En 2020, la pandemia irrumpió en nuestras rutinas obligándonos a replantear la forma en que hacíamos todo, en la vida diaria y en el trabajo. Los educadores lo experimentaron muy fuertemente. De un día para el otro había que reaprender a enseñar, usando la virtualidad tecnológica. Hubo 3 reacciones bien diferenciadas: los que no lo pudieron sobrellevar y terminaron pidiendo licencia o renunciando, los que muy esforzadamente hicieron lo que pudieron, pero en cuanto volvió la presencialidad dejaron atrás la experiencia con alivio y sin rescatar nada, y los que descubrieron que había mucho para aprender y pudieron capitalizar lo vivido.
Inteligencia Artificial y calidad educativa: una alianza necesaria para el futuro
Es indiscutible que el próximo tsunami en nuestras prácticas educativas ya está instalado y viene de la mano de la inteligencia artificial.
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Es indiscutible que el próximo tsunami en nuestras prácticas educativas ya está instalado y viene de la mano de la inteligencia artificial. Pero esta vez nadie podrá quedar indiferente. Entre las varias utilizaciones que tiene la IA en educación, la que sin duda impactará más fuertemente es la relacionada con el proceso de enseñanza-aprendizaje.
No alcanza la corta extensión de este artículo para abarcar todas las posibilidades de intervención que se ofrecen, baste decir que se abren claramente dos escenarios para los docentes:
- para quien sepa adoptarla como un recurso clave, como un “copiloto” de la tarea de acompañar y guiar el aprendizaje, la IA puede ser una fuente inagotable de aportes positivos;
- para quien siga anclado en el modelo tradicional y obsoleto de erigirse en dueño y administrador del saber, centrándose en la enseñanza, la IA será un verdugo.
Hace más de 100 años que el mundo de la pedagogía proclama la renovación de prácticas y el cambio de eje del proceso, pero en la realidad, siguen fuertemente instaladas las modalidades centradas en la emisión de información; baste una visita a cualquier universidad o escuela secundaria para confirmarlo. Pero así como la pandemia se impuso sin avisar, la IA ya se instaló en todos los celulares y computadoras y afecta procesos en los que estamos involucrados a diario, muchas veces sin saberlo.
La Argentina puede y debe subirse a esta nueva ola de innovación que está impulsando la economía global, desarrollando capacidades y empleos para una gran parte de la población. Con más de un 50% de pobreza firmemente instalada en nuestra sociedad, no podemos dejar pasar una sola oportunidad más de desarrollo.
La clave para que podamos aprovechar al máximo las posibilidades que se presentan es la educación y, por tanto, los docentes son protagonistas ineludibles. Si no ponemos la prioridad y el foco en la educación de personas que sean usuarios y desarrolladores analíticos, responsables y creativos, que puedan utilizar y potenciar todo lo bueno que la inteligencia artificial tiene para ofrecer, estaremos hipotecando nuestro futuro.
La educación argentina presenta un deterioro muy importante en la mayoría de sus indicadores, por todos conocido. La evidencia de esta realidad se ha instalado en la conversación pública y nadie puede ignorar que si seguimos con esta tendencia negativa las próximas generaciones verán seriamente afectadas sus capacidades de desarrollo personal y laboral.
En 1869, Sarmiento le declaró la guerra al analfabetismo y en las siguientes décadas parecía que la habíamos ganado. 155 años después, el Consejo Federal de Educación está enfrentando la realidad de que la alfabetización vuelve a ser una prioridad educativa, porque el 45% de los chicos terminan sexto grado sin los dominios básicos de lengua y matemática. También es crítico que los estudiantes terminen el secundario en tiempo y forma, lo que actualmente sucede sólo con el 13% de los alumnos. Celebramos que se asuma la realidad y se consensúen políticas para atacar esto, no podemos seguir retrocediendo en el desarrollo de las capacidades de nuestros jóvenes.
Asimismo, es importante destacar los valiosos esfuerzos puntuales que se hacen en todo el país para revertir la crisis educativa y fomentar las habilidades del futuro (y del presente), como escuelas de robótica, modelos de utilización innovadora de tecnologías de la información y la comunicación, escuelas secundarias orientadas a la formación de jóvenes con las habilidades académicas, técnicas y profesionales requeridas para los trabajos del siglo XXI, institutos terciarios con titulaciones nuevas, cortas y focalizadas en programación y otras tecnologías con rápida salida laboral, universidades que lanzan carreras novedosas que responden a la demanda del sistema productivo, y una amplia oferta no formal de cursos y carreras digitales, entre otras muchas iniciativas.
Pero muchas quedan en acciones aisladas. Las experiencias más potentes para el impulso del desarrollo social se dan en aquellos casos en los que todos los actores involucrados (gobiernos, empresas, instituciones educativas, organizaciones de la sociedad civil, etc.) han encontrado la forma de trabajar de manera colaborativa.
La pelea más importante que debemos dar hoy y por las próximas décadas, con todas las armas que tengamos y con todas las fuerzas sociales en conjunto es por la calidad educativa. Tenemos un potencial aliado: la inteligencia artificial, que nos pone frente a un nuevo escenario con infinitas posibilidades, positivas y negativas, de nosotros depende inclinarlas a nuestro favor. En definitiva, lo que tenemos que poner en juego es, ha sido, y seguirá siendo la inteligencia humana en todas sus dimensiones.
Líder de Proyectos de Argencon y Directora del Club ArgenTec.
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