Amelí es la hija de un amigo. Desde su nacimiento, una neuropatía le impidió desarrollar su motricidad de manera normal. Para ella, la independencia no es algo dado, sino un desafío que enfrenta día a día. Una de sus opciones para moverse con mayor libertad es el uso de inteligencia artificial. La Inteligencia Artificial podría detectar sus movimientos involuntarios, ftrarlos y ayudarla a controlar su cuerpo con mayor precisión. Pero lo más interesante de este proceso no es solo que la IA la asiste, sino que, en cierto modo, le enseña a su cerebro. Al identificar patrones de error y corregirlos, la IA entrena a su sistema nervioso para responder de una manera distinta. Con el tiempo, su cerebro puede reaprender y adaptarse, moldeado por un sistema que entiende su funcionamiento mejor de lo que ella misma podría hacerlo.
La Inteligencia Artificial avanza: ¿seguiremos siendo dueños de nuestra mente?
El desarrollo de interfaces cerebro-máquina ha abierto un camino fascinante: el de la tecnología que no solo nos ayuda, sino que también nos moldea.
-
El crédito hipotecario, motor del desarrollo argentino
-
Volatilidad con el dólar en Argentina: las razones detrás del sube y baja, en una semana turbulenta

Con suficiente información, una Inteligencia Artificial podría conocer nuestros impulsos y motivaciones incluso antes que nosotros mismos.
Este caso, que en principio es una historia de superación y tecnología al servicio de la autonomía, también plantea una cuestión inquietante: cuando una IA aprende sobre nosotros al punto de anticipar nuestros movimientos e influir en ellos, ¿sigue siendo nuestra la decisión?
El desarrollo de interfaces cerebro-máquina ha abierto un camino fascinante: el de la tecnología que no solo nos ayuda, sino que también nos moldea. Hoy, las IA pueden predecir patrones motores y corregirlos. Mañana, podrían anticipar nuestros pensamientos, emociones y reacciones. Si un sistema como el de Amelí puede decirle a su cerebro cuáles movimientos debería evitar, ¿qué impide que una IA haga lo mismo con nuestras decisiones y pensamientos?
A medida que estas tecnologías evolucionan, la frontera entre asistencia y control se vuelve difusa. Cuando una IA es capaz de detectar un error antes de que lo cometas, corregir tu acción y reentrenar tu cerebro para no repetirlo, ¿quién tiene realmente el control?
La posibidad de que la IA interactúe con nuestra mente en niveles tan profundos nos obliga a preguntarnos sobre nuestros neuroderechos. A diferencia de otros avances tecnológicos, aquí no hablamos solo de datos personales o preferencias de consumo. Hablamos de la esencia misma de nuestra identidad cognitiva.
- Derecho a la privacidad mental: Si una IA puede analizar nuestros patrones neuronales, ¿cómo garantizamos que esa información no sea utizada sin nuestro consentimiento?
- Derecho a la autonomía cognitiva: Si una IA puede reentrenar nuestra forma de pensar o actuar, ¿seguimos siendo completamente dueños de nuestras decisiones?
- Derecho a la identidad neuronal: ¿Puede una IA alterar nuestra percepción de la realidad sin que lo notemos?
Si una tecnología es capaz de predecir lo que vamos a decir antes de que lo digamos, corregir lo que pensamos antes de que lo expresemos y modificar lo que sentimos antes de que lo entendamos, ¿cuánta de nuestra identidad sigue siendo verdaderamente nuestra?
En la actualidad, ya existen sistemas que pueden prever elecciones antes de que las personas sean conscientes de ellas. Un escáner cerebral puede detectar, por ejemplo, si alguien va a mover la mano antes de que tome la decisión consciente de hacerlo. Con suficiente información, una IA podría conocer nuestros impulsos y motivaciones incluso antes que nosotros mismos.
Esto nos lleva a una paradoja: si una inteligencia artificial puede anticipar nuestras reacciones, pensamientos y deseos mejor que nuestra propia conciencia, ¿hasta qué punto seguimos siendo agentes de nuestra propia voluntad?
La historia de Amelí es un reflejo de lo que podría ocurrir con todos nosotros en el futuro. Hoy, la IA la ayuda a recuperar control sobre su cuerpo. Pero si la IA sigue aprendiendo, si sigue prediciendo mejor, si sigue optimizando nuestras decisiones antes de que las tomemos, ¿cuándo pasamos de ser asistidos a ser guiados?
En un futuro donde la IA nos asista en cada pensamiento y decisión, la gran pregunta no será qué tanto puede ayudarnos, sino qué tanto seguimos siendo nosotros mismos.
Tecnólogo, fundador y director ejecutivo de Iurika Intelligence.
Dejá tu comentario