino en materia de creación de tecnología, en el año 1969 en Corea del Sur se presentaban 1.700 patentes, mientras que en la Argentina se presentaban 7.000. En el año 2022 en la Argentina se presentaron 3.000 solicitudes de patentes, es decir 4.000 menos que en el año 1969. En Corea del Sur se presentaron 230.000. Este déficit de innovación es multicausal, pero la falta de aprobación del tratado PCT es una de las razones.
Lo más curioso es que la experiencia demuestra que los países que adhirieron al PCT no tuvieron ningún perjuicio en su economía. La cantidad de solicitudes de patentes se mantuvo igual. Hay un estudio muy completo de dos economistas uruguayos que demuestran con amplitud que no se ocasionaría ningún daño a la economía uruguaya por la aprobación del tratado.
Los países con industria farmacéutica genérica más próspera, como es el caso de Canadá, Israel y la India, hace mucho tiempo que tienen el PCT aprobado en su legislación sin que eso haya perjudicado en modo alguno la posibilidad de esas industrias de operar exitosamente.
Además, el PCT tiene implicancias para las inversiones. Para entrar a la OCDE o para firmar un tratado con Estados Unidos, su aprobación es un requisito indispensable.
El PCT no es ni más ni menos que una medida más de desregulación y libertad y abaratamiento de costos para los inventores argentinos. En 1998 el Senado argentino aprobó el PCT. Pero 27 años después todavía queda pendiente su aprobación en Diputados. En paralelo Uruguay acaba de sancionarlo con el voto favorable de los partidos políticos de izquierda y derecha, como parte de una iniciativa de crear un “hub” de tecnología.
Esperemos que el Congreso, en particular la Cámara de Diputados, apruebe finalmente el tratado en Argentina. Estamos solos en el mundo en esta cuestión y eso no es bueno ni para el país ni para los inventores argentinos ni para fomentar un clima positivo para las inversiones.
Socio de Marval O’Farrell Mairal.
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