Creo que respetar el espíritu del pensamiento del papa Francisco es recordarlo desde el ejemplo y el hacer, dejando de lado convencionalismos propios de necrológicas o hipocresías enmascaradas, rescatando para su impulso e implementación no solo su pensamiento, sino su sentir vivo.
Implementar la economía del papa Francisco
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El legado papal sobre la economía es muy vasto y merece un análisis muy profundo y minucioso. Tomaré por razones de extensión solo una parte de su primera encíclica Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio) emitida en 2013, el mismo año de su nominación como Papa.
La encíclica es una fenomenal guía para políticos, economistas y para la sociedad toda. Lleva a la doctrina social de la iglesia, nacida en la primera encíclica que aborda la temática “Rerum Novarum” de 1891.
La primer encíclica de Francisco define a la economía como la “adecuada administración de la casa común” y define el objetivo de la política económica: Lograr la plenitud en la existencia del ser humano, lo que implica definir variables cuantitativas y cualitativas para el logro del bienestar humano y no reducirlo a un mero sujeto consumidor.
El bienestar es mucho más que lo que mide un PBI per cápita. Es considerar a la persona no como un engranaje individual de un sistema de opresión y alienación, sino en considerar toda su dimensión humana, que incluyen el acceso a bienes y servicios esenciales que hacen a tener una calidad de vida más allá de lo material. Es conciliar una casa individual digna con la casa común. Es salir de la cultura del descarte y de la exclusión.
El Papa ratifica el fracaso de la “teoría del derrame” del pensamiento convencional que se traduce en la visión convencional del FMI y el Banco Mundial y denuncia la “nueva idolatría del dinero” el “nuevo becerro de oro” de la globalización financiera que genera el “enriquecimiento de unos pocos” contracara de una creciente desigualdad.
La nueva idolatría del dinero “gobierna” cuando debería servir. En tal sentido la encíclica habla claramente de las terribles consecuencias de la “autonomía absoluta de los mercados” y de la especulación financiera. También destaca como la deuda de los países y la carga de sus intereses alejan a los países de su viabilidad económica.
Como vemos cada línea de Evangelii Gaudium, refleja con claridad el estado del arte del mundo y de cuestiones que laceran a nuestro país.
Así se denuncia los falsos valores del individualismo postmoderno, que conspira contra el desarrollo y la falta de vínculos solidarios, humanos, reales y como eso se traduce y reproduce un mundo más violento egoísta y desigual que genera islas de derroche rodeadas de una pobreza extrema. Superconsumismo e indigencia, las dos caras de una moneda que conviven en un modelo no sustentable ni económica, ni social ni ambientalmente hablando.
La encíclica contrapone el modelo en crisis con la necesidad de un nuevo modelo de “crecimiento con equidad” un objetivo que definió el Grupo Fénix en 2000, en plena crisis del Plan de Convertibilidad, modelo que “exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo”.
La encíclica define cuatro principios superadores de encerronas propias con falsos dilemas, que analizaré muy brevemente, pero son en sí conceptos que definen una visión de una sociedad que pueda resolver los acuciantes problemas contemporáneos.
El tiempo es superior al espacio
Este principio invita a “abrir horizontes” para trascender la coyuntura. Una paciencia activa que rechaza la resignación y que define el valor de la planificación para iniciar procesos (herramienta esencial para un proceso de desarrollo) y no delimitar espacios. Una apertura mental para buscar salir de los laberintos por arriba, con soluciones creativas y sin cerrazones políticas.
La unidad es superior al conflicto
El Papa invita a una dialéctica virtuosa. El conflicto no debe ser ignorado, pero tampoco se debe quedar atrapado en el mismo. Define una tercera manera, la más adecuada, de situarse ante el conflicto, implica resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso.
Ello implica reconocer al otro, estrechar lazos, construir puentes con quienes se tiene diferencias, sin sectarismos, dejando de lado contradicciones secundarias. Se trata de acumular fuerzas y especialmente de convencer mas que vencer o dicho de otra manera para vencer sin retrocesos propios de “victorias pírricas”.
La realidad es superior a la idea
Como remite este principio fuera de su profunda dimensión filosófica, al principio de que “Mejor que decir es hacer”. El Papa nos insta a salir de “los purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los nominalismos declaracionistas, los proyectos más formales que reales, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabiduría”.
La clave es que las “ideas” los modelos, las teorías y paradigmas deben servir para entender la realidad y construir una realidad mejor, dejando de querer adaptar la realidad a modelos absolutos, totalizantes, atemporales.
La encíclica define que entre “la globalización y la localización también se produce una tensión”. Hace falta prestar atención a lo global para no caer en una mezquindad cotidiana. Al mismo tiempo, no conviene perder de vista lo local, que nos hace caminar con “los pies sobre la tierra”.
Así debemos alejarnos del “universalismo abstracto ni admirando los fuegos artificiales del mundo, que es de otros, con la boca abierta y aplausos programados; pero también de falsos localismos que se conviertan en un museo folklórico de ermitaños, condenados a repetir siempre lo mismo”.
El todo es superior a la parte
Este principio, donde el todo es más que la mera suma de las parcialidades, entronca en filosofías orientales milenarias, no por nada es propia de países con sentido de “comunidad” y que tienen un desempeño (países asiáticos) muy superior a las economías occidentales, presas de un individualismo que se traduce en el “sálvese quien pueda” cada vez más arraigado en Argentina y que es pontificado por algunos gobiernos como un principio rector en la sociedad.
El Papa nos recuerda que “es necesario hundir las raíces en la tierra fértil y en la historia del propio lugar, que es un don de Dios. Se trabaja en lo pequeño, en lo cercano, pero con una perspectiva más amplia”.
Así como los programas del FMI y del neoliberalismo no reconocen las realidades (estructuras, idiosincrasias) locales y así fracasan, se debe trascender miradas nacionales miopes que no interpreten los cambiantes procesos globales. La dimensión regional para generar espacios viables es una diagonal superadora que nos aleje tanto de autarquías inviables como de una subordinación a potencias hegemónicas empobrecedora.
Implementación de las ideas de Francisco
Queda claro que las políticas del gobierno argentino están alejadas diametralmente del pensamiento del Papa. Pero también que las políticas de los gobiernos populares no pudieron transformar integralmente una realidad agravada por los gobiernos neoliberales, con una situación crítica desde hace años, restando consenso para políticas de un estado presente, no solo en sectores medios sino entre muchos sectores humildes que debieran ser beneficiarios de tales políticas “inclusivas”.
¿Cómo volver a enamorar a una sociedad desde una mirada popular y progresista, para evitar que los cantos de sirena cuajados en una mirada individualista de odio, presa de la resignación, no profundice males mayores?
La respuesta está en la política, tan denigrada, (sin desconocer que hay muchas razones para tal enojo) que “es (o debería ser) una altísima vocación, una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”.
Esa búsqueda del bien común para implementar las ideas de Francisco implica formular planes de mediano plazo que nos permitan volver a una senda de desarrollo con equidad (principio 1), reunir una masa crítica que confluya en un programa de políticas de estado (principio 2), dichos planes deben tener ideas innovadoras que anclen en nuestra realidad (principio 3) y deben incluir coordinado por el Estado, compromisos de todos los sectores para cumplir los objetivos del programa de desarrollo con equidad (principio 4)
Como cambiaría nuestro país si tan solo una parte de los principios de Evangelii Gaudium se implementara. Como nos hace falta el Papa en esta coyuntura global y local. En este mundo complejo, en el medio de tanta confusión y desesperanza, como dijo el Obispo García Cuerva “Todos debemos ser Francisco”.
No tomo esta definición como algo religioso, sino como algo divinamente humano. O quizás sí, si se entiende al término “religare” tal como recuperó Francisco, como una visión que vincula, une “re-liga” a las personas. Para recuperar su dignidad.
Se trata de que cada uno sea un poco Francisco, para desde lo pequeño de cada uno y lo grande de todos, trascender una triste realidad, y así poder restablecer plenamente nuestra dimensión humana volviendo a reconstruir la casa común.
Director de Synthesis y expresidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA).
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