El triunfo de Donald J. Trump (el más impactante éxito de los republicanos desde Ronald Reagan en 1980) ocurre en medio de una profunda redefinición de la globalización.
La internacionalidad económica es indetenible aunque cambia de modalidad
La globalización ya no se apoya en el flujo de bienes físicos a través de los buques, sino que es la de los estándares y modelos de producción internacionalizados, la interconexión organizada, las tecnologías expandidas a través de las fronteras, las personas hipervinculadas y las empresas trabajando en línea en cualquier lugar del mundo en tiempo real.
Los postulados del presidente electo incluyen lineamientos encontrados, como la propuesta de elevación de aranceles a las importaciones (en Estados Unidos, que es el mayor país importador del mundo -más de 3 billones de dólares-), pero -a la vez- una conjunción de reducciones de impuestos a las empresas, derogación de numerosas regulaciones y achicamiento del aparato público que generaría un gran incentivo para la inversión y la productividad mejorando la competitividad estadounidense.
Trump parece avanzar en un modelo que el mundo está consolidando: complejización en frontera para el comercio tradicional de bienes físicos (y especialmente en perjuicio de los adversarios geopolíticos) y reducción de costos -en algunos casos por desregulaciones, en otros por la innovación indetenible de las empresas- para el avance de nuevos servicios, la emergente economía de los intangibles y el capital intelectual.
Estados Unidos genera casi 15% del comercio internacional de servicios que se mide en el planeta (el mayor actor mundial en el rubro) y es la mayor usina generadora de innovación, invenciones y disrupciones de la economía de la época (60 de las 100 mayores empresas mundiales son estadounidenses y casi 15% de todo el stock de inversión extranjera directa del mundo está en EEUU). El principal componente de su PBI son los servicios profesionales y de negocios. Es el país de mayor incidencia en la nueva economía del conocimiento si se miden (lo que las estadísticas tradicionales no hacen bien) la generación de información y datos y la creación y transferencia de conocimiento con valor económico; lo que contribuye a la formación de redes de capital intelectual, las invenciones y los movimientos de financiación e inversión en la nueva economía.
Expresa Ian Bremmer (líder del relevante “Eurasia Group”) que no hay hoy un nuevo orden mundial sino que hay tres que operan en simultaneo: uno, militar, en el que Estados Unidos sigue siendo líder; otro, económico, que es multipolar y en el que Estados Unidos y China disputan posiciones -y que personalmente creo que estará mas tenso en lo inminente- ante la emergencia de otros desafiantes; y un tercero principal sobre el que se asientan los dos anteriores, que es el digital, en el que no hay países lideres sino que los preeminentes son las empresas mundiales del rubro.
Mas allá de las posturas de los lideres políticos mundiales sobre la economía tradicional (que hoy está afectada por la desinstitucionalización, la discriminación y las preferencias entre amigos y la complicación entre adversarios, y crecientes medidas restrictivas en frontera) en el planeta existe una nueva configuración de redes de valor que opera en la economía de los intangibles con valor económico, que se apoya en el capital intelectual como mayor motor creativo y que -hasta la fecha- ha superado cualquier obstáculo impuesto en frontera relativo al comercio tradicional de bienes físicos.
El mundo asiste, por ello, a un cambio sustancial en los modelos de producción. Lo que debe ser adecuadamente atendido políticamente porque, en la historia de la humanidad, siempre que ha ocurrido un cambio sustancial de modelos de producción se han modificado el modelo de sistema político imperante. Muchos movimientos y resultados, en todo el globo, de procesos políticos actuales -que son poco explicables para los parámetros tradicionales (estudiados por la ciencia política del siglo XX)- pueden comenzar a entenderse si se analiza la correlación histórica entre cambios en los modelos de producción y cambios en los sistemas de representación.
Pero, además de los cambios en lo local, lo que se consolida en el planeta es el “competivismo” a través del cual los países pretenden mejores condiciones para sus economías reduciendo la tendencia a la cooperación, en medio de un proceso a través del cual los factores de generación de valor variaron, tal como lo anticipó Stan Shih en su celebre “smilig curve” -en la que advirtió que la manufacturación industrializada ya no es el ámbito de generación de valor sino que éste surge en el inicio y en el final de las cadenas de valor cuando se crea capital intelectual-. El World Economic Forum describe, por eso, que las nuevas cadenas de valor se digitalizan (“from doing digital to being digital”) y hacen prevalecer las habilidades sobre la escala (“skills” sobre “scale”) dando más énfasis al valor que al costo.
La globalización preeminente ya no es, por ende, la que se apoya en el flujo de bienes físicos a través de los buques, sino que es la de los estándares y modelos de producción internacionalizados, la interconexión organizada, las tecnologías expandidas a través de las fronteras, las personas hipervinculadas y las empresas trabajando en línea en cualquier lugar del mundo en tiempo real.
Como sostiene el MIT, vivimos la sexta ola de innovación mundial que se apoya en la inteligencia artificial, los robots, los drones y las tecnologías limpias; lo que la OCDE refirma al advertir sobre los crecientes “non monetary digital flows” (flujos digitales con valor económico, pero no nominados a través de precios en frontera) que cambian los parámetros para comprender la internacionalidad económica y que se suman a un mercado formal de big-data cuyo valor ya es de u$s 100.000 billions.
Para Argentina, el acercamiento entre los lideres Trump y Milei es una ocasión relevante que debería ser aprovechada para lograr instrumentos de actividad bilateral, pero que no es fácil anticipar sobre como serán definidos.
Mientras, a nivel global, y considerando el perfil exterior de nuestro país, lo significativo es que lo que cambia, lo hace más allá de la política. Y ese cambio es tan profundo como difícilmente detenible.
Presidente del Comité Argentino de la International Chamber of Commerce (ICC)
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